Uno de los fenómenos editoriales más interesantes desde hace un par de años es la obra del escritor Mario Mendoza, quien ha sabido cultivar un público lector muy fiel, e instalar su trabajo literario entre los más jóvenes. Su obra reúne novela, cuento y ensayo, también comic y novela gráfica. Su más reciente libro Leer es resistir es un testimonio cercano y emotivo sobre su relación con la literatura.
A la edad de siete años Mario Mendoza enfermó gravemente de una peritonitis gangrenosa que lo mantuvo mucho tiempo en el hospital. Al borde de la muerte, los libros le empezaron a llegar y él comenzó a leer sin contención alguna. Durante su recuperación solo quería ir en la búsqueda de más historias que lo acompañaran. “Fue de ese modo que los libros y yo entablamos una amistad inquebrantable. Fue así que el pequeño mutante devino lector”, afirma Mendoza en las páginas de Leer es resistir, su primer compendio en donde el escritor Bogotano, ganador del Premio Nacional de Literatura Libros & Letras 2011, narra su trayectoria como lector.
Curiosamente, en su juventud Mario Mendoza derrotó la tartamudez cuando integró un grupo de teatro de la universidad; allí descubrió que al memorizar los parlamentos no tartamudeaba. Muchos años después llegó a ser docente y entender que el lenguaje podía tener una velocidad diferente, “la velocidad de una dicción más pausada”. Este hecho también marcó su cercana relación con los libros.
Llegar a los libros por primera vez es una experiencia que pocas veces se olvida porque marca, por lo general, un momento fundamental en la vida que puede determinar el inicio de nuestra relación con la lectura. También pasa con aquellas personas en la familia, el grupo de amigos o en el colegio que han logrado incentivar el gusto por la lectura en miles de niños que hoy se han convertido en grandes lectores. Actualmente existen múltiples formas en que los jóvenes se aproximan a los libros: el internet, el cine, las series, el comic, la novela gráfica, etc.
La obra de Mario Mendoza ha atraído especialmente al público juvenil, quizá por su lenguaje directo y conciso en el que advierte verdades y explora un mundo poco esperanzador, o por los escenarios y personajes sombríos que suelen aparecer en sus libros o porque su pluma y su imaginación van más allá de lo cotidiano y siempre busca ver donde nadie lo hace para encontrar belleza en el horror y en lo imperfecto.
El autor de Satanás (2002) sabe que los jóvenes son grandes lectores y que hay que salirse de las lecturas que impone el canon literario para descubrir autores de los que nunca se hablan.
La voz y la narrativa de Mendoza tienen fuerza, argumentos y es uno de los autores más escuchados por miles de jóvenes. En el siguiente diálogo hablamos con el autor sobre su libro Leer es resistir y su relación con los jóvenes.
— ¿Cómo llega Mario Mendoza a inclinarse por el cómic y la novela gráfica?
Desde muy joven me encantaban las ediciones ilustradas. Bruguera tenía una bellísima colección en donde uno iba leyendo y cada dos páginas aparecían las ilustraciones de Robinson Crusoe. Me fascinaban de niño, quizás, porque en mi familia había una tradición plástica: mi madre y mi hermana pintaban y siempre estuve lleno de oleos, acuarelas, carboncillos, pinturas y tenía una cierta sensibilidad por ello. Es un talento que yo no heredé y lo envidiaba mucho.
Cuando apareció la novela gráfica entré a Tintín, fue a Hergé lo primero que leí, luego a Astérix y a Obélix; descubrí que el placer de la imagen cuando uno es niño y adolescente es maravillosa. Quizás hay una relación entre la educación de un individuo y la de una civilización, y el origen de la civilización es la cueva de Chauvet o las cuevas de Altamira, esos hombres primitivos pintando en los muros y hay algo en la novela gráfica que nos recuerda o nos evoca a esos individuos en las grutas trazando esas imágenes formidables. Después me pregunté si era capaz de escribir guiones para novela gráfica lo que dependía de tener un buen equipo de ilustración que, en este caso, era Keco Olano, mi gran compañero cuando hicimos Satanás gráfica y, posteriormente, empezamos con el comic y una trilogía gráfica. Para uno era fundamental y una especie de educación plástica y al mismo tiempo de educación literaria. Luego se pasaba al texto más fuerte y a la edición completa.
— ¿Cómo influyeron las cuarentenas durante la pandemia con la idea de su libro Leer es resistir?
Se dio durante los primeros días de la pandemia en donde el encierro me dio durísimo y me marcaron las primeras cuarentenas obligatorias; me parecieron tremendas. Además, el exceso del monólogo interior fue lo que me impulsó a escribir sobre lo que a mí me cambió la vida y la manera como yo resisto. ¿Y cómo resisto?, leyendo. Logré pasar la pandemia leyendo y escribiendo, si no, no hubiera sobrevivido.
—En Leer es resistir narra su experiencia con las charlas y talleres que daba en centros carcelarios, bibliotecas, escuelas. ¿Cómo ha visto el impacto de la lectura, especialmente, en los jóvenes?
Yo vi alguna vez a Paco Ignacio Taibo II en México trabajar con La brigada para leer en libertad, en donde leen en hospitales, fábricas y comunidades de todo tipo y me sorprendió, me pareció increíble, y pensé que es lo que había que hacer en mi país. Llevo 20 años sin parar, primero como profesor universitario y después como escritor profesional, de estar por todo el país hablando sobre la importancia de una emancipación o de una revolución, la revolución que crean la lectura, los libros y el pensamiento. Creo que cuando uno se hace lector siente el cambio y se da cuenta que hay un antes y un después y uno termina entrando a algo sorprendente y maravilloso de un universo que es único.
— ¿Alguna vez ha tenido que leer por obligación o compromiso?
Durante mucho tiempo leí por oficio o por obligación. Había textos en la academia que debía leer como profesor. También cuando trabajé como columnista y reseñaba libros fui un lector muy disciplinado. Actualmente si no me gusta y no me atrapa un libro, simplemente no lo leo porque estoy perdiendo el tiempo para entrar a algo que me fascina y me atrae y que, quizás, me va a sostener mucho tiempo en un universo en el que yo quiero estar. Por lo tanto, lo que no siento que sea revelador y diciente, que no me cambie de alguna manera la vida, lo dejo a un lado.
— ¿Volvió a las páginas de algunos libros para complementar su trabajo en Leer es resistir?
Sí, tuve que releer para recordar bien y poder opinar correctamente esto fue parte de mi pandemia y me ayudó a expresar cuál era la razón por la cual hay que leer esta novela o texto en particular. Me dediqué a releer porque, además de estar en cuarentena, había sufrido dos accidentes, estaba acompañado de una enfermera que me ayudaba ya que no podía ni amarrarme los zapatos. Eso me salvó. Volví a releer, a tomar notas y ahí lo fui armando. Espero que el lector se dé cuenta que el libro está escrito con una enorme nostalgia, dulzura y con el cariño de trasmitirle lo que han sido las lecturas que a mí me salvaron la vida.
— ¿Cree que el canon literario nos ha quitado la posibilidad de conocer a otros autores?
A mí el canon realmente me importa un comino. Eso de estar leyendo por obligación lo que supuestamente patrocina, fomenta y sugiere el establecimiento, no funciona. La lectura funciona porque uno necesita algo en un momento determinado de su vida a veces siento que hay una relación entre la comida y la lectura: te pueden decir que hay un restaurante francés buenísimo y debes ir allí porque la comida es selecta, y uno llega y come, pero sale desilusionado después de pagar un montón de plata porque lo que uno realmente quiere son lentejas con chorizo, arroz, comida bien sazonada, huevo frito, platanitos, papas a la francesa con una buena carne… Así pasa todo el tiempo, que lo que nos sugieren en restaurantes elegantes en realidad no lo queríamos ni se come rico. Con la lectura pasa igual, no se tiene que andar creyendo en el canon. Hay gente haciendo carrera para eso, pero me parece que cuando uno abre un libro siente desde la primera página que era lo que necesitaba, lo que quería leer y ahí hay que quedarse.
— ¿Cómo es la relación de Mario Mendoza con los lectores ya que no maneja redes sociales?
Buena pregunta. Tuve un blog durante muchos años y le respondía a todos los que me escribían, allí mantuve contacto con los lectores. Estuve en redes sociales hasta 2016 más o menos, pero al final me retiré porque la dinámica no me pareció sana y empecé a sentir que había algo en las redes que ya era no sólo violento o agresivo sino casi patológico. Pero sigo guardando contacto con ellos a través de FILBo o en las bibliotecas públicas, a veces grabo algún vídeo que rotan bastante y ahí me ven opinando. Con este libro me van a tener más presente que nunca porque es, quizás, el libro más testimonial y confesional que he escrito. No solo están las lecturas, si no buena parte de mi vida, es una especie de autobiografía a través de la lectura. Sigo teniendo con ellos una amistad de la que me enorgullezco.
— Algunos suelen decir que los jóvenes no leen ¿Qué opina de esta afirmación?
Son grandes lectores. Lo que pasa es que a veces los adultos tienen una ruptura y no saben cómo comunicar. Entonces se cree que los jóvenes no leen, pero si miras los índices de lectura juvenil van creciendo. Son grandes consumidores de libros y lectores increíbles. Cuando estoy en la FILBo te das cuenta de las enormes filas de jóvenes que llegan con los libros subrayados. Son muy apasionados pero hay que saber llegar, hablar y comunicar, y eso no es tan fácil.
— ¿Qué cree que buscan los jóvenes en la literatura?
Creo que ellos están buscando el sentido profundo que es algo que nuestra sociedad no nos brinda. También hay muchos adultos extraviados que no se pueden comunicar con el otro de corazón a corazón, y ellos sí están buscando eso en una época de redes, de hiperproductividad capitalista en un mundo en el cual les mentimos, los engañamos y donde les prometimos un mundo mejor y eso no fue cierto. Además, destruimos la capa de ozono, masacramos a las demás especies, convertimos el mundo en un basurero, nos reproducimos a una velocidad escandalosa. Nosotros los adultos fracasamos siendo mentirosos y ahora cómo les damos la cara, cómo les decimos la verdad, dónde están los libros en los que podemos ofrecerles una comunicación de corazón a corazón. Eso es lo que buscan.
Me parece que son hábiles, diestros y están en pie de lucha. El país ha dado un cambio fundamental en las últimas elecciones e hicimos historia gracias a ellos, fue el voto joven el que nos salvó. Creo que las grandes batallas las han dado ellos que salieron a la calle a protestar y tumbaron a un ministro con una reforma tributaria. Son muchachos muy combativos, no hay que despreciarlos ni mirarlos por encima del hombro, tampoco considerar que están prácticamente alienados en videojuegos, pues esa narrativa me parece que es muy peligrosa.
— ¿Qué tanto le ha aportado el apoyo de los influenciadores digitales?
No lo sé muy bien porque estoy por fuera de las redes sociales. En el momento en el que me retiré había unos pocos booktubers. Es un fenómeno que ha surgido en los últimos años. Algunos me han entrevistado, pero la verdad estoy un poco apartado de ese circuito, aunque admiro a cualquier persona que lea y quera difundir.
— ¿Qué libro le recomiendas a los jóvenes? Un libro que me ha parecido precioso es El peligro de estar cuerdo, de Rosa Montero. Fascinante e inolvidable.