novela de Fernando Quiroz (Planeta), la oficina de prensa envió un completo
boletín:
todos los momentos de su existencia. El narrador de esta novela, en cambio, los
ve en vida mientras asiste a su propio entierro.
fortuna que ha conseguido como publicista. Siente que nada tiene sentido aunque
todo lo pueda, por eso decide volver a empezar. No le queda duda de que para
vivir de nuevo hay que morir primero.
hombre a renunciar a la gloria para iniciar una valiente búsqueda de sentido.
Con una narrativa intimista que nos habla de las honduras del ser humano va
apareciendo una pregunta inevitable: ¿la vida que llevamos es la que queremos?
de manera tan festiva que habían logrado convocar decenas de personas a su
alrededor. Era una fiesta. Invitado por uno de los violinistas—el más espigado
del grupo—, el público por momentos acompañaba el ritmo con las palmas, por
momentos movía las manos extendidas hacia el cielo. Algunos bailaban, casi
todos tomaban fotos. La emoción era contagiosa. Al final, las monedas llovieron
de manera generosa. Sin duda, tenían talento. Pero no era su maestría con los
instrumentos lo que premiaban los asistentes, sino esa inyección de vida que
recibían por cuenta de su música.
comprobar que tenían mi edad y se jugaban la vida —y aún jugaban en la vida—,
que no lo tenían todo resuelto, que carecían de vergüenza, que cada sonrisa de
la gente los conmovía como si se tratara de un premio enorme, que tal vez no
buscaban la felicidad como meta sino que vivían en ella como estado, eso, su
derroche de vida pero también su incertidumbre, me conmovió”.