Mito, metáfora y reflexión poética en
El Mono Gramático
Por: Rosita Catalina Isaza Cantor.
Profesional en Estudios Literarios.
Docente, investigadora y traductora.
El Mono Gramático
Por: Rosita Catalina Isaza Cantor.
Profesional en Estudios Literarios.
Docente, investigadora y traductora.
Artículo publicado originalmente en la edición Nº 80, octubre de 2010 de la Revista Libros & Letras
El Mono Gramático es un texto multifacético y plural en su composición, su escritura y su contenido. Por esto, podemos verlo como texto moderno (texto de la modernidad, del modernismo, de las vanguardias). Sobre esta base se dirigirá el presente texto, basándome principalmente en lo establecido por Saúl Yurkievich en su texto sobre el modernismo y las vanguardias en Latinoamérica (La movediza modernidad).
Lo moderno del texto viene dado desde su autor mismo, un literato, poeta, gran crítico de esta época (su oficio como ensayista nos lo revela con claridad). Por eso resulta inevitable que en su obra se fundan todas sus facetas en tanto que humanista y hombre de letras inscrito en un momento histórico determinado: a partir de sus reflexiones nos muestra cómo el lenguaje entraría en relación con la realidad y de qué manera se puede establecer diferencia con el lenguaje poético. Del mismo modo, retomando y re-significando un antiguo mito de la India, habrá de ofrecernos una serie de reflexiones sobre la existencia, la alteridad y su visión del mundo (faceta filosófica). De este modo se construye un libro cuyo matiz ensayístico se deja ver con claridad.
Paz asume una intención de “diálogo con este tiempo que a todos nos involucra, con el fluir cambiante y totalizador de la Historia”, ya que es un “hombre inmerso en la corriente temporal, que vive activamente en la dimensión histórica” (Yurkievich, 211). En su discurso de Estocolmo alude a su consciente pertenencia a la modernidad (hecho que implica asumir la expulsión del presente), de la siguiente manera: “Acepté lo inefable: fui adulto. Así comenzó mi expulsión del presente… Buscaba la puerta de entrada al presente; quería ser de mi tiempo y de mi siglo… Quise ser un poeta moderno, comenzó mi búsqueda de la modernidad.” (18)
A lo anterior se suma el hecho de que el libro constituye un enorme poema épico, poema en prosa, novela reflexiva. Las características que menciono, se ven formalmente en el texto. En lo relativo al poema en prosa, por ejemplo, hay específicamente dos capítulos en el libro, donde la forma varía notablemente, pues el texto se presenta bajo la apariencia de un poema: versos, estrofas. Veamos:
no son las sensaciones, las percepciones, las imaginaciones y los pensamientos que se encienden y apagan aquí, ahora, mientras leo lo que escribo: no son lo que veo ni lo que vi: son el reverso de lo visto y de la vista: …son el residuo no dicho no son el otro lado de la realidad…, el otro lado que no puede ser nombrado porque es lo contrario del nombre… (El Mono Gramático: 49, 51)
Con lo anterior comenzamos a ver una clara e importante característica del modernismo. Cuando Octavio Paz despliega todas estas facetas que he mencionado en el texto, no está haciendo otra cosa que recurrir al hibridismo de géneros, lo que en palabras de Gutiérrez Girardot sería el eclecticismo. Veamos de qué manera lo expresa Yurkievich:
Nuestra novela rompe el cerco del verismo factible, literal y lineal; rechaza las imitaciones preceptivas y perceptivas de la reproducción decimonónica; pone de nuevo en juego el ingenio retórico y la invención lingüística; perpetra la hibridación genérica apropiándose de los recursos propios de la enunciación poética (…) El modernismo opera la máxima ampliación de todos los órdenes textuales,… la máxima amplitud estilística (36 y 20).
Paz es un autor ecléctico no sólo por la forma en la que sus textos involucran distintos géneros literarios, sino porque, más allá de poeta, se convierte en pensador y crítico. Y esto sucede precisamente porque la poesía moderna es también un ejercicio crítico, ya que “incumbe al poeta admirarse del hecho ingente que es el pensar” (Machado). Paz nos demuestra que para el artista de la modernidad es imposible alejarse del hecho crítico: el poeta debe instalarse en un presente y cuestionarlo. Lo mismo sucede con la filosofía o la historia, pues éstas reconocen la naturaleza heterogénea y multiabarcante de la vida. Por eso, comienzan a valerse de múltiples recursos (lenguaje poético, literario, conjunción con las artes) para llevar a su reflexión a puntos cada vez más ricos y profundos. Parafraseando a Chantal Maillard, podemos decir que la historia en tanto que saber acerca de lo temporal, convierte a la filosofía en poesía.
Dentro del marco del eclecticismo tenemos el carácter épico de El Mono Gramático. Dicho carácter viene dado desde el texto mismo en el que se inspiró: el Ramayana, uno de los dos poemas épicos de la India. Además de esto, con la reconstrucción de uno de los mitos allí presentes, el de Hanuman, se está creando otro pensamiento fundacional tocante a la concepción del lenguaje del poeta y sus posibilidades expresivas. Dicho pensamiento fundacional que parte de una forma de ver el mundo distinta a la occidental: se trata de una visión de mundo a partir de Oriente, a partir de la India y sus textos épicos y sagrados.
El hecho de retomar el mito ofrece una serie de rasgos importantes en relación con la modernidad y el modernismo. Como primera medida, hay que tener en cuenta el tiempo histórico que vive el autor, un momento en el que “sin posibilidad de integración satisfactoria, la completud se desplaza a un pasado mítico, el arte no consigue ya representar al hombre en su mundo” (Yurkievich, 18). Retomar el mito es, pues, acudir a un “pretérito prestigioso”, como llama Yurkievich a lo que hacen los modernistas. En una época donde la secularización ha traído como consecuencia la desacralización y desmiraculización del mundo, surge la necesidad de crear una nueva mitología que nos recupere de la escisión sufrida: la búsqueda de la modernidad nos lleva necesariamente a al origen: “Los seres humanos son criaturas, y no podemos vivir fuera de la cultura. La cultura significa mitología, religión, ciencia, etc. Estamos condenados a crear otra naturaleza… Necesitamos una mitología” (Paz), “El mito existe porque hay una necesidad de él” (Barthes).
Este desplazarse a Oriente, esta búsqueda de otros horizontes es también característico del rasgo cosmopolita del modernismo.
Se quiere absorber vertiginosamente la historia universal y la geografía mundial (…) A través de lo exótico, los modernistas persiguen el extrañamiento arrebatador, la total alteridad, aquello que por alianza con lo mítico y lo erótico ausenta, exime, metamorfosea, posibilita el desenfreno, facilita el aflujo de la fabulación fantasmática, propicia una conducta completamente emancipada (Yurkievich, 19, 20)
Retomar el mito implica conocer lo original y, en relación con esto, nos damos cuenta que Hanuman es hacedor de enormes proezas y cosas sobrenaturales, pero sobre todo de que es el inventor de la gramática, con lo cual hay una remisión al origen. Paz toma el mitema del mito y lo toma como episteme para poder llevar a cabo todo el conjunto de enunciados y propuestas en torno al lenguaje, la realidad y la poesía. Podría decirse que Octavio Paz mismo deviene El Mono Gramático en su libro para indagar en los problemas más profundos alrededor del lenguaje.
Para entender de qué manera el propio autor deviene Mono Gramático y el funcionamiento del mito al respecto, es necesario hacer primero una ampliación de los conceptos de mitema y episteme. El primero de los términos mencionados se encuentra esbozado por Roland Barthes en El mito hoy. Según Barthes, el mito en la modernidad funciona como sistema semiológico, no sólo porque está vehiculado por el lenguaje —entonces todo lo que justifique un discurso puede ser un mito, además porque el universo es infinitamente sugestivo—, sino porque es posible incluirlo dentro de un sistema de funcionamiento similar al de significado, significante y signo (a la manera de Saussure), con la diferencia de que el mito se edifica a partir de una cadena semiológica que existe previamente: “El mito es un sistema semiológico segundo”.
El mito se vale de esta cadena previamente existente para configurarse de la siguiente manera: hay un vaciamiento del signo como sentido que hace que éste se vuelva forma. Esta forma es el término final del sistema primero y a la vez es el término inicial del segundo sistema: se vuelve el significante de este segundo sistema. Necesita, entonces—una vez que está vacío—llenarse de un concepto que “absorberá esa historia que se desliza entre la forma”. Una vez que se ha llenado a la forma de que la forma está llena con el concepto, surge la nueva significación que no es otra cosa más que el mito mismo. El mitema viene siendo, entonces, esa historia que se desliza entre la forma, es decir, ese sentido que queda latente en la forma vaciada.
El concepto de episteme se encuentra explicado por Foucault en Las palabras y las cosas. Constituye un conjunto de enunciados que posibilitan objetos, prácticas, discursos e instituciones. Entonces, el mitema del mito del Mono Gramático tomado como episteme, constituye la posibilidad —gracias precisamente a que se constituye como episteme— para el poeta de llevar a cabo todos sus enunciados y propuestas en torno al lenguaje. Estos enunciados o propuestas son, a mi entender, el episteme mismo.
Una vez entendido lo anterior, podemos pasar a ver de qué manera lo hace Octavio Paz con Hanuman y por qué él mismo es en el libro un Mono Gramático. Se retoma el mito del Ramayana, teniendo en cuenta la enorme fuerza significativa que tiene la figura de Hanuman, pues éste es transgresor, realizador de proezas y creador de la gramática: Hijo del viento, poeta y gramático, Hanuman es el mensajero divino (127). Lo último, es decir, el hecho de ser gramático, de ser poeta incluso, sugiere claramente una relación con el lenguaje mismo, con sus normas de funcionamiento (gramática) y con la creación gracias a éste (poesía). Así, pues, vacía ese mito y lo llena con su propia intención de pensador moderno de transgredir, cuestionar y realizar proezas con el lenguaje. Puede decirse, metonímicamente hablando, que el título se relacionaría con su autor.
Cuando Paz deviene él mismo Mono Gramático y revive el mito. Cuando un mito es revivido, se convierte en rito: recorrer el camino de Galta, su escritura, sus cuestionamientos. Todas estas son formas de hacer el rito, por eso es necesario conocer el mito del origen, pues “no se puede cumplir un ritual si no se conoce el “origen”, es decir, el mito que cuenta cómo ha sido efectuado la primera vez” (Eliade). “El poeta vuelve a ser hierofante, mago, misántropo, chamán, pero moderno, es decir, desdoblado por la conciencia irónica que desteje la textura del lenguaje” (Yurkievich, 229)
Comienza entonces una metarreflexión cuyo problema principal está ligado a la capacidad o carencia de ésta del lenguaje de expresar la realidad. Se sugiere al lenguaje como causa de expulsión de un paraíso donde existe una gramática ontológica capaz de nombrar la particularidad, la individualidad de las cosas y de enfrentarse a éstas en su total plenitud, sin peligro de enloquecer (que es lo que nos pasaría si pudiéramos prolongar ese instante efímero en que contemplamos la realidad). Paz se da cuenta que “el lenguaje lineal y temporal del hombre resulta incompatible con la simultaneidad tempoespacial del universo” (Yurkievich) y que la única palabra que podría expresar (aunque sólo momentáneamente, porque inmediatamente se desvanece) esa visión es la poética: “Para concebir la realidad, para decirla, se necesita una palabra antitética, alusiva, sinuosa, laberíntica, pasional, metafórica, plurívoca” (Yurkievich).
Es esa la palabra que busca su expresión en el libro: Paz pone en evidencia la fuerza y el funcionamiento de la metáfora (figura retórica por excelencia del lenguaje poético). Lo anterior sugiere que el lenguaje puede funcionar (o funciona) como metáfora de la realidad, al tiempo que desbarata esas metáforas entrando a fondo en ellas, desmembrándolas hasta encontrar su origen, su lógica. Así Paz lleva a cabo el papel de Mono Gramático y comienza a jugar con el lenguaje haciéndonos ver cómo dentro de él mismo se encuentran toda clase de contradicciones y paradojas: juega con la gramática y pone en evidencia esa plurivocidad del lenguaje, su condición laberíntica, alusiva, antitética.
Las oposiciones y los conflictos se instalan al interior del discurso para minar la concatenación lógica, la coherencia conceptual… Se saturan los textos de metáforas radicalizadas. La metáfora es el recurso predilecto para provocar extrañamiento, para desrealizar y literaturizar el discurso… Alcanzar por el extrañamiento la trascendencia irrealizable en la práctica social, vislumbrar por la utopía la completud… El poeta busca sobrepasar los significados emergentes para que resurjan las virtualidades semánticas.
(Yurkievich, 24, 26)
En medio de su labor como gramático, Paz se sirve de las mismas reglas del lenguaje —es decir de su gramática (por ejemplo cuando emplea los adverbios)— precisamente porque éstas le permiten sacar y poner las palabras en contexto según sus necesidades y así poder explotar la expresión al máximo. Esto no es otra cosa que jugar con el lenguaje, algo propio de los textos de la modernidad, donde “la palabra poética ha estallado.” Quizás por eso la palabra poética se vuelve torcida y por eso es tan difícil que las relaciones de la retórica (lenguaje poético por excelencia) se alejen de lo inquietante. El lenguaje se convierte en una entidad transgresora y astuta: el lenguaje poético (retórica), le hace trampas a la lógica (gramática del lenguaje puramente lingüístico). Todo esto es posible gracias a la naturaleza plurívoca del lenguaje, es decir, se presta a diferentes interpretaciones: “La palabra poética en la modernidad es plural” (Barthes). La poesía transgrede, se presenta como un puente que busca reconciliar, que busca llenar un vacío, lograr vencer una escisión. Este sería el papel de la poesía contemporánea.
Las posibilidades expresivas del lenguaje poético nos permiten la captación momentánea de esa realidad que, una vez nombrada, se esfuma, se desvanece. Se quiere acceder a cierta fijeza, quizás por eso Octavio Paz dice en su discurso que “el poema es presente fijo”, tal vez por eso lo que los modernistas perseguían con su creación artística era la “captación de lo momentáneo, de las impresiones huidizas” (Yurkievich, 40). El artista moderno, como lo dice Baudelaire, “concentra su visión en el momento fugaz y sus sugerencias de eternidad”. Por eso es que, inmediatamente logra el lenguaje poético nombrar ese instante de realidad que le es dado percibir, su palabra se desvanece: el camino también desaparece, mientras lo pienso, mientras lo digo (…) Y apenas lo digo, se vacían, las cosas se vacían (…) Entre mis labios el árbol desaparece mientras lo digo. (12, 51)
Esta momentaneidad de la fijeza que nos lleva a pensar en la idea de modernidad que nos sugiere Paz en su discurso y que se puede relacionar con la metáfora empleada por Marshall Berman como título de su libro: Todo lo sólido se desvanece en el aire. La modernidad es “tiempo que se desliza entre las manos”(Paz), es lo efímero y lo contingente.
Paz nos transmite todo lo anterior mediante su propia reflexión interna.Con ella hace un viaje mental a partir del viaje físico por el camino de Galta: hay una clara analogía entre camino y escritura. Pero es el lenguaje mismo el que le posibilita recorrerlo, inventarlo a medida que lo recorre (11). Es la creación por la poesía la que le permite inventar en su recorrido: En los vericuetos del camino de Galta aparece y desaparece el Mono Gramático (107). En los vericuetos del camino de Galta se están dando todas las reflexiones con relación al lenguaje. En los vericuetos del camino de Galta se teje el recorrido del Mono Gramático y se teje El Mono Gramático mismo.
El camino de la escritura, ese que lleva al poeta por los vericuetos del lenguaje y que le sirve como vehículo de sus reflexiones, de su qué hacer crítico, poético y filosófico, se va recorriendo a la par que el camino de Galta. Al mismo tiempo que hace este viaje físico, hace un viaje mental: es en la mente del poeta donde se llevan a cabo todas estas disquisiciones sobre la expresión poética. “La noción de experiencia personal en la modernidad, queda relegada al fuero privado, al reino interior; ahora concierne sólo a la individualidad psicológica””(Yurkievich). El libro es un discurrir dentro de la mente del autor (espacio textual), que se sirve de las descripciones (catálisis expansivas: momentos donde el valor de la mirada, —ese contemplar el instante, contemplar los cuadros del templo— va a ser decisivo).
En conclusión, las dos directrices básicas en El Mono Gramático serían, pues, las siguientes: en primer lugar, la reapropiación del mito trasvasado al establecimiento de un rito que nos lleva a lo fundacional en relación con lo que sería el lenguaje poético de la modernidad. En segundo lugar, está la propia constitución del lenguaje, dentro de la cual nos es posible distinguir la fuerza de la metáfora y las reflexiones que de su cuestionamiento se derivan, la importancia del instante como culminación de la expresión poética.
Hemos visto, entonces, cómo el texto goza de un carácter moderno en muchas facetas y dimensiones de lo moderno: manejo del lenguaje, composición ecléctica, por retomar el mito (necesidad propia de las sociedades, pero más característica aún de la modernidad luego de que el mundo sufriera una desacralización), y por los constantes cuestionamientos que se hacen, entre otros, en relación con el lenguaje, la poesía y su sentido en el mundo actual. Y es que todos estos cuestionamientos traen consigo una cuestión filosófica profunda: la búsqueda de sentido en un presente en el que el hombre que se encuentra inscrito en la realidad de la modernidad, padece una escisión y, hasta cierto punto, una pérdida de la certeza.