Por: Gloria Cepeda Vargas/ II Parte.
1935. La noche de navidad muere en Orihuela a los 22 años de edad su amigo Ramón Sijé. Ramón Sijé o José Marín Gutiérrez que era su verdadero nombre, fue la persona que ejerció más influencia sobre Miguel durante la primera etapa de su vida de escritor. Era un hombre ilustrado, licenciado en Leyes, con activa correspondencia mantenida con personajes de la talla de José Ortega y Gasset, Manuel de Falla y Juan Ramón Jiménez y asiduo colaborador de casi todos los medios escritos de la región.
La muerte de su amigo lo derrumba y como homenaje a su memoria, escribe una de las Elegías más sentidas que conoce nuestra lengua: Yo quiero ser llorando el hortelano/ de la tierra que ocupas y estercolas/ compañero del alma tan temprano/ Alimentando lluvias, caracolas/ y órganos, mi dolor sin instrumento/ a las desalentadas amapolas/ daré tu corazón por alimento/ tanto dolor se agrupa en mi costado/ que por doler, me duele hasta el aliento.
1936. Escribe y publica uno de sus libros clave: El rayo que no cesa. Ahí incluye la Elegía escrita para Sijé y reúne en un solo tomo El silbo vulnerado e Imagen de tu huella. El rayo que no cesa, con estilo a la manera de Garcilaso e influido por Las furias y las penas de Quevedo, es un libro conformado casi en totalidad por sonetos de amor muy bien logrados y palabras contestatarias: Me llamo barro aunque Miguel me llame/ barro es mi condición y mi destino.
En 1936 estalla la guerra civil española y esto lo mueve a tomar partido. Se despide de los suyos en Orihuela y se alista en el Quinto Regimiento de Zapadores y Minadores con unidades destacadas en los frentes de Andalucía, Teruel y Extremadura.
Se convierte en un hombre de trinchera del ejército republicano, escribe y recita para los hombres de su batallón, es nombrado comisionado de cultura, viaja a Valencia para asistir al II Congreso Antifascista y luego a Moscú al V Festival de Teatro Soviético. En este contexto, publica en 1937 Viento del pueblo, una obra social y política, denunciadora del drama de los campesinos españoles en poemas tan sensibles como Aceituneros y el tan conocido El niño yuntero: Carne de yugo ha nacido/ más humillado que bello…
En un breve paréntesis entre los fuegos de la guerra, el 9 de Marzo de 1937, se casa en Orihuela con su novia de siempre, la costurera Josefina Manresa, única inspiradora de su poesía de amor, a quien había conocido en 1933.
En Viento del pueblo encontramos un poema que interpreta en forma lúcida el tiempo que le toca vivir. Lo escribe en el frente para la esposa lejana. Se titula Canción del esposo soldado. Es un poema largo desglosado en cuartetos rimados una de cuyas estrofas dice: He poblado tu cuerpo de amor y sementera/ he prolongado el eco de sangre a que respondo/ y espero sobre el surco como el arado espera/ he llegado hasta el fondo.
La Alianza de Intelectuales de Valencia lo nombra Poeta del Pueblo y Gran Poeta de la Guerra.
En Agosto de ese año el Ministerio de Instrucción Pública lo envía a Rusia a estudiar el arte escénico de ese país. Viaja entonces por Moscú, Kiev, Estocolmo, Londres, París. Realiza un periplo largo y fructífero; finalizado éste, vuelve a Orihuela y después nuevamente al campo de batalla.
1937 es un año de grandes acontecimientos para él. En diciembre de ese año, en el frente, recibe la noticia del nacimiento de Manuel Ramón, su primer hijo. Esto le produce una serie de emociones encontradas. Por un lado, la alegría infinita del advenimiento de su hijo. Por el otro, el temor que siente ante lo incierto de su futuro. España es en ese momento un país que arde por los cuatro costados, víctima de toda clase de angustias y estrecheces económicas. Un día recibe una carta de Josefina en la cual le dice que el niño se alimenta de sólo pan y cebolla. Escribe entonces uno de sus poemas emblemáticos: las célebres Nanas de la cebolla, donde describe con palabras líricas y acongojadas, el drama de su mujer y de su hijo: La cebolla es escarcha/ cerrada y pobre/ escarcha de tus días/ y de mis noches/hambre y cebolla/ hielo negro y escarcha/ grande y redonda…
El niño vive solamente diez meses y su temprana muerte le produce un dolor infinito. A estas alturas, su vida molida en toda suerte de amarguras y frustraciones, drena mediante la palabra iluminada y valiente que hoy conocemos como la obra dramática y poética de Miguel Hernández.
Dos años después, en Marzo de 1939, nace su segundo hijo, Manuel Miguel quien le devuelve la alegría que la desaparición de su primogénito le había arrebatado.
Mientras tanto la guerra continúa con la movilización constante de un frente a otro. Carente de víveres y armamento y con la sola ayuda de México y Rusia, la situación del ejército republicano empeora cada día. Miguel escribe entonces El hombre acecha que no verá publicado. Una comisión depuradora franquista comandada por el filólogo Joaquín Estrambasaguas, ordena la destrucción completa del tiraje de 5000 poemarios. Se salvan dos ejemplares lo que permite la edición del libro en 1981.