Prohibida
Jorge Avilés Concepción
La miraba y en sus ojos sonreía
la ternura de amor, como en mi alma.
Ante su física belleza yo sentía
latir mi corazón, en paz y en calma.
La añoraba en mis ansias, sin ser mía
con el temor de llegar un día a sus labios
cuán fresco manantial ella tenía
en su dulce sonriza, sin agravios.
Su presencia mitigaba mi tristeza
calmaba mi pesar y mis dolores,
mi cielo lo alumbraba su belleza,
en la oscura ruina de mis amores.
Al verla yo sentía, florecía
un rosal de amor y de ternura.
Era como llenar una copa vacía
en el embriagante néctar de su dulzura.
Su fragancia en mi alma eran mieles
que embriagado de amor lucía cobarde,
de todas… para mí era la Cibele
y sin embargo, a su amor llegaba tarde.