Traje negro
Por: Germán Valenzuela S. (Colombia)
Me asombré cuando te vi en el perchero,
ahí, viejo, desteñido, taciturno, marginado
y recogido cual frailejón triste
esperando lo que se ha ido
o recordando lo que fue un amor sincero
en una sociedad de vanidades y vanidosos.
Ahora que estamos solos, platiquemos: Dime, ¿Desde cuándo dejaron de usarte?
¿En cuántos entierros pomposos estuviste
acompañando el sufrimiento propio o ajeno,
y llorando inconsolable tus dolorosas lágrimas
que estás pendiendo en un clavo oxidado
en el cuarto de San Alejo, lleno de polvo, cucarachas, bichos, salamanquesas y ruina?.
Sigues noche tras noche inmóvil en la pared,
oloroso a neftalina que ya no te protege
porque los murciélagos danzan su danza,
las arañas tejen sueños fantásticos o reales,
la polilla fabrica su sin igual estuche
para luego iniciar su obra de destrucción,
las avispas patiamarillas protegen el lugar,
y están ahí porque saben que ya ni te miran,
no te necesitan porque el luto pasó de moda,
o el verdadero dolor en los seres ya no existe.