Por: Universocentro y Janeth Posada/ Medellín/ Colombia.
En la anterior Fiesta del Libro de Medellín se presentó el libro Entre el miedo y el mal (el género negro en la poesía colombiana) que recopila los poemas más representativos de la literatura del crimen en la poesía de nuestro país. Tanto El Colombiano como Uuniversocentro lo reseñaron como uno de los libros recomendados en dicho evento.
El género negro, novela y cuento incluidos, trata de explorar el mundo del crimen, describiéndolo desde adentro, penetrando en sus más secretos recovecos. Por ello mismo es que, como decía Paco Ignacio Taibo II: “una buena novela negra investiga algo más que quién mató o quién cometió el delito, investiga a la sociedad en la que los hechos se producen. Empieza contando un crimen, y termina contando cómo es esa sociedad”.
Su búsqueda, más allá de encontrar o no un culpable, es también una búsqueda estética con una motivación que puede ser abiertamente filosófica o sociológica: encontrar la verdad, describir el entorno deteriorado por el miedo, la inseguridad, la violencia, la venganza, la maldad o la corrupción, y tratar de describir cómo esas características impactan al ser humano e influyen en él como víctima o victimario, detallando el sentido de las relaciones entre los dos protagonistas: cómo la sociedad cambia al individuo y cómo este se deja transformar por aquella, casi siempre para mal. Pero lo más llamativo es la descripción de las atmósferas: callejones y antros oscuros y asfixiantes; injusticia, traición, inseguridad y depravación. El ambiente —primordialmente urbano— de barrio, de esquina, de bajos fondos, es lo que lo define en sus límites territoriales.
Y porque le gusta a los escritores y a sus lectores explorar este mundo del crimen —y aquí nos centramos de modo particular en la novela negra— este tipo de literatura se ha extendido por todas las latitudes, cada vez con un mayor número de adeptos y un respeto creciente por los títulos que se publican. Nuestro país no es la excepción: Gonzalo España, Ramón Illán Bacca, Santiago Gamboa, Mario Mendoza, el mismo Emilio Alberto Restrepo, para citar algunos. Novelas y cuentos donde predominan las ya conocidas atmósferas que transpiran miedo, violencia, injusticia, inseguridad, corrupción, como espejo de lo más convulso de nuestra sociedad, y donde debe prevalecer la acción, como corresponde a cualquier obra narrativa.
Y he ahí lo interesante del libro Entre el miedo y el mal, antología compilada por el escritor antioqueño Emilio Alberto Restrepo: la mirada a ese mundo oscuro desde una nueva perspectiva. Dado que no es la acción sino la búsqueda de una imagen, de una sensación, la expresión de un sentimiento o de una reflexión lo que quiere lograr el poeta, las posibilidades se abren al universo íntimo en el que se mueve la poesía, aunque nos hable de la vida de afuera. Digámoslo así: si en la novela un hombre acuchilla a otro en la mitad de una calle, en la poesía podremos oír la voz interior de quien se prepara para asesinar o quien se prepara para ser asesinado. Se abre también la posibilidad de un nuevo lenguaje, pues la sonoridad y la cadencia propias de la poesía se mezclan con el lenguaje casi siempre llano y crudo del llamado género negro y en su mixtura ambos se enriquecen.
Restrepo, autor de La milonga del bandido (novela, 2005), Después de Isabel, el infierno (novela, 2012) y Un asunto miccional y otros casos de Joaquín Tornado, detective (cuentos, 2013), entre otros, se puso en la tarea de rastrear poemas con temática negra en la literatura colombiana. Asunto nada fácil, dado que hasta ahora no se había hecho una recopilación de este tipo y los poemas se encuentran desperdigados en cientos y cientos de páginas escritas por poetas de todas las vertientes —lo cual resulta natural a la luz de nuestra historia. Sin embargo, luego de un rastreo amplio, no se encuentran en la literatura colombiana referentes previos consolidados en cuanto a la existencia de “lo negro” en la poesía. Por lo menos como género. Lo que existe son intentos aislados, poemas que deambulan y conspiran cada uno por su lado, pero sin unidad temática, sin circunscribirse en corrientes o movimientos. Esta antología trata de ser el primer intento. Ese es su gran valor, su verdadero aporte, la impronta que lo define y lo hace un proyecto novedoso y original.
Entre los poetas seleccionados hay ciento cincuenta años de recorrido y un nutrido grupo de autores que, probablemente sin la intención de hacer parte de esta corriente, y sí con la necesidad de liberarse, dan cuenta de una realidad que oprime afuera y adentro… Nadaístas como Gonzalo Arango, Eduardo Escobar y Jaime Jaramillo Escobar, representantes de la generación desencantada (José Manuel Arango, Juan Manuel Roca), del grupo Mito (Fernando Charry Lara, Álvaro Mutis) y poetas que no han sido incluidos en ninguna generación, pero que no por ello son menos importantes: Helí Ramírez, Piedad Bonnett, Raúl Gómez Jattin, Bernardo Arias Trujillo, entre muchos otros, que abordan temas como el miedo interior del hombre común, la vida de la cárcel, el pillaje, el suicidio, la guerra, nuestra guerra tan particular, que cada vez más asume la forma de la delincuencia.
Esta antología es pues una muestra valiosa del paso de lo oscuro por el género más sublime. Un primer acercamiento que seguramente obligará a los inquietos a continuar la búsqueda. Y aunque, como toda antología, obedece a un criterio personal, la selección cumple su cometido: “recopilar textos representativos que hacen alusión a ese mundo sin perder la música, sin sacrificar esa cadencia que siempre deja algún sinsabor en el espíritu, como en los buenos tangos (…), con el gusto agridulce de la insatisfacción, en seres humanos marcados con el sello de la perdición y la derrota”, como bien dice Emilio Alberto Restrepo en su texto de presentación.
En resumen, Colombia sí hay una tradición poética que tiene que ver con el crimen, que trata de pintar imágenes del bajo mundo, que recrea metáforas alusivas al oscuro universo de la muerte y del delito en un ambiente urbano cargado de asperezas y conflictos sociales. Sin embargo, luego de un rastreo amplio, no encontramos en la literatura colombiana referentes previos consolidados en cuanto a la existencia de “lo negro” en la poesía. Por lo menos como género. Lo que existe son intentos aislados, poemas que deambulan y conspiran desperdigados en periódicos, libros y revistas, pero sin unidad temática, sin circunscribirse en corrientes o movimientos. Esta antología trata de ser el primer intento.