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Adriana Romano |
Por: Pablo Di Marco / Argentina / Especial para Libros & Letras.
Era un domingo de garúa. Me acerqué a mi biblioteca en busca de alguna historia que me rescate del aburrimiento. El azar me llevó a Una biografía de la lluvia, un ensayo de Santiago Kovadloff. En el último capítulo (los milagros siempre ocurren al final) el autor relata su encuentro en Madrid con una escritora argentina llamada Adriana Romano. Habrán sido aquellas líneas que decían que “… en aquella mujer obraba el arte de poblar de ensueños cada sitio que ocupaba…”, o quién sabe qué, la cuestión es que me enamoré de Adriana Romano de inmediato. Desde Anna Karenina que los libros no me regalaban semejante amor de papel.
Un año después entré refunfuñando a la Feria del Libro de Buenos Aires (no me hallo entre tanta gente, luces, micrófonos y egos), pero debía acompañar a una amiga que daba una conferencia, y de paso aprovecharía para retirar unos libros del stand de la editorial Modesto Rimba. El destino me guiñó un ojo: quien lo atendía era su propia editora, Adriana Romano. ¿Era la misma que…? Sí, por supuesto que lo era. Y me llevó apenas un segundo comprender que Kovadloff no había exagerado. Pactamos con Adriana un próximo encuentro en el que —entre mates, cafés, y extrañas brújulas que no siempre apuntan al norte— conversamos, intercambiamos libros, y comenzamos, muy de a poco, a darle forma a la siguiente entrevista:
Sos la protagonista de “Las secretas donaciones”, uno de los ensayos que forman parte de Una biografía de la lluvia de Santiago Kovadloff. Allí Santiago dice de vos: “… en aquella mujer obraba el arte de poblar de ensueños cada sitio que ocupaba”. Contame cómo reaccionaste en el preciso instante en el que leíste esas líneas.
A: Asombro, porque soy bastante ensimismada y no me entero de lo que provoco en los otros. También agradecimiento; Santiago podría haber usado otro sustantivo y cambiar ensueños por pesadillas. Eso hubiera sido demoledor, jaja.
Debiéramos sumar a Santiago a esta charla, a ver qué tiene para decir. Decime, Adriana: tu novela Cuando deje de llover fue finalista en 1998 del primer Premio Clarín de Novela (con Bioy Casares, Roa Bastos, y Cabrera Infante de jurados, nada menos). La novela permaneció casi veinte años oculta en un cajón y ahora acaba de ser publicada. No siempre es sencillo releerse a uno mismo tanto tiempo después. ¿Te reconociste al reencontrarte con esas páginas?
A: Era mi escritura en el pasado. Abrir el cajón donde ha dormido una novela durante veinte años es abrir el pasado. Como cuando te encontrás con tu foto del baile de egresados de la secundaria, más o menos. Sabés que sos vos pero ya no lo sos. Así me pasó con Cuando deje de llover, que ni siquiera se llamaba así en su primera versión. Entonces decidí reescribirla. Respeté, claro, el conflicto.
A la hora de sentarte a escribir una nueva historia, ¿qué ganaste y qué perdiste de tus inicios a hoy?
A: Perdí la impericia y gané en recursos narrativos, experiencia de vida y confianza. La novela tenía una escritura demasiado lírica y un acercamiento al conflicto algo ingenuo. Haber publicado el año pasado un libro de poesía hizo que pudiera desechar sin culpa las descripciones poéticas; en cuanto a la mirada ingenua, veinte años provocan ciertos cambios.
Dejemos a la Adriana-escritora y hablemos un poco con la Adriana-editora. El mundillo de los libros a veces pareciera vivir a espaldas del resto del mundo. Tantos amigos que reseñan a amigos, tantos premios arreglados, y tantos editores desinteresados por descubrir a nuevos autores han creado un gueto en el que no siempre publican los mejores sino los expertos en relaciones públicas. Vos, como una de las responsables de la editorial Modesto Rimba, ¿cómo hacés para escapar de este círculo vicioso?
A: No sé de círculos ni favores, vivo al margen de eso. Me asfixian los guetos. Me relaciono con personas comunes sean escritores o no. Los lazos, las transas y los arreglos están muy lejos de mi universo. Cuando un texto es valioso no me importa si es de alguien conocido o no. Y en cuanto a las reseñas y a los favores que se piden a amigos, prefiero que mi literatura haga su camino, si tiene que ser ya se encontrará con algún reseñador al que le dé ganas hablar de ella. Como vos, ¡jaja!
Creo que nos debemos otra entrevista para hablar tan solo de Cuando deje de llover; es una novela que merece un Diario de lectura. Decime, Adriana, Modesto Rimba participó con su propio stand de la última Feria del Libro de Buenos Aires. ¿Cómo fue la experiencia?
A: La experiencia fue hermosa, haber priorizado el vínculo antes que el resultado hizo que los resultados fueran extraordinarios. Modesto Rimba es una editorial diferente exactamente por eso, lo vincular estuvo siempre antes que el diseño institucional. Lograda esa instancia, obviamente viene un tiempo de ajustes frente a la nueva realidad que construimos.
Doy por sentado que querrán ser parte de próxima Feria, ¿no es así?
A: ¡Claro que tenemos muchas ganas de estar el año que viene en la Feria!
Vamos con las dos últimas preguntas. Alguna vez Vargas Llosa dijo que el día más triste de su vida fue cuando Jean Valjean murió en Los miserables. ¿Cuál fue el día más feliz de tu vida, Adriana?
A: Para no contestarte la verdad, por demasiado íntima, te contesto: la tarde en que Harry Potter venció a Lord Voldemort.
Mi hijo me obliga a leerle cada noche un pasaje de Harry Potter, así que estoy muy al tanto. Pero recién vamos por el segundo libro, ya llegaremos a lo que acabás de mencionar. Vamos con la última, te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.
A: Invitaría a Camille Claudel, cuya fuerza y talento siempre me maravillaron. Estaba tomada por una pasión creativa que la arrasó. Me conmueve su silencio frente al mandato de una familia que se avergonzó de ella, y a un hombre al que amó, Rodin, que se aprovechó de su talento. La desconoció para no perder su estatus social. No le preguntaría nada, la abrazaría y le abriría la puerta de casa, murió encerrada en un manicomio.
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Portada de Cuando deje de llover de Adriana Romano |
* Pablo Hernán Di Marco.
Autor de las novelas Las horas derramadas (ganadora del XXI Certamen Literario Ategua 2010, España), Tríptico del desamparo (ganadora de la I Bienal Internacional de Novela «José Eustasio Rivera» 2012, Colombia), y Espiral (finalista del XIX Premio de Novela Ciudad de Badajoz 2015, España). Desde Buenos Aires trabaja vía Internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas.
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