Entrevista con Bernardo Esquinca, el máximo exponente del terror en México

Bernardo Esquinca

El autor mexicano habla sobre Asesina íntima, su novela más reciente, distribuida en Colombia por Saga Libros.

Bernardo Esquinca (Guadalajara, 1972) ha logrado destacar como uno de los más reconocidos escritores de terror en nuestro continente, tarea nada sencilla teniendo en cuenta lo marginal del género. Con novelas y colecciones de cuentos como Demonia (2012), Mar negro (2014), Inframundo (2017) y Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe (2018), por nombrar solo algunos de los títulos publicados por la editorial Almadía, Esquinca ha ido ganando lectores y cimentando su lugar entre los autores adeptos a esta narrativa en nuestro idioma.

La más reciente de sus obras en llegar a nuestro país es Asesina íntima, distribuida por Saga Libros, y que trata del caso real de Chana Barrera, la infame Mataviejitas, condenada por cometer entre 2003 y 2006 más de ochenta asesinatos de varias mujeres de la tercera edad en Ciudad de México. Esquinca mezcla realidad y ficción para explorar la vida y crímenes de La Mataviejitas, logrando una novela polifónica que va mostrando la complejidad de este caso y todas las incógnitas que persisten luego de haber apresado a la supuesta culpable.

En el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2023, Libros & Letras habló con el escritor mexicano sobre esta obra.

Muchos quieren ser escritores, pero son pocos los que quieren ser escritores de terror. ¿Recuerdas el momento en que supiste o quisiste convertirte en un escritor de este género?

No tuve conciencia de eso, aunque desde muy pequeño escribía literatura de terror. Lo que ocurrió es que ya adulto, mientras yo preparaba mi primer libro con Almadía, publicado en 2008, Los niños de paja, venía huyendo de algunos eventos traumáticos, entre ellos un divorcio; llegué a Ciudad desde México de Guadalajara en 2003. Amigos que trabajaban en suplementos, revistas y periódicos me habían pedido cuentos; de pronto tenía cuatro o cinco y al revisarlos dije: es terror, estoy exorcizando mi divorcio con terror, porque los personajes eran un viudo, un divorciado; era algo de lo que no me había percatado y entonces me dije: voy a seguir por esta vena. Cuando salió Los niños de paja fue la primera vez que hice entrevistas; aunque tenía libros previos fue la primera vez que me organizaron lo que allá se llama un carrusel de prensa y todos los reporteros me decían: qué raro que estés haciendo esto. Yo pensaba: es raro, pero voy a seguir por acá porque esto me da una singularidad. De cualquier modo, no hubiera podido escribir otra cosa, pero no fue premeditado, fue algo que se dio desde niño: yo leía a Edgar Allan Poe, veía las películas slasher de los 80: Viernes 13, Freddy Krueger, Halloween, Dimensión desconocida, Alfred Hitchcock Presenta, entonces ya lo traía conmigo. Yo digo que es un defecto de fábrica, pero cobré conciencia hasta mucho después y entonces dije: me sigo por acá. 

¿Recuerdas esos primeros libros que marcaron un punto de inflexión para ti?

Primero Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe. Mi abuela tenía un ejemplar, se lo robé y me conecté muy fuerte con la manera de pensar y de escribir de Poe. También una antología que hizo el escritor mexicano Edmundo Valadés, publicada por el Fondo de Cultura Económica. Se llama El Libro de la Imaginación y son fragmentos de autores de todas partes del mundo, tomados de quizá cuentos más largos, pero tiene una parte de terror, de fantasmas, y yo leía eso en la secundaria, cuando me dio hepatitis y estuve tres meses en cama. Mi hermano me regaló ese libro y revolucionó mi mente al punto de llegar a darme la idea de que un día podía llegar a escribir algo así.

¿Qué tiene la historia de La Mataviejitas que te hizo decidirte a escribir y ficcionalizar al respecto?

Hay una plataforma de audioseries y audiolibros que se llama Storytel, que viene de Estocolmo, pero ya llegaron a España y América Latina. En México la editora me preguntó si quería hacer una audioserie original que fuera un true crime; yo le dije que me interesaba, entonces me dijeron que eligiera el tema. Soy un lector de la nota roja, es algo muy importante en mi trabajo y les presenté cinco cosas, entre ellas lo de las Mataviejitas y me dijeron: ese tiene que ser. Me llamó la atención porque es un caso muy singular: un ama de casa, una mamá que era luchadora, muy buena madre, devota, trabajadora, pero también tenía este lado oscuro de matar viejitas. Además, esto de que fuera luchadora, tuviera una máscara y peleara en el ring era una cosa delirante, entonces me dije: quiero conocer más el caso, porque sabía lo mismo que todos los mexicanos en 2004 cuando la atraparon y estuvo en todas las televisoras y noticiarios, pero no conocía nada más allá de lo que se hizo público. Me interesa hacerlo porque es singular pero también porque quería entender por qué había pasado eso, por qué se dio en México un caso así: asesina serial mujer. Es rarísimo que haya asesinas seriales mujeres, que maten de los cuarenta a cincuenta años, es muy extraño; quería entender el contexto que provocó esta violencia y a eso me aboqué en la novela.

Chana Barrera solo acepta un homicidio de los muchos que le achacan las autoridades. Si está siendo sincera, significa que el verdadero asesino o asesinos siguen sueltos… Ese halo de misterio sobrepasa la novela y deja al lector con muchas preguntas. ¿Era esa tu intención?

Realmente es terrible porque no se puede saber. Cuando hice mi investigación para escribir esta novela, que se basa en la investigación del caso real, descubrí que había muchos huecos en la información y los tuve que rellenar con ficción, entonces no pude saber, eso es lo más terrible. Había más o menos ochenta abuelitas asesinadas, a ella le imputaron dieciséis o diecisiete crímenes, creo recordar, pero ella solo admite uno. ¿Quién miente?, ¿quién dice la verdad? Las autoridades hicieron una investigación pésima, inventaron falsos culpables, no los han liberado, quince años después siguen en la cárcel… entonces ¿a quién le crees?, ¿a La Mataviejitas, que dice que solo una?, ¿a las autoridades, que dicen que dieciséis?, ¿dónde están los asesinos de las otras viejitas que son más de sesenta? Esos casos siguen sin resolverse, no hay manera de saber, las autoridades no lo saben; cuando se investiga, pues menos, porque hay lagunas. Eso es lo más terrible de este caso, que no podemos saber cuál es la verdad. Ahora bien, ella sí mató, está pagando lo que debe, con una que haya matado es suficiente. Lo más terrible de este caso es que no podemos conocer la verdad, es un pantano muy oscuro y no hay manera de penetrarlo. 

Bernardo Esquinca. Foto cortesía editorial Almadía

Tu novela me recordó la última obra de Bolaño, 2666 con esta parte de las muertes en Santa Teresa. Era una situación similar: capturan a un asesino pero según todo lo que se describe al parecer había otros asesinos o copycats; eran tantas muertes que era imposible endilgárselo solo a uno o conocer quién había sido el culpable porque había muchísimos asesinatos. ¿Tú leíste a Bolaño o significó algo para ti?

Recuerdo, poco antes de que él muriera, leer Los detectives salvajes, que me causó una impresión muy profunda y el libro de cuentos Putas asesinas, que me traumatizó en el buen sentido. Lo pude entrevistar vía correo electrónico y fue muy amable. Yo trabajaba entonces en un periódico en Guadalajara; luego leí Amuleto y otros libros suyos… 2666 no lo he leído pero es un libro tan conocido que, aunque no lo hayas leído, sabes de qué va. Sé que tiene una parte inspirada en los feminicidios sistemáticos de mujeres en Ciudad Juárez, pero además él obtuvo mucha información de un amigo que teníamos en común, el periodista ya fallecido Sergio González Rodríguez, que hizo este libro Huesos en el desierto de Anagrama. Sergio sale como protagonista en 2666, es el señor González y sé que, toda proporción guardada, hay un ejercicio similar porque Bolaño se basa en los feminicidios de Ciudad Juárez pero a la vez lo transforma en otra cosa, no es algo periodístico sino literario, y eso es lo que yo hago con La Mataviejitas: partir de un hecho real para ficcionalizarlo. Hay una influencia del escritor Jorge Ibargüengoitia que se basó en un caso de las Poquianchis, unas asesinas de mujeres, de prostitutas, e hizo un libro que se llama Las Muertas, toma el hecho real y lo vuelve literatura; eso es lo que yo hago con esta misma novela.

Aunque Asesina íntima es una historia basada en un hecho real, más de tipo crónica o testimonial, se alcanza a percibir un eco sobrenatural en el capítulo 9 dedicado a los reporteros de nota roja: Miguel Rodríguez y su compañero David, que descubre el busto de Matilde Soto; incluso el narrador habla desde más allá de la muerte. ¿Cómo fue el trabajo en ese capítulo? Hasta ese momento lo que habíamos leído era muy realista pero aquí ya hay un quiebre.

Sí, hay un quiebre. Sucede que yo no soy un narrador de lo real, sino de lo sobrenatural y aunque este era un ejercicio de acercarme al true crime, mi parte sobrenatural salió; pero me pareció que quedaba bien, fue como decir: pero no se olviden, yo también soy esto, esta es mi esencia. La narración se prestaba para que este personaje que además está inspirado en una persona de la vida real que ya murió, Miguel Ángel Rodríguez, editor de Alarma, un semanario sangriento que fue un clásico en México sobre la nota roja. Yo lo conocí, era un buen tipo, muy interesado en la literatura y le quería hacer un homenaje. La única manera de contar ese capítulo era con este artefacto que inventó Billy Wilder en Sunset Boulevard: que la historia la está contando el muerto, pero eso lo sabemos hasta después, y es genial; lo hace American Beauty también. Quería rendir un homenaje a eso, el muerto cuenta la historia y fue esa parte que me sale tan natural, que es lo sobrenatural; debía tener cabida allí. Al editor le gustó también y fue una cuestión de organizar los diferentes capítulos de la novela porque no tenían ese acomodo en el que quedaron; los fuimos moviendo porque es como un rompecabezas, cada uno es unitario, aunque todos cuentan una historia.

¿Podría leerse cada uno como un cuento, quizá?

Un poco, sí. Este capítulo que mencionas estaba antes y el editor dijo: muévelo al final, porque rompe. Además, a él le parecía que era el más potente y me dijo: cerremos con eso. Luego está el epílogo donde habla La Mataviejitas. Aunque haga realismo, entre comillas, no puedo evitar ser sobrenatural. 

¿Cómo ves el panorama de la literatura de terror en nuestro continente? 

Hay cosas muy interesantes. Creo que la literatura de terror vive ahorita un muy buen momento en América Latina, muy específicamente lo que están narrando las mujeres, y están haciendo la mejor literatura de cualquier género, pero lo están haciendo a través de la mirada del terror. Las etiquetas podemos discutirlas, pero muchas de ellas están narrando desde el terror muy políticamente: Mariana Enríquez desde Argentina, María Fernanda Ampuero y Mónica Ojeda desde Ecuador, Liliana Colanzi en Bolivia, en México por supuesto Liliana Blum y la lista sigue, Agustina Bazterrica también en Argentina, Ana Paula Maya en Brasil, y así podemos seguir. Creo que lo que están escribiendo las mujeres y haciéndolo con el terror es la punta del lance; ellas hacen una lectura muy política del terror que me parece necesaria, y que los hombres ahorita debemos leer y escuchar porque vamos a aprender mucho. 

¿Cuáles son esas novelas o cuentos de terror que han logrado asustar a Bernardo Esquinca?

Es que no me asusto en general, pero no porque sea un escritor de terror, sino porque me gusta el miedo: el miedo en la ficción. Si yo salgo a la calle en la vida real soy muy miedoso, en Ciudad de México, imagínate; pero lo que te puedo decir es que ni busco asustar con lo que escribo (aunque me han dicho lectores que se asustan), más bien busco que me hagan habitar un mundo que solo existe en esas páginas y que me inquiete y me haga pensar sobre en qué mundo vivo. Eso me lo ha hecho por ejemplo el cine de David Lynch, más que a otros escritores, le he aprendido el arte de narrar. Él dice: cuando un misterio se resuelve yo me siento muy decepcionado. ¿Por qué?  Porque un misterio resuelto cancela la imaginación, un misterio no resuelto deja que la imaginación siga volando; eso es lo que me gusta encontrar en lo que leo y en lo que escribo. Entonces, más que asustar me gusta inquietarme y me gusta inquietar al lector, y busco ese ejercicio de que recuperemos el asombro. Por eso es la literatura de lo extraño, hay que recuperar el asombro que hemos perdido en este mundo hipertecnológico, hiperglobal, dominado por las redes sociales y por esa gran ficción que son las redes sociales. Hay que recuperar el asombro, es un sentimiento que deberíamos sentir más a menudo, busco más eso. El cine de David Lynch me lo ha causado y me lo han causado todas estas autoras que acabo de mencionar. Agregaría a otra, la mamá de todos y de todas: Shirley Jackson, la madre estadounidense, de ahí venimos todos.

¿Qué consejo le puedes dar a los jóvenes autores hispanos que están escribiendo sus primeras historias de terror y sueñan con publicar algún día?

Tengo cinco consejos para ellos muy puntuales: deben leer. Número dos: seguir leyendo. Número tres: que lean lo más que puedan. Número cuatro: antes de comer y de dormirse tienen que leer, y quinto: leer como posesos. Y si leen a todas estas autoras que mencionamos, así es como se aprende a escribir: leyendo, leyendo y echando a perder, escribiendo y echando a perder. Margaret Atwood dijo: falla, falla cada vez mejor, atrévete a fallar, cada vez fallarás mejor.

Recomienda por favor a los lectores novelas de terror escritas en nuestro idioma.

Diría Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez, Mandíbula de Mónica Ojeda, El monstruo pentápodo de Liliana Blum. De cuentos hay muchos libros que me gustan: Nuestro mundo muerto de Liliana Colanzi, Pelea de gallos de María Fernanda Ampuero, Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica, De ganado y de hombres de Ana Paula Maya y por ahí la lista sigue…

¿Qué puedes contarnos sobre tus próximos proyectos?

Recién terminé una novela parecida a la de La Mataviejitas porque se basa en un asesino de la vida real en los años cuarenta del siglo XX, un feminicida llamado Gregorio Cárdenas. Es una reconstrucción histórica pero a la vez también hay ficción porque hay muchos huecos, entonces es muy parecido. Esta novela intenta indagar, no contar la historia del asesino, sino entender de dónde viene la violencia machista que asola a México, que asola nuestro continente y es un intento de hacer esa reflexión: ¿por qué?, ¿por qué hay gente que violenta, mata y aniquila a las mujeres? Creo que es algo que puede hacer el escritor desde su trinchera; si queremos combatir la violencia hay que entender de dónde viene, hay que meterse en ese lodo para ver, y si no hay respuestas al menos hay más preguntas, pero el arte tiene que servir para eso, todos tenemos que frenar la violencia y el arte puede ayudar a intentar entender de dónde procede.