Entrevista, Jorge Eliécer Pardo (II Parte)

Jorge Eliécer Pardo 

Mi madre nos leía en voz alta cuentos que aparecían en la enciclopedia El tesoro de la juventud 
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras
Última parte 

– ¿Cuándo empezó a escribir «en forma»? 
– Cuando llegué a mis 42 años de edad, había publicado tres novelas (El jardín de las Weismann; Irene; Seis hombres una mujer) tres libros de cuentos (Las primeras palabras; La octava puerta; Las pequeñas batallas; Amores digitales… los que se reunirían en un libro completo bajo el nombre de Transeúntes del siglo XX), un libro de poemas (Entre calles y aromas) y muchas crónicas y reportajes. Me di cuenta de que a pesar de las temáticas intimistas y sociales de todos mis libros, faltaba el país que me tocó vivir y sufrir. Paré las publicaciones nuevas y me dedique “en forma” a estudiar la Historia de Colombia durante 20 años de mi vida y más de 100 de la de los demás. Mi vida no era tan trascendente como para referirla en una novela. Fueron largos y lentos años de lectura con ojo de novelista escudriñando los hechos coyunturales de la guerra del país. Entonces empecé a escribir un libro que no sabía cuántas páginas tendría, además, no me importaba. Era la vieja idea que tuve a mis 20 años de hacer una novela sobre la guerra en un tono poético, intimista. Supe después que tendría que recoger el ritmo de mi ópera prima, El jardín… para contar esa larga y triste historia que llamé Los Incendios y que con los años terminó siendo La frágil memoria. Veinte años que daba comida todos los días a eso que un amigo de café llamó mi fofa amante. Casi dos mil páginas. En ese momento me di cuenta de que había empezado a escribir “en forma”. 
– ¿Con qué libro se graduó de escritor? 
– Ninguno ha sido tan trascendente como para ese título, pero con mi Quinteto de la frágil memoria, ya escrito en su totalidad, siento que he hecho la tarea a conciencia y que ya puedo saludar sin rubor cuando me dicen hola escritor. 
– Todos los libros son siempre queridos por los escritores ¿pero hay uno al que quiera más y especialmente? 
– El jardín de las Weismann dio el tono a mi literatura y a mi vida… ahora mi Pianista que llegó de Hamburgo me enseña que dentro de la novela hay episodios que yo no había visto y que los lectores han encontrado produciéndome una sensación de extrañamiento y de mariposas en el estómago como dicen los que están enamorados. 
– ¿Por qué su «pianista de Hamburgo» ha sido tan bien tratado por todos tus lectores? 
– Creo que tiene sinceridad, verdad. No hay artificios ni pretensión de nada. Está lleno de silencios, como la música. Lleno de dolor, como la vida. Lleno de Historia Patria, de la triste Historia Patria de Colombia, sin que el discurso se evidencie. No es una novela ideológica sino de la existencia humana. Todo lo que digo ahora, me lo han dicho los lectores. Escribirlo me produce un poco de rubor. Un gran lector me escribió diciendo que es un libro que merece ser leído varias veces. Gran elogio. 
– ¿Cree que la literatura colombiana a veces tiene serios altibajos? 
– La literatura colombiana es aséptica. Muchas veces cobarde. Me he preguntado si la relación periodismo-literatura tiene que ver con las decisiones de las editoriales. También si existen escritores o lo que llaman proyectos editoriales. Todos hemos soñado con ser publicado por una gran editorial, en mí ese sueño ha empezado después de escribir los libros, no antes. Lo mediático es otra de las preguntas que debemos hacernos frente a algunos autores y libros. Siempre la literatura tiene su propia defensa y termina imponiéndose. Uno debería aspirar a ser un escritor respetado no importa que no sea leído masivamente. 
– ¿Cuál es el peor defecto de nuestros escritores y sus más notorias virtudes? 
– Virtudes: la testarudez de escribir para un país que no lee, en una sociedad donde la literatura no figura en las prioridades. Insistir en que habrá siempre un lector para ese texto atrapado en los anagramas del lenguaje. Publicar en editoriales alternativas, buscar al lector, leer en público, solicitar una nota sin rubor, no hablar siempre mal de los demás. Defectos: la envidia, la zancadilla y los conciliábulos, las roscas y grupillos, la maledicencia, el desprecio por el trabajo de los demás, la falta de lectura de sus contemporáneos, las diatribas personales para descalificar la obra de alguien, la vieja clasificación de libros rurales y urbanos, como de jóvenes y viejos. Creer que el formato digital los sacará del anonimato sin importar la calidad literaria. Ahhh el peor defecto: no aceptar que somos mediocres y creernos maestros.

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