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Gabo en la memoria de José Luis Díaz-Granados

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Gabo en la memoria de José Luis Díaz-Granados
By Libros y Letras 8 de septiembre de 2013
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Álvaro Castillo Granada/ Nota enviada por
gentileza del poeta José Luis Díaz Granados.
  
Compartir memorias es uno de los misterios más fascinantes de la
existencia. No sólo el compartir la experiencia sino lo que conservamos de
ella, lo que decidimos por alguna razón preservar y guardar. Nuestra versión de
los acontecimientos. Y volverlas a contar acompañado por el otro protagonista crea
un dibujo a cuatro manos que siempre se modifica pero que permanece en su
esencia: como un pintor/es vamos agregando detalles, acomodando otros, borrando
unos, resaltando aquellos, difuminando esos. Jamás traicionándolo, claro. Cada
reencuentro de los protagonistas es nuevo porque descubre e ilumina con una
nueva luz, desde otro ángulo, esa experiencia, esa memoria, que los une con
lazos irrompibles: los del recuerdo. Pienso todo esto (y otras cosas) después
de leerme de un tirón el nuevo libro de José Luis Díaz-Granados (Santa Marta,
Julio 15 de 1946) Gabo en mi memoria
(Ediciones B, Bogotá, Septiembre de 2013), recién salido de la imprenta y que
me trajo ayer a la librería confiando que no sucediera lo que corresponde: que
no estuviera en ella. Estaba (aunque me esperó unos minutos mientras terminaba
de hacer una vuelta).
   A
José Luis me unen, fuera de un inmenso afecto, muchas cosas. Sobre todo cuatro:
Pablo Neruda, la poesía, Cuba y Gabriel García Márquez. Sí, Gabito, como le
dice él. García, como le digo yo. Es para mí inseparable su presencia de mi
experiencia junto a él. Compartimos, fuera de largas, inmensas,  interminables e infinitas conversaciones una
memoria común que nos hace cómplices. Los dos fuimos protagonistas, testigos y
observadores. Podemos contar la misma historia desde puntos de vista distintos
sin traicionarnos ni contradecirnos jamás. Los dos preservamos esos recuerdos
dentro de lo más querido de nuestras existencias.
   Todo
esto lo comprobé cuando cerré la página 155 de su libro. Como diría García:
“Quedé helado”. Se acordaba de todo. Hasta de lo que yo no me acuerdo. He oído
estas historias cientos de veces, con más o menos detalles, pero siempre fieles
y exactas. Las mismas. Estos recuerdos nos permiten acercarnos a un Gabriel
García Márquez  íntimo, entrañable,
familiar, siempre dispuesto a escuchar y, lo que es fascinante, a preguntar.
   José
Luis ha sabido preservar en su memoria todos los encuentros que ha tenido con
el que es su primo por todos los costados y un escritor que lo trató desde niño
como a un adulto. Libro entrañable, juguetón, revelador. Es para mí, como
lector/protagonista, un placer doble ver como algunos de esos momentos pasaron
de ser cuentos que nos encantaba recordar el uno con el otro (junto a la presencia
luminosa de Gladys, su compañera, y Carolina, su hija, como testigas y también
protagonistas), mientras nos reíamos el uno del otro (como tanto nos gusta
hacer), a convertirse en un libro hermoso, cariñoso, sobre aquel hombre que nos
ha enseñado tantas cosas y nos ha dotado de un rostro a todos los habitantes de
un continente. Gabito, para él, García, para mí. García Márquez, para todos.
  
Ahora tu memoria, José Luis, nos pertenece.
P.D. Sólo agregaré una anécdota: esa noche en
la casa de Pablo Milanés me dijiste casi en secreto:   
   -Hay
una persona aquí a la que nadie le ha pedido un autógrafo.
  
-¿Quién?, pregunté.
  
-Mercedes.
   -Yo
soy capaz.
     
Me levanté y me le acerqué.
     
-Mercedes, ¿puedes firmarme este libro? (se trataba del catálogo de la
exposición Un poco de mí, que el
pintor Roberto Fabelo acababa de regalarme con una dedicatoria y un dibujo
precioso.   Como es obvio ese día no
llevaba un libro de García en mi mochila).
  
-Claro. Y me preguntó después de hacerlo: ¿Gabo ya firmó?
   -No,
respondí un poco aturdido.
  
-Gabo, lo llamó, ven acá y le firmas esto a Álvaro
  
García vino y firmó al lado de Mercedes. Y después lo hicieron Julio
García Espinosa, Carlos Varela y Pablo Milanés…
   Y en
fin, el mar…