Shopping Cart

Loading

Your cart is empty

Keep Shopping

Search Results

so far empty...

Loading

Homenaje a Eduardo Carranza

  • 2 Minutes
  • 0 Comments
Homenaje a Eduardo Carranza
By Libros y Letras 22 de septiembre de 2013
  • Views: 11

Bogotá. Eduardo Carranza fue quizás el último gran poeta de amplia
recepción en la cultura popular y la vida nacional. Fundó el movimiento Piedra
y Cielo junto con figuras como Tomás Vargas, Darío Samper, Arturo Camacho, Gerardo
Valencia, Aurelio Arturo, Carlos Martín y Antonio Llanos.  Su legado es significativo para entender las
transformaciones de la poesía colombiana en el siglo XX. Su primer libro, Canciones para iniciar una fiesta, marcó
en 1936 una frontera con el modernismo literario en Colombia.
Carranza generó un movimiento de lirismo depurado en lo humano, tomando
distancia de la poesía razonadora, elucubrante, de marcado acento declamatorio,
tan en boga durante los primeros años del siglo XX y cuyo gran representante
fue Guillermo Valencia. Con este nuevo grupo de poetas surgirá una intensa
atracción hacia lo americano y el descubrimiento de sus valores autóctonos, en
contraste con el exotismo de los modernistas, que rechazaban.
A lo largo de una obra que abarcó más de cincuenta años, y que recoge
una fecunda labor cultural y diplomática en Chile y España, Carranza mostró una
poesía caracterizada por la hipersensibilidad, la emotividad y la insolencia
contra las formas consagradas y canonizadas. Su poesía fue una permanente
celebración de la vida, del amor, de la ilusión, del encanto y desencanto de la
existencia, siempre alrededor de cuatro temas fundamentales: patria, muerte,
amor y tierra. Pero no fue solo el cantor de los ríos y las llanuras, de los
montes y las quebradas; también exaltó a la mujer como depositaria de sus
sueños e ilusiones.
¿Por qué razón trascendió tanto la voz de Eduardo Carranza? Por su
calidad poética inmersa en la vida misma y porque fue el alto cantor de la
patria. Su visión de la poesía estaba inclinada al sentimiento y al verso
desnudo, sin cultismos ni alambiques; fue una renovación frente a la herencia
modernista del preciosismo formal.