Raskolnikov, su relato ha sido una auténtica alucinación…

Juan Silva S.
Mi nombre es Rodion Romanovich Raskolnikov. Vivo cerca del puente de X., en la callejuela de S., en un cuchitril que, más que una habitación, parece un armario. Estudio Derecho… bueno… estudiaba! Qué hago, si no puedo estudiar sabiendo que mi madre y mi hermana (mi padre murió cuando yo era apenas un niño) hacen grandes sacrificios y cifran todas sus esperanzas en mí, precisamente en mí, que paso los días echado en la cama, pensando…
Soy joven, altruista y pienso mucho -no sé si porque no hago nada, o es al revés: no hago nada porque pienso mucho. A propósito: estoy a punto de dar un paso nuevo. Tengo… una idea -podría decirse-, por lo cual, me encuentro muy nervioso y pálido… (además no tengo nada qué comer) La resumo así: Estoy por encima del bien y del mal, tal como todos los grandes hombres, -como Napoleón, por ejemplo. Por ello me propongo, -decía-, una gran empresa: voy a liberar al mundo de una vieja usurera, Aliona Ivanova, buena para nada -sólo para exprimir a los pobres y débiles (como los futuros grandes centros financieros, World Trade Center, pongamos por caso). Un hachazo bien dibujado… y basta!. Si por casualidad apareciera la buenaza de Lizaveta (cual Torre Gemela en Manhattan), la derribaré del mismo modo -aunque, en verdad, no merezca tan atroz destino. Todo sea por la Idea…
Me llamo Marmeládov. Soy un miserable -de lo cual tengo plena conciencia. No soy pobre (porque los pobres conservan la nobleza de los sentimientos innatos). Pero mi miseria sí es una deshonra. El señor Lebeziánikov pega a mi esposa sin que yo haga nada en relación a ésto; nadie me presta un kópeck, no tengo a quien acudir, no tengo esperanzas. Entonces, bebo, porque busco en la bebida compasión y sentimiento ¡Tan proscritos hoy por las ideas venidas de Inglaterra!; mi hija Sonia se prostituye para mantener a la madrastra, Katerina Ivanova, rencorosa y tísica, y a sus hermanastros; tiene carné amarillo y yo, ¡miserable!, lo sé y no hago nada al respecto; vivimos todos en una misma habitación realquilada en una casa, yo, que antes era un respetable funcionario del Estado. Esto hace reír a la gente, a todos; bebo con el dinero de mi hijita, fruto de sus desafortunados pasos… Mi sed no es una sed de alegría sino de dolor y lágrimas (que los golpes, a veces, no me duelen sino que me causan placer).
(El hombre es vil, a todo se acostumbra.)
Soy Pulkeria, la madre de Raskólnikov -y, bueno, también de Dunia. Las dos amamos a Raskólnikov más que a nosotras mismas. Es nuestra esperanza y nuestro consuelo. Si es feliz, lo seremos nosotras. Ojalá no se haya vuelto descreído de nuestra fe, -que es lo que está de moda ahora- y rece. En todo caso, yo rezaré por él. (Recuerdo cuando, en vida de su padre, rezaba las oraciones entre mis piernas y cuan felices éramos todos! Lo abrazo fuerte, muy fuertemente y le beso infinidad de veces, hasta la tumba!)
(Sintió por la anciana una invencible repugnancia).
¿Es la enfermedad producto del crimen o es a la inversa?
¿Crees que no se borra un pequeño crimen con miles de buenas obras?

Deja un comentario