Una campaña por el buen gusto

Por: Luis Fernando García N./ Bogotá. Muchas fotos son reveladoras de la tragedia. ¿O no lo son acaso las que hace unos días circularon con motivo de los 85 años de García Márquez? He visto tantas fotos que me descubren la pequeñez del hombre, su indeclinable gozo con la tragedia, su inocultable insensatez, que quisiera que se esfumaran para siempre, pero aparecen en todas partes, en las páginas sociales de Semana, por solo citar una de las que siempre veo. Son, las más de las veces, trágicas. Poncho Rentería, Alberto Casas Santamaría, Olga Duque de Ospina, Ivonne Nicholls, Álvaro Castaño, el editor Villegas. Viejas y viejos, mujeres y hombres en fotos fatales. Y la forma como se ven los vestidos que llevan puestos. Si la gente lo supiera serían menos las que tendríamos que ver y muchas personas se negarían de plano a que las retrataran. Nunca van a parecerse a las flores, a los animales ni a los espléndidos paisajes que aparecen en cientos de revistas y ahora en este célebre, y cada vez más prestigiado, que no prestigioso, medio que es internet y en las cada vez más chismosas redes sociales que pululan por ahí sin ton ni son. Nada hay tan lleno de futilidad como los retratos de un cumpleaños, de una fiesta, de un paseo, de una recepción, de un entierro. Esos que antes estaban en un viejo álbum de la casa, o en las paredes de las oficinas y casas de ciertos personajes, y que ahora aparecen en todas partes para decirnos con ahínco que ahí está lo desabrido que es el mundo, lo ridículo, lo torpe; para darnos la certidumbre de que sí existe el mal gusto, lo feo, lo disminuido. ¿Qué podemos hacer para que no tengan tanto auge?

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