Andrea Salgado: la escritora que le apuesta a la ficción

«Creo que Latinoamérica finalmente se desprendió del boom y de la
escritura realista que lo precedió»


Andrea Salgado. Foto: Andrés Buitrago
Por: Pablo Concha*
No existe una tradición de literatura de ciencia
ficción en Colombia; los escritores dedicados a este género en nuestro país se
pueden contar con los dedos de una mano. Asimismo, los lectores de este tipo de
narrativa son pocos, y esto obedece a varias causas, como por ejemplo lo
difícil que es encontrar buenas o nuevas ediciones de las obras de los
precursores del género, otra que la ciencia ficción es asociada –erróneamente–
de forma exclusiva con naves espaciales y robots y Star Wars. Pero,
existe una corriente de la ciencia ficción más
“cercana”, cuyas historias se desarrollan en nuestra sociedad o en un futuro
muy inmediato e inminente. Algunos de los precedentes más reconocibles de este
tipo de ficción son Kurt VonnegutPhilip K. Dick (algunas
de sus obras), William GibsonPubis Angelical de Manuel
Puig
El Fondo del Cielo de Rodrigo Fresán,
por nombrar solo algunos. Es por esta corriente por la que transita La
Lesbiana, el oso y el ponqué 
(Ediciones B, 2017) de Andrea
Salgado
, escritora oriunda de Sevilla, Valle del Cauca, y encargada de la
enorme labor que implica organizar la Feria Internacional del Libro de Bogotá
este año. Una ciencia ficción que está aquí mismo, en nuestro mundo,
identificable en todos sus aspectos.
La novela trata sobre Lucas Valencia, una profesora
universitaria a cuya vida acceden millones de personas gracias a un SDVO
(simulador de vida orgánica implantado en la base del cuello), diseñado para
“proporcionar aventuras naturales, rápidas y efectivas” y por el que pagan a
diario cada vez que quieren vivir virtualmente otra vida. Lucas es la más
popular entre los diversos “proveedores” que les ofrece Control Master,
una suerte de Gran Hermano que controla y manipula todo lo que “deben” hacer,
pensar y consumir. Cuando Lucas entra en depresión debido a un bache en la
relación con su pareja, Control Master la exhorta a que
recomponga su vida porque está perdiendo popularidad entre los consumidores. La
novela se mueve entre este mundo de ciencia ficción y la intimidad de la
relación de Lucas con Clara, con quien no está segura si debe continuar
viviendo o si mejor debería aventurarse con Jerónimo, un “Oso” que acaba de
conocer y que le despierta sentimientos que hace mucho no experimentaba.
Hemos invitado a Andrea Salgado a
este espacio dedicado a los libros y las letras para hablar sobre su obra,
además de algunos detalles de la FILBo 2019.
─¿Qué tan difícil fue lograr la publicación
de La lesbiana, el oso y el ponqué? ¿Hubo algún rechazo por el
hecho de que el libro se enmarcara dentro de un género poco popular en
Colombia?
Me tardó más decidirme hacerlo. Llevaba una década
trabajando en muchos textos y no me había atrevido a buscar un editor. Cuando
lo hice, encontré varios rechazos, y aún todavía los encuentro. No solo por el
género de la ciencia ficción sino por el tema que toca. Me censuraron, por
ejemplo, en un festival muy reconocido de literatura y gastronomía porque
aunque mi libro es también una exaltación y una reflexión sobre el acto de
comer, el título resultaba ofensivo para la ciudad conservadora donde se
desarrollaría el evento.
─Al no existir una tradición de literatura de
ciencia ficción en nuestro país, ¿te da más libertad a la hora de escribir una
historia de este tipo, o por el contrario te restringe?
Justo hoy (23 de enero), que estoy terminando de
armar la programación de la FILBo 2019, me acabo de dar cuenta que en los
últimos dos años se han publicado en Latinoamérica tantas distopías que no me
estoy sintiendo muy original. Si en Colombia no existía una tradición de
ciencia ficción, ni en el resto de Latinoamérica tampoco, creo que acaba de ser
fundada y fue una explosión repentina. No creo que todos esos escritores vayan
a continuar escribiendo ciencia ficción, pero
sí creo que Latinoamérica finalmente se desprendió del boom y de la escritura
realista que lo precedió, y ahora estamos viviendo el momento de “¡vamos
a hacer lo que se nos da la gana!”
, con todo lo que la
literatura, la filosofía, la realidad, el cine, la música, el cómic, las artes,
el mundo y su imparable producción cultural nos está entregando. Es un momento
creativo muy importante.
─Tu novela se siente más cercana a escritores como
Vonnegut o William Gibson que a Bradbury, Asimov o Clifford Simak, ¿comulgas
más con la visión de ellos de lo que debería ser la ciencia ficción? ¿Quizás la
manera de abordarla?
De Vonnegut me gusta la ironía, el
sentido del humor y su tarea de reciclaje, de acercamiento a los textos clase
B. De Gibson, el mundo imaginario que construye especulando con la
virtualización de la experiencia, pero no su escritura que es muy intrincada. Y
los mundos de Bradbury, con ellos también me identifico. Soy
cercana a todos ellos, sobre a todo a Vonnegut, pero me gusta
pensarme como una escritora promiscua, cercana a muchos géneros y autores
diversos. La novela también dialoga con La casa de las bellas
durmientes 
(novela del escritor japonés ganador
del Nobel Yasunari Kawabata), por ejemplo.
─En la novela, una entidad llamada Control
Master
, manipula a los ciudadanos acerca de lo que deben consumir y en
parte busca borrar su individualidad haciéndolos a todos iguales. ¿La
tecnología en realidad nos ha vuelto así de manipulables?
Sí, estoy convencida. Ahora mismo estoy siendo
controlada por Netflix, Spotify, DirectvGo, Facebook, Twitter e Instagram.
─Hay una crítica acerca de la insatisfacción de las
personas con su propia vida en esta era digital, al punto de preferir acceder a
un mundo virtual y vivir experiencias a través de otros. ¿Tan triste es el
panorama actual?
Las distopías se construyen exaltando lo negativo.
Yo creo en el amor y en la comunicación y en el vivir el deseo, en el contacto
de las mentes y los cuerpos. Estoy rodeada de gente que se parece a mí, pero
también puedo ver el aislamiento y la soledad, que son resultado no de la
tecnología en sí misma, sino de un sistema económico y político donde esa
tecnología se usa de una forma específica.
─Por favor, recomienda a nuestros lectores más
jóvenes algunos libros de ciencia ficción que creas deberían leer.
Todo el mundo, joven y viejo, debería leer a Ted
Chiang
.
─Ahora hablemos un poco de la Feria Internacional
del Libro de Bogotá, ¿qué novedades nos traerá este año? ¿Cuál ha sido tu mayor
reto ahora que eres responsable de la organización?
Abrimos una nueva franja de debates. Celebraremos la diversidad, la lucha por los derechos de
la mujer y la comunidad LGBT. Tendremos un espacio para celebrar los clásicos
.
Celebraremos la libertad y tendremos muchas reflexiones sobre la construcción
de identidad de los colombianos en el marco del Bicentenario de la
independencia.
─¿Qué te gustaría escuchar por parte de los
visitantes después de finalizada la FILBo?
Me gustaría que continuaran hablando de los temas
que pondremos esas semanas sobre la mesa. Por ejemplo, que después de oír una
charla del Mesías de las plantas, Carlos Magdalena, la gente siga
preguntándose por la diversidad botánica de Colombia. Por ahí, por ese
ejercicio, es donde comienzan las transformaciones sociales. Hay que
preguntarse por las selvas, las orquídeas, el destino de nuestros ecosistemas.
─¿Cómo lograr que la lectura sea un hecho cotidiano
y no solo un evento anual que congrega a miles de lectores en las ferias del
libro?
Uno de nuestros invitados, (el escritor
chileno) Alejandro Zambra, dice en su libro No Leer que
prohibiendo la lectura. Nada más atractivo que aquello que se nos niega. No hay
que imponer la lectura, hay que hacerla seductora.
─Para finalizar, ¿qué puedes contarnos sobre tu
próximo libro?
Tengo varios en camino, tres sobre la
muerte. Un ensayo. Una novela que rastrea los días en que la mamá de Lucas, el
personaje de La lesbiana, el oso y el ponqué, muere; y un cuento
para jóvenes sobre la muerte de mi perro Firulais.


*PABLO CONCHA

Escritor colombiano, autor
del libro de relatos Otra luz.
Síguelo en @scarypablo




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