Por: John Cáceres / Bogotá. La voz de Juliana y las voces de los ángeles se mezclan en estas páginas para enseñarnos sobre la valentía, el amor, la paz y el perdón. A los cinco años, Juliana vivía en problemas con la profesora de catequismo en su colegio del Opus Dei, pues mientras esta le enseñaba que había que temer el castigo de Dios, una voz en su oído izquierdo le decía que Dios era amor y compasión, y que no había por qué tenerle miedo.
Juliana repetía en clase el mensaje de aquella privada voz y la profesora, contrariada, la regañaba por rebelde. Así fue como la pequeña se dio cuenta de que a ella le hablaba un ser muy especial que no todo el mundo oía.
A medida que creció y desarrolló su don, Juliana entendió que tenía una línea directa de comunicación con Dios y con los Ángeles, quienes le mandaban mensajes para entregarle a la gente que se cruzaba en su camino.
Aprendió en sus años de colegio a mantener su don un secreto para no meterse en problemas, hasta que el 11 de septiembre de 2001, mientras daba clases de español en Boston, los mensajes de los Ángeles a sus estudiantes sobre el paradero de sus seres queridos atrapados en el World Trade Center eran tan urgentes que ella tuvo que aceptar, ante el salón entero, que recibía mensajes del Cielo y que tenía información importante sobre lo que estaba pasando.
Después de eso no hubo vuelta atrás. Juliana debió aceptar abiertamente que hablaba con los Ángeles y hacer de su don el centro de su vida profesional. Así empezó su vida de mensajera angelical, que la ha llevado por decenas de países y ciudades con el propósito de tocar a la gente con la sabiduría de los Ángeles.