Cuento: Caimán

No. 7615 Bogotá, 5 de Diciembre de 2016 


Mientras unos dan plomo, nosotros damos pluma
Jorge Consuegra




Enviado por Nelson Pérez / Arauca / Colombia.

Cuando lo miró sintió un miedo tan terrible que no pudo mover ni un músculo. El animal tenía ojos intimidantes, su cuerpo estaba extendido completamente sobre el agua, medía unos cinco metros: era bastante fuerte. El hombre pensó que debía actuar con calma, hacer todo lentamente. La mujer abrazó al niño, con miedo lo hizo. El niño no sabía qué estaba pasando. El animal movió la cola con sutileza, y avanzó. El hombre tenía el canalete en la mano, quiso meterlo al agua para recular, pero continuó inmóvil. El animal cada vez estaba más cerca. La mujer soltó un quejido, un lamento. El animal respiró y produjo un sonido escalofriante, ya estaba a menos de un metro de la canoa. El hombre iba a empezar a llorar cuando un movimiento rápido le hizo cambiar el llanto por el silencio de la confusión. El agua del río se agitó con fuerza, en el aire quedaron el chapoteo que causaron las mandíbulas y el llanto del niño. El hombre no comprendió nada, sólo vio que la cola fue lo último en sumergirse. Miró a su mujer, buscando una explicación. Ella tenía las pupilas dilatadas y una mueca extraña. El hombre le mantuvo la mirada. Ella, con la misma mano con la que sujetaba un zapatico, lentamente fue subiéndose el vestido hasta mostrarle el fundillo, como indicándole que podían hacer otro.



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