Jesús Callejas
que quiero es pinga!, grita en centésimo desafuero la despeinada abuela al
rechazar el desayuno, y muere de un infarto. La sola ardilla corriendo sobre el
tendido eléctrico atrapa su última visión.
La abuela enviuda esa húmeda mañana. Tres minutos de ruleta llamada familia se
unen. Es internada en asilo con olor a nuevo. Hermosamente digna, invade el
sitio.
nietos acuden; aglomerantes regalos arrimados a la chequera del abuelo, pero
ella pulsa a Liszt en su acuoso piano Steinway. Una mariposa jaspeada se
desintegra entre las teclas. La abuela -no la mariposa-, llora; desearía morder
la casi interminable nariz de Liszt.
en pensamiento viejas damas del club. Le parece que
desmorona en su taza de café al sumergir un pastelillo triangular. El naipe
vuela fuera de la mesa; desea abandonar el planeta. 1950 – No oculta el abuelo
devaneos y esporádicas visitas a la mancebía. La abuela erige, riega plantas,
mira, y comete su único acto de atrevimiento al dejar que el chorro de agua la
marque de caricias. El toro atraviesa paredes de violeta hacia la sangre. Torso
muerto.
de un color cualquiera. Lo ama color, dolor, y su nombre le vierte cicuta entre
los muslos. La abuela gime por algo más que un parto. No gusta de la pintura de
Dalí.
ella camina sintiendo que los deseos muchos se le hunden también en fangosa
arena reclamada como propia. Imagina alas de tigre que emergen para rescatarla
desde el horizonte. No aguas. Ya su décimo vástago camina.
empresario. Esa noche es la primera en que el marido se ayunta con ella como
siempre hará: masacrando su belleza. La mirada se pierde luna sostenida sin
espejo de jade.
enciclopedia nórdica. La abuela va y viene desde aquí al internado. No conoce
amigos. Lazos y sedas sobre la sonrisa, nudos en los ojos. Canta el coro, cose,
tose, teje, tuja, asiente.
brindis en jirones de alfombra que escupen la noche en su mordida. Almidonados
hermanos, viejos ya, patean puertas corriendo tras los perros. La abuela ha
nacido sin saber que morirá del otro lado de una montaña de calendarios
arrugados gritando: ¡Yo no quiero café con leche, yo lo que quiero es
pinga!