Mi rincón en Corrientes y Paraná que un otoño se fuera.
A este Buenos Aires lo inventamos cien locos,
Cien tipos aburridos cerquita del suicidio.
Y esta tarde me puse a mirarle la entraña
/boliche de mi barrio, cómo se habrán reído/
Los sábados se instalan sobre mi lado óseo,
ese costado duro donde adormece el canto.
Y este sábado agosto llueve todas las lluvias
y yo esperando a nadie. Lo hago de tanto en tanto.
Tuñón pasó hace un rato. Me regaló angelitos.
Erdosain se fue lento chapoteando su angustia.
Me proponen revueltas un rebelde barbudo
y gardeles de trapo cantando letras mustias.
Un diariero aguachento bancando pulmonías.
Taxi, va una pareja y amueblada furtiva:
un cafisho empolvado que olvidó el almanaque,
rebusque vespertino de yiranta aburrida.
/Qué sábado a la tarde de lluvia y compañía/
Ni está el loco de siempre para explicar cuestiones
y este costado duro donde adormece el canto,
hoy lo mastica el solfa de antiguas frustraciones.
Me lo comen las minas que habitaron mi sábana
y amasados acordes de insomnio guitarrero.
Esta astucia constante de estafarme yo mismo
y mi triste zoncera de creerme un mosquetero.
Politeama, boliche, te inventaré otro sábado.
Con pibes que nos suban remando la alegría
y que canten gritando su manera futura,
aunque la tarde escurra pañales de agonía.
Que entren sin importarle lo que dijimos antes,
y si importa, que apenas nos digan ‘buenas tardes’.
Que esta mufa no siga llorando letanías,
y se muera el cafisho y el diarero se salve.
Yo te juro, me borro de escribirte palabras
aunque aquella no vuelva cuando llegue ese día.
Ni le diré al mozaico que manotea la guita
/un feca cuatro mangos; qué cara está la vida/