Piedras enigmáticas
La joven autora Aura García-Junco presenta Mar de piedra, su segunda novela luego de haber sido incluida en la prestigiosa lista Granta.
Imaginen que todas las desapariciones ocurridas en México y en otros lugares tuvieran una explicación “alternativa”. Que un día cualquiera esas personas aparecieran de nuevo en una forma distinta. ¿Qué pasaría?, ¿cómo modificaría la sociedad un hecho así? En este escenario de ciencia ficción se desarrolla Mar de piedra, la segunda novela de la escritora Aura García-Junco (Ciudad de México, 1988), incluida en la última lista Granta, dada a conocer en 2021 en Madrid. Esta selección se publica cada diez años y “propone los nombres de los autores jóvenes que se revelarán como principales voces de su tiempo”. Mar de piedra relata cómo en el año 2025 empiezan a aparecer en la avenida Madero de Ciudad de México una serie de estatuas de piedra que presuntamente corresponderían a personas que habían desaparecido por diferentes motivos. Este fenómeno coincide con la propagación de los mattangs (“…hechos con varitas de fibra de coco que se entrecruzan. Es el mapa de las aguas del tiempo que te fueron asignadas por el cosmos”), mapas que surgen también de forma misteriosa y que pueden revelar el destino de una persona si se leen correctamente. Sofia, una escéptica profesora universitaria, comienza a indagar sobre estos fenómenos dando lugar a una serie de encuentros y desencuentros con varios personajes entre los que se cuentan un alcohólico en recuperación, un amor del pasado nunca olvidado y una joven que huye. Un fragmento de Mar de piedra había aparecido previamente en Granta, Los Mejores Narradores Jóvenes en Español 2 publicada por Editorial Candaya en 2021. García-Junco es además autora de los libros Anticitera, artefacto dentado (Booket, 2019) y El día que aprendí que no sé amar (Seix Barral, 2021), un ensayo en el que cuestiona la exclusividad en las relaciones sexoafectivas.
A continuación, un diálogo que tuvimos con la escritora a raíz de la publicación de esta obra.
—Según lo que se cuenta en el epílogo del libro, Mar de piedra tuvo un largo proceso de concepción y desarrollo. ¿Qué tan diferente es el resultado final de esa primera idea o visión que tuvo?
Mi proceso de escritura inicia en el cero absoluto. No suelo tener una idea clara de cómo será el libro al final del camino, así que las comparaciones del sueño y la realidad no funcionan en mi caso.
—La novela se va desarrollando a través de una pluralidad de voces que ayudan a mantener la narración fresca y le brindan al lector una visión amplia de lo que sucede. ¿Cuándo supo que debía tener distintas voces dentro de la historia y qué tan difícil resultó lograrlo?
Desde el inicio de la escritura me adentré en las voces de una serie de personajes, algunos de los cuales no terminaron por ser parte de la trama, pero me sirvieron para explorar el mundo que quería crear. Para mí era importante lo que mencionas, que hubiera múltiples puntos de vista al narrar esta historia y que quien lea pueda armar el suyo con ese rompecabezas de miradas. Las tres voces principales, Sofía, Luciano y Ana, tomaron mucho tiempo en cuajar: tenían que pensar distinto, que hablar distinto y que tener ritmos diferentes. Eso es muy trabajoso y requiere mucha reescritura y oído.
—Las desapariciones en México son un fenómeno que lleva ocurriendo décadas y no parece tener explicación clara ni final a la vista. Usted le da un enfoque diferente y ofrece una suerte de explicación alternativa. ¿De dónde surge esa idea de las estatuas de piedra?
Me interesaba metaforizar las desapariciones para que fueran un reflejo poderoso de lo que vivimos en México, pero visto desde otro lado, con esa capacidad de crear miradas frescas que para mí tienen la ficción especulativa. En Mar de piedra las estatuas son las personas que desaparecen por diferentes motivos. Dentro de la novela hay hipótesis variadas, pero lo que es una constante es la paradoja de que sean a la vez una presencia y una ausencia. El hueco que deja el o la desaparecida se contrapone a la solidez de la estatua, que es algo similar a esa ausencia que, no por ser tal, deja en paz a quienes perdieron a alguien. El o la desaparecida siguen estando en las vidas de quienes dejan atrás, aunque ya no estén, en ocasiones con mayor potencia.
—¿Cuáles fueron las obras que le sirvieron de base, inspiración o guía durante el proceso de escritura de Mar de piedra?
Hay mucha literatura que relaciono con la escritura de este libro. Uno importante para mí es Atlas descrito por el cielo de Goran Petrović, por los juegos formales que hace en la novela. Kurt Vonnegut siempre fue central para la escritura de este libro. Los textos relacionados con la Polinesia también me fueron importantes: eran una forma de convocar a la imaginación.
—Mar de piedra tiene en su núcleo elementos que podrían denominarse de ciencia ficción (un futuro reciente, un fenómeno inexplicable que altera la sociedad y la cultura, etc.). Sin embargo, la narración no se siente como la típica novela de ese género. ¿Fue algo consciente de su parte el evitar esos tópicos mientras estaba escribiendo?
Desde el inicio me quedó claro que este era un libro de ficción especulativa porque las estatuas estaban en el centro del mundo donde los personajes iban a existir. Sin embargo, la literatura que me gusta escribir juega con esos géneros: son un tubo de ensayo para explorar personajes, mezclar realidades y buscar caminos sorprendentes. Me planteé una novela de ciencia ficción que fuera a la vez una sobre la intimidad de los personajes. Una exploración de las violencias íntimas en un mundo en el que la violencia explícita está petrificada pero no por ello deja de ser más feroz, como de hecho sucede en la pequeña escala de nuestras emociones.
—Aunque Mar de piedra cuenta con distintas voces y personajes en su desarrollo, la narrativa se centra en el personaje de Sofia, quien da la impresión de ser el núcleo alrededor del cual giran los demás. ¿Fue concebido de esta manera?
Sofía siempre fue el eje de la historia porque su búsqueda de Eloísa pivota las tramas. Es, digamos, el centro del mattang de la novela. Además, es el personaje más introspectivo y reflexivo sobre el mundo a su alrededor, así que sirve también como este Virgilio que nos explica algunas cosas del mundo, tal y como las ve ella, al menos.
—Hay algo de misterio en el paseo de las estatuas, un fenómeno inexplicable que cambia el mundo. Aunque en el desarrollo de la novela se alude a ese hecho y se indaga en ese misterio, el núcleo al final parece ser la impresión individual de cada personaje frente al fenómeno, más que un significado global. ¿Fue así como lo pensó?
Sí, definitivamente me interesaba que los personajes estuvieran montados en una perspectiva distinta cada uno. Me gustan los libros que te invitan a sacar tus propias conclusiones, como hace el mundo que habitamos. Al final tenemos algunos datos claves de la historia de este mundo de estatuas y también opiniones al respecto, pero siempre habrá alguna voz dentro de la novela que piense distinto.
—La novela, aparte de no seguir un desarrollo lineal, está repleta de mapas, fragmentos de diarios y artículos que hacen de la experiencia de lectura algo diferente a lo usual. ¿Usó alguna estructura o diagrama a la hora de construir Mar de piedra para darle coherencia a todo?
La edición fue un proceso dificilísimo. Una vez que tuve listo un primer borrador, hecho con más intuición que nada, hice escaletas sobre eso para ver qué faltaba escribir y plantearme cómo ordenarlo todo. Hablo del año 2019. Luego tuve que revolverlo todo, probar estructuras, desechar las que no funcionaban. Un desastre. Trabajar con tantas voces e historias siempre presenta un reto y gracias al cielo conté con lectores y lectoras muy sagaces que me hicieron comentarios para ese fin.
—Al no seguir un desarrollo lineal, con la narración además saltando entre una tercera persona a una primera, a diálogos y monólogos interiores, etc., ¿en algún momento le preocupó que el conjunto pudiera no tener sentido?
¡Mil veces! Pero me ayudó mucho saber que tenía todo el tiempo del mundo para terminar la novela. Pude hace y rehacer hasta estar cómoda, siempre consciente de que había un grado de experimentación en la obra que quería mantener.
—Esa escritura fragmentaria está presente desde su anterior novela, Anticitera, artefacto dentado, publicada en 2019. Me trae a la mente obras como La Broma infinita o La Casa de Hojas (por nombrar algunas), donde la narración va saltando entre personajes y contienen mucha información en diferentes formatos. ¿Qué tan importante es el estilo de un escritor para usted? Y, ¿es muy pronto para hablar del estilo de Aura García-Junco?
Siento que sigo y seguiré en busca de mi estilo, pero que ya he encontrado lugares donde me siento cómoda escribiendo. El fragmento me gusta en parte por mi formación en Letras clásicas, pero también por la mucho más cotidiana existencia de las redes sociales en la vida contemporánea, que a mí me parece un navegar constante entre retazos. Me gusta experimentar, me gusta divertirme y probar cosas en papel. Me queda claro al menos que para mí toda escritura es una investigación de las posibilidades de la ficción y para ello me gusta la idea de seguir explorando.
—¿Qué significó para usted ser incluida en la última lista Granta?
Un gran honor, una gran invitación a la humildad, aunque suene como contrasentido, y también muchas crisis de ansiedad. Ha tenido, por su puesto, muchas repercusiones buenas para mis libros, y estaré siempre muy agradecida con Valerie Miles por haber hecho un voto de confianza en mi literatura.
—Cuando envió el fragmento de Mar de piedra para la antología de Granta, ¿cuánto de la novela estaba terminado en términos de porcentaje?
Tenía un tercer o cuarto borrador terminado. Sabía que la novela estaba en sus últimas etapas, pero no cuánto trabajo faltaba (luego descubrí que mucho).
—¿Cuáles son las autoras/es que usted piensa que más han influenciado su narrativa?
La lista es larga: Italo Calvino, Kurt Vonnegut, Margo Glantz, Goran Petrović, Cristina Morales, Luciano de Samosata, Elisa Díaz Castelo e incluso esas primeras lecturas fundamentales, como Anne Rice.