Entrevista, Carlos Enrique Ruiz

No. 6.641, Bogotá, Jueves 20 de Marzo de 2014 
Que nadie se engañe: decir buenos días ya es hacer literatura. 
Joan Fuster
Carlos
Enrique Ruiz
Mi destino desde la
más temprana infancia ha estado inmerso en el mundo de los libros
Por:
Jorge Consuegra (Libros y Letras)
Uno no puede imaginarse a un ingeniero de caminos escribiendo poemas y
menos haciendo una revista cultural, pero “la vida te da sorpresas, sorpresas
te da la vida” y ese milagro de la vida se da en Carlos Enrique Ruiz quien
desde siempre ha estado sumergido en ese mundo fascinante de los libros y de la
cultura en general.
    Y tercamente sigue empeñado
en sacar adelante su revista Aleph,
que sin lugar a dudas, es una de las de más historia y trayectoria hay en el país.
– ¿Siempre su mundo estuvo rodeado de cultura?
– Por esas
cosas extrañas, inexplicables, mi destino desde la más temprana infancia ha
estado inmerso en lo que se ha dado en reconocer como “cultura”, es decir, ese
mundo de los libros, los periódicos, las revistas, la música, las artes
plásticas…con el deleite por vivir inmerso en esos asuntos.

¿Cuáles fueron los primeros libros que tuvo en sus manos?
– El primero,
sin la menor duda, fue la Alegría de Leer, de Evangelista Quintana, esa
inolvidable cartilla que tuve en los niveles 1 y 2 de la escuela primaria.
Luego fueron apareciendo en mis manos El
ingenioso hidalgo Don Quijote de la
Mancha
, y otros que me topaba por ahí.
– ¿Qué libro
recuerda con especial cariño en tu adolescencia?
– El Don Quijote de Cervantes, que todavía me
sigue acompañando.
– ¿Qué libro
lo formó como lector?
– Resulta
extraño, pero fue la cartilla la
Alegría
de Leer, por las maneras de
introducirnos a ella por mi maestra de primeras letras: la Señorita Margarita,
en la Escuela Santander
de Manizales.
– ¿Leía más
poesía que narrativa?
– He leído de
todo, pero pasados los años me he aclimatado en la lectura de poesía y de
ensayo, en lo fundamental. Acudo a leer novela y cuento, de manera muy
selectiva. También leo libros de reportajes o de crónicas.
– ¿Cuáles
fueron los temas de sus primeros escritos?
– He escrito
poesía en todas las épocas de mi vida, y sin falta artículos, ensayos,
reportajes, para periódicos y revistas, y textos para conferencias ocasionales.
Dispongo de decenas de libretas escritas a mano, de donde han ido saliendo los
libros que he conseguido publicar, con modestia y sin tocar puertas de nadie.
– ¿Por qué
decidió estudiar Ingeniería?
– En el
bachillerato fue estudiante aplicado en todas las áreas, con excepción de
Religión, para la cual estuve negado. La Matemática, la Física, la Química, la Literatura, la Filosofía, fueron campos de mi particular
atención. Al graduarme de bachiller en el Instituto Universitario de Caldas
venía el problema de decidir a qué programa universitario acceder. Pensé en la
carrera de Filosofía y en Ingeniería Civil. Me decidí por esta última, por
cuanto veía posibilidades de, a su término, tener trabajo mejor remunerado para
ayudar a mi familia, y levantar la propia, puesto que provenía de estrato
“cero”. Y cumplí con ese propósito, pero nunca desligándome de las inquietudes
intelectuales que he arrastrado en la vida.
– ¿Qué le
cautiva de Borges?
– Me cautiva
de Borges la “genialidad”, ejercida en escrituras creativas (poesía, cuento) y
de ensayística, de absoluta singularidad, con sindéresis en el manejo del
idioma y de las ideas, tan escasa en la generalidad de los escritores. Su
caudalosa memoria que lo hacía ver como una enciclopedia viviente, compartida
con amabilidad, y a veces con socarronería.
– ¿Qué lo
llevó a publicar la revista Aleph?
– En 1966
vivíamos en la
Universidad Nacional
de Colombia, sede Manizales, un renacer
con el decanato del Ingeniero y Arquitecto Alfonso Carvajal-Escobar,
personalidad con formación francesa, humanista, que tejió empatía con los
estudiantes, en especial con quienes nos dábamos de “activistas culturales”.
Era también tiempo del Rectorado del doctor José-Félix Patiño, y de Marta Traba
como directora de Extensión Cultural, en toda la UN (cuatro sedes por entonces: Bogotá, Medellín,
Palmira y Manizales). Además, en ese momento estaba personalmente inmerso en la
lectura de “El retorno de los brujos”, donde encontré El Aleph de Borges, con la idea de simbiosis universal, lo que muy
posteriormente llamamos en la revista Aleph,
la “comprensión unitaria”. Y de ese estimulante ambiente académico y cultural
vengo, trajinando a Aleph en el alma
y en las manos, sin tregua.
– ¿Qué
satisfacciones le ha dejado la publicación?
– La revista Aleph, más que satisfacciones, ha sido
mi razón de ser en el mundo. Es especie de crónica de una obsesión, mi propia
vida, y la de quienes me acompañan, con Livia a la cabeza, hijos, nietos,
amigos entrañables, algunos de ellos agrupados en el “Consejo Editorial”, y
antes en la que fue la “Fundación Aleph”, proyecto, por desgracia, desvanecido.
Estoy en los 48 años de ella, con 168 ediciones al primer trimestre de 2014,
con ediciones en papel y digitales, y con muchas ganas de celebrar los primeros
¡50! en el 2016, con epicentro en el mes de octubre.

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