No. 5.804, Bogotá, Viernes 23 de Septiembre del 2011
Escribir es como el sexo cuando envejeces: empezar es cada vez más difícil, pero una vez que has comenzado no querrás terminar.
Stephen King
Maureén Maya
Uribe era el resultado de un proceso de degradación social y política
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)
II Parte
En esta segunda parte, la periodista, escritora e investigadora Maureén Maya habla sobre los libros que hasta ahora ha escrito, como el de la Toma del Palacio de Justicia y el de La oligarca rebelde y por qué decidió escribir sobre Manuel Cepeda el último senador de la Unión Patriótica cuyo magnicidio puso a pensar a todos los co,ombianos…y sus excepciones.
– ¿Por qué quisiste escribir un libro sobre el Palacio de Justicia?
– La toma y contratoma del Palacio de Justicia produce una fractura en la historia del país. La verdad sobre lo ocurrido fue escondida intencionalmente durante muchos años y se impuso una tesis oficial, en la cual se desconocían no sólo la razones que llevaron a la toma original por parte de la guerrilla M-19, sino que se ocultaba la acción criminal de un gobierno que para perpetuarse en el poder había optado por sacrificar al poder judicial y ocultar el mal manejo que se le daban a los recursos del Estado. En la toma del palacio se resume el horror de una historia marcada por la violencia, la impunidad, el terrorismo de Estado, las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos y la filtración de la mafia en los poderes estatales. Era importante dar cuenta de apartes de esa verdad confiscada; contar sobre la historia silenciada y la lucha que tuvieron que emprender las víctimas directas de estos hechos para lograr verdad y justicia. Hoy ya buena parte del país se sabe que varios civiles que se encontraban en el Palacio fueron secuestrados, torturados, ejecutados y sus restos desaparecidos por miembros de las fuerzas militares de Colombia con la complicidad de las instituciones gubernamentales. También tímidamente se empieza a reconocer que el palacio fue intencionalmente incendiado por agentes del Estado y que fueron ellos mismos, quienes impidieron la llegada a tiempo de los carros de bomberos produciendo la muerte por ahogo y calcinación de decenas de civiles. Tal como se establecía en los dictamines de medicina forense, hoy también se empieza a reconocer que decenas de civiles murieron por armas de fuego del ejército, entre ellos algunos de los magistrados, y que el arsenal militar que se empleó contra un edificio y no cualquiera, sino la sede la justicia que estaba atestada de civiles, fue excesivo y ocultaba la intención criminal de unas FF MM investigadas en ese entonces por la Corte y el Consejo, por crímenes de lesa humanidad.
– ¿El caso del Palacio es algo de nunca acabar o crees que ya, por fin, va llegando al final de la historia?
– No lo creo. Aún hay muchos aspectos que no han sido revelados. Los desaparecidos siguen desaparecidos y no se habla de la participación que tuvo en este desenlace, la Embajada de EUA y sus agentes de inteligencia que operaban en el país. Tampoco se han revelado las razones políticas que llevaron al M- 19 a ejecutar la toma, ni se han divulgado sus denuncias, muchas de las cuales fueron apoyadas por la Comisión de Verificación del Gobierno Nacional. La cúpula militar, así como el presidente Betancourt no han asumido su responsabilidad en la ejecución de estos y otros crímenes. No se ha revelado toda la verdad sobre lo sucedido y las víctimas, siguen siendo objeto de estigmatizaciones y persecuciones. No ha habido justicia en los asesinatos de los abogados que investigaban estos hechos y sus irregularidades; tanto el doctor Tarcisio Roldán, representante de los funcionarios del Palacio de Justicia y Eduardo Umaña Mendoza, representante de los familiares de los desaparecidos, fueron brutalmente asesinados y sus crímenes siguen condenados a la impunidad.
– ¿Cómo surgió la idea de La oligarca rebelde?
– La oligarca rebelde surge como el desenlace natural de un encuentro marcado por la sintonía política y la necesidad de recuperar la memoria social del dolor que nos había sido negada. María Mercedes Araújo, como testigo privilegiada de un proceso político fundamental en la historia de Colombia de mediados y finales del siglo XX, me compartió durante algunos años, sus recuerdos y sus vivencias, sus propuestas y sus reflexiones para poder entender nuestro terrible desenlace como nación. Era preciso recorrer la historia reciente del país para encontrar las razones que llevaron a que Colombia se convirtiera en un país doblegado al poder mafioso, desangrado y corroído en sus estructuras democráticas. Uribe era el resultado de un proceso de degradación social y política que tenía que ser entendido para poder formular alternativas de cambio realistas desde una comprensión histórica.
– ¿Por qué la imagen de Manuel Cepeda es emblemática en la Historia de Colombia?
– Manuel Cepeda era un destacado dirigente comunista, un genuino defensor de los Derechos humanos y de las causas sociales, un hombre comprometido con su historia y con su tiempo. El día en el cual fue asesinado, se dirigía al Congreso para presentar su ponencia sobre la adhesión de Colombia al Convenio de Ginebra, convencido de que era necesario humanizar la guerra y que los infractores al DIH y los responsables de crímenes de lesa humanidad debían ser enjuiciados y no amnistiados, indultados ni perdonados. Su causa principal fue la democracia, la consolidación de un genuino estado democrático social de derecho donde fuera posible la plena realización humana. Es emblemático porque fue el último senador elegido democráticamente en representación del partido político Unión Patriótica y porque en su caso se revela sin ambages, el modo en el cual opera el Estado como creador e impulsor de los ejércitos paramilitares en Colombia. La alianza entre miembros del Ejército y narco paramilitares para asesinar opositores políticos, activistas sociales y militantes de la izquierda en Colombia quedó demostrada en el asesinato de Manuel Cepeda y fue visibilizada por la acción valiente y decidida de sus familiares que nunca renunciaron, ni bajo persecución y amenaza, a sus derechos a verdad, justicia y reparación integral. Este asesinato y el proceso que surtió ante los tribunales internacionales, reveló que en efecto, este crimen como muchos otros, no era un caso aislado sino que hacía parte de un plan de exterminio diseñado al más alto nivel dentro del Estado colombiano.