Duchase y Pointis: Cartagena en la mira de los franceses*
El 8 de Abril de 1697 se divisaron en el horizonte las velas de 22 navíos que anclaban en Galerazamba, a 12 leguas de la ciudad. Informado por algunos habitantes negros de la presencia de las embarcaciones, Sancho Jimeno, encargado de la defensa del fuerte de San Luís, envió una carta al gobernador que, sin avisar, se había retirado a su casa de recreo en Turbaco. El mensaje, con fecha del 8 de Abril, indicaba que el fuerte de San Luís sólo tenía 35 soldados y 68 negros mal instruidos. Recordaba que normalmente la fortaleza contaba con 400 soldados. La carta solicitaba también refuerzos y víveres para hacer frente al asedio. Falto de memoria y pródigo en excusas, el gobernador Diego de los Ríos nada había hecho. Devolvió a los mensajeros diciendo que esas naves no iban a tocar a Cartagena, que pasarían de largo hacia Portobello. Sin embargo ordenó que se enviaran algunas balandras para informar a Portobelo sobre la presencia de naves enemigas. En aquellas comunicaciones enviadas también a las provincias vecinas y a Santa Fe, el gobernador pedía a la gente de Panamá que se abstuviera de lanzarse al mar e incluso reclamaba refuerzos. El mismo día, el comandante de la plaza, coronel Vallejo, al ver que los barcos se dirigían claramente hacia Cartagena, increpó al gobernador recriminándolo por no haber hecho caso a las advertencias y por no haber preparado la defensa de la plaza. Como única respuesta el gobernador lo hizo arrestar. Gritando que en 100 años nadie había atacado a la ciudad, el gobernador también decidió llevarse toda la guarnición a Cartagena dejando abandonado el fuerte de Santa Cruz.
El 13 de Abril los habitantes de Cartagena vieron desfilar la Armada francesa. Eran 10 navíos con 80 cañones, 6 fragatas con 60 cañones, 4 corbetas con 50 cañones, 4 bergantines de 20 cañones, 2 pontones bombarderos y 5 barcos de transporte con más de 9.000 hombres a bordo comandados por el barón de Pointis y Ducasse. Los barcos piratas habían anclado sus 29 naves frente a Cartagena, en un espacio que se extendía desde Playa Grande hasta la Boquilla. La nave capitana llevaba bandera inglesa, la almiranta portaba insignia española y las demás, banderas holandesas, para engañar a los cartageneros. Más tarde utilizaron sus propias banderas francesas. Ducasse había dado la orden de desembarco. Las canoas habían sido lanzadas al agua pero los hombres no desembarcaban. El barón de Pointis ordenó que se hiciera una serie de comunicaciones con las banderas cuyo significado ignoraban o no querían obedecer los hombres de Ducasse. Quizá aquellos tripulantes no conocían el significado de las banderas pero sí conocían el mar y sabían que un desembarco con aquella mareta y con el viento suroeste sería imposible. El barón consideraba aquel gesto como propio de la cobardía de los filibusteros. A través de la bocina les acusaba de cobardía y desobediencia. En el colmo de la desesperación dio la orden de que le bajaran en una canoa para mostrar cómo se hacía un desembarco. Ya en el mar, el barón y sus seguidores se habían podido dar cuenta de que la canoa se mecía como una cáscara de nuez en medio de una tormenta. No había calculado que estaba en el mar Caribe, un mar indómito y muy diferente a los mares que él había navegado. En el Caribe las resacas no se ven pero son violentas y el viento siempre es más fuerte de lo que parece. La embarcación del orgulloso barón fue dando tumbos hasta unas rocas donde se fue a pique. De Pointis tuvo que ser rescatado. Aquella fue su primera derrota moral. Reunido después con sus hombres de confianza no tuvo más remedio que renunciar al desembarco en esas playas.
En aquellos momentos un barco con 50 cañones cerraba el paso del puerto, desde la Punta de Icacos. Después de su fallido desembarco el barón envió los bajeles Fort y Mutine que el día 14 de Abril iniciaron un intenso bombardeo contra Cartagena. El día 15, los navíos Sceptre y Saint Louis, seguidos por el resto de la Armada, se dirigieron hacia Bocachica. Los ciudadanos de la tranquila Cartagena habían sido invadidos por un miedo pánico que obligó a niños y mujeres, a los miembros del tribunal de la Inquisición y a las monjas de Santa Clara y Santa Teresa a huir como almas arrastradas por el mismo diablo. Cuando los hombres intentaron también escapar con sus pertenencias y tesoros, el ejército del gobernador les cerró las puertas de la ciudad y les invitó a asumir la defensa y a recibir armas, pólvora y municiones en la armería. Los ciudadanos quedaron perplejos cuando se encontraron frente a unos pocos arcabuces y trabucos nuevos y otros corroídos y rotos por el óxido. El bombardeo no paraba aunque hasta entonces no se habían registrado grandes daños en la ciudad. El 15 de Abril por la tarde la entrada de Bocachica tenía como defensas 2 baterías: la de los Castilletes de Punta Abanico, con 22 cañones, los fuertes de Santiago y San Felipe, con 16 cañones y el Castillo de San Luís, con 20 cañones. La capacidad militar de estas fortificaciones era de 580 hombres pero en aquella circunstancia sólo tenía 100 de entre los cuales 68 eran voluntarios y 32 artilleros de profesión. Estaban bajo el mando de Sancho Jimeno que justamente había llegado al Castillo. Los franceses querían bloquear el puerto haciendo una media luna con los bajeles Saint Louis, Serpente, Pembrock y Cap Bourg. Las naves del barón de Pointis y de Ducasse trataron de ponerse a tiro de cañón pero los bajos lo impedían. Habían intentado acercarse unas 20 veces pero las aguas poco profundas y el viento no lo permitían. Los cañones más grandes disparaban balas de 7 a 12 libras y, aunque tenían una distancia de tiro de unos 5.000 pies, el viento norte obstaculizaba la maniobra. Finalmente los franceses habían desembarcado en un lugar retirado, a una legua del Castillo, en un punto conocido como los Hornos. Desembarcaron 1.700 soldados y 1.200 bucaneros. Llevaban además caballos de tiro para transportar las cureñas con ruedas, los cañones de asalto y los morteros para balas explosivas. Los dirigía Jean-Baptiste Ducasse cuya misión era atacar el Castillo de San Luis de Bocachica que estaba bajo las órdenes de Sancho Jimeno, con 68 hombres jóvenes y algunos esclavos.
Al caer la noche Sancho Jimeno volvió a pedir refuerzos porque calculaba que, al amanecer, la fortaleza de San Luis estaría sitiada. Envió a un esclavo negro que hablaba francés acompañado por un soldado. El esclavo traicionó a Sancho y a su compañero y después de parlamentar con los franceses siguió su camino para presentarse ante el gobernador con una carta falsa que los piratas pusieron en sus manos. El gobernador se dio cuenta de que la carta no había sido escrita por Sancho pero el esclavo aseguraba que por estar ocupado en otros menesteres Sancho había designado a uno de sus ayudas para redactar el mensaje. En pocas palabras la carta decía que se trataba de una falsa alarma y que los piratas iban rumbo a Portobelo. Con aparentes dudas pero siempre convencido de que Cartagena no era el objetivo del asalto, el gobernador Diego de los Ríos despachó al mensajero sin respuesta alguna. Cuando el esclavo llegó a Tierrabomba el ataque había comenzado. San Fernando estaba rodeado por 12 bajeles. Los piratas se arrojaban a tierra sin protección. Caían bajo los disparos de los arcabuces y cañones. Tal era el arrojo, la sed de conquista y de saqueo de los filibusteros, que la muerte no parecía importarles. Hacia el mediodía, los bajeles, entre ellos 10 barcos de 80 bocas, rodeaban el combate. Don Sancho esperaba ansiosamente la llegada de refuerzos pero le informaron que sólo llegarían al día siguiente. En aquel momento el ataque se desarrollaba por los cuatro costados. Los franceses habían logrado enclavar cañones y morteros.
Mil bocas de fuego escupieron su artillería. En 10 horas de combate habían muerto 10 españoles. Al finalizar el primer día del asalto las fortalezas habían quedado barridas. Solamente el Castillo de San Luis había quedado en pie. Los franceses habían perdido unos 25 hombres. El mismo Ducasse resultó herido en una pierna. El impacto de un tiro lo había proyectado contra las rocas de coral que le causaron más heridas. El mismo barón de Pointis tuvo que asumir el mando de los piratas.
( * ) Fragmento del libro Mar de Sangre de Arturo Aparicio ( B ).