Isabel Cristina Salas
Un día dije que quería perderme en la eternidad de tu cuello.
Una noche descubrí que no es eterno, descubrí que limita con el candor de tu pecho, esa caldera de leños firmes, de calor constante que envuelve, acompaña y abriga mi alma.
Tu cuello limita también con la roca que yace en tu barbilla, a veces suave como la piedra húmeda, pero casi siempre áspera. Un roce tempestuoso que estremece y marca mi piel.
Tu cuello no es eterno, ya lo descubrí. Eterna es tu mirada. Eterna, profunda, infinita.
Un espejo, un lago sin fondo, magia que me embriaga, luz para los caminos inciertos.
Es en tu mirada donde quiero perderme, donde voy encontrarme. Hoy y para siempre.