Por: Dixon Acosta / @dixonmedellin
Se dice con frecuencia que los padres de la ciencia-ficción fueron los formidables Julio Verne y H. G. Welles, pero casi nunca se reconoce a la madre de este género literario que ha trascendido con mayor éxito al mundo audiovisual. Dedicamos el presente artículo a una mujer que nació en 1797 y murió en 1851, quien dedicó casi toda su vida al oficio de escribir, pues desde niña ya era autora de relatos e historias y responsable de uno de los personajes literarios y cinematográficos más célebres de la historia.
Se trata de Mary Wollstonecraft Godwin, más conocida como Mary Shelley, una polifacética escritora, hija de escritores y filósofos y esposa de un poeta romántico. Aunque en este caso, más que hija y esposa, la referencia funciona en sentido opuesto, pues los padres y esposo tuvieron como familiar a una mujer excepcional creadora de lo que no se puede considerar simplemente como un proyecto faraónico, sino el icono que ha simbolizado la esencia de la ciencia-ficción.
Mary Godwin fue criada por su padre, ya que su madre moriría unos meses después de su nacimiento, aunque ella conocería en su edad adulta el pensamiento feminista de su progenitora, Mary Wollstonecraft, gracias a los escritos que dejó, en defensa de los derechos de la mujer. El señor Godwin educó a su hija en las ideas políticas de su filiación liberal y al evidenciar que se trataba de una joven brillante con deseos de conocimiento, le proporcionó una educación que no era habitual para las mujeres de su época.
Mary se enamoraría de uno de los seguidores políticos de su padre, Percy Bysshe Shelley, quien era un hombre casado y decidió vivir con él en unión libre, lo que no fue aceptado por su padre. Luego sufriría la pérdida de su prematura hija recién nacida. Todos estos hechos familiares, pérdida de madre e hija, conflictos con la segunda esposa de su padre y con este último, serían elementos que seguramente contribuyeron a la creación de aquella criatura que la llevaría a la fama literaria, cuya idea fue concebida en la célebre velada a la cual Lord Byron invitó a los Shelley, durante un verano a orillas del Lago Ginebra, en Suiza.
Aquel evento literario-social, fue el germen de uno de los personajes literarios más célebres, que en el siglo XX se convirtió además en icono audiovisual, gracias a las adaptaciones en el cine y la televisión, se calcula más de 150 versiones desde una película muda de 1910. El monstruo o la criatura que el Dr. Víctor Frankenstein trajo de nuevo a la vida, se transformó además en símbolo de las producciones de terror e invitado permanente de las fiestas de Halloween. Sin embargo, la grotesca figura con tuercas en su cuello, ha simplificado bastante al personaje literario, mucho más complejo en su psicología.
Mary Shelley cuando concibió la idea de su novela, no tenía aun 20 años y la escribió al tiempo que vivía intensamente con quien fue finalmente su esposo, en medio de problemas financieros y familiares. Es la primera novela en donde la ciencia como herramienta de la razón, se utiliza para desarrollar la posibilidad de producir vida sin el método tradicional de la reproducción natural, un argumento que antes se había esbozado en lo literario pero utilizando la magia, el mito o lo sobrenatural.
Hace ya varios años, escribí una breve reseña sobre Frankenstein en Quinta Dimensión, sitio argentino de ciencia-ficción, en donde dejaba abierta la posibilidad que la criatura en la ficción no hubiera muerto sino emigrado hacia el continente americano, dada su condición ilustrada, pues a diferencia de la iconografía tradicional que lo muestra como un ente salvaje y básico, el personaje de Shelley ha cultivado la lectura de los grandes escritores románticos de su entorno, así como la historia y se ha compadecido con la suerte de los habitantes originales de las tierras americanas y no duda en afirmar que le gustaría establecerse en América del Sur.
La vida de Mary Shelley que resulta fascinante, ha sido llevada al cine en algunos de sus aspectos, aunque posiblemente todavía esté pendiente la gran obra biográfica de la escritora que no solo se centre en su creación más famosa, o que sea pretexto para contar historias de terror o figurar triángulos eróticos con Lord Byron, como vértice protagonista. Considerando además que la vida intelectual de Shelley no se limitó a Frankenstein, pues luego de la trágica muerte de su esposo, al accidentarse el barco que lo transportaba en un paseo en Italia, donde residían por entonces, Mary se dedicó por completo a vivir de la pluma, como escritora y editora.
De todas formas, algunos títulos cinematográficos pueden aportar información como “Remando al viento” (1988), dirigida por el español Gonzalo Suárez. Se anuncia para el presente 2017, “A Storm In The Stars” que se centra en el amor entre Percy Shelley y quien sería su esposa, dirigida por Haifaa Al-Mansour, la primera directora de Arabia Saudita, quien alcanzó celebridad por su bella película “Wadjda” (conocida como “La bicicleta verde”, la historia de una niña saudí y su lucha por tener y conducir una bicicleta).
Mary Shelley fue una escritora audaz que incursionó en diversos géneros como la novela histórica, el ensayo, la biografía, la crónica de viajes y el género epistolar. Como dato interesante Shelley contribuyó con un trabajo titulado Vidas de los más eminentes literatos y científicos de Italia, España y Portugal, escribiendo reseñas biográficas de Garcilaso de la Vega, Cervantes, Lope de Vega, entre otros. En sus obras no disimuló el análisis político, en tiempos en que le era prohibido a las mujeres emitir opiniones ideológicas, al menos, en el terreno público.
Lo que muchos ignoran es que si bien Frankenstein puede considerarse la primera novela moderna de ciencia-ficción, así se haya catalogado en su momento como literatura gótica, no fue la única obra en la que Mary Shelley incursionó en este género, que para su momento no existía, pues ella lo estaba fundando. En 1826 publicaría El último hombre (The last man) en tres volúmenes, lo que hoy sería conocida como una novela post-apocalíptica, en la cual la escritora plantea que la humanidad ha sido diezmada por una plaga al final del siglo XXI y los retos que deben asumir los sobrevivientes, así como los cambios políticos del mundo, como por ejemplo, el fin de la monarquía en Inglaterra y la instalación de la república.
En 2016 se celebraron precisamente los 200 años de la primera versión de Frankenstein o el moderno prometeo, libro que marcó el inicio de un género que se atreve a desafiar límites físicos, mentales e incluso temporales. La fecha pasó desapercibida porque el texto que pasó de cuento a novela, fue publicado finalmente en 1818, así que se podría esperar que las actividades ausentes de celebración de tan importante aniversario, se realizarán en el 2018, ojalá que el mundial de fútbol no eclipse el justo homenaje a la obra que inició la ciencia-ficción moderna y su inteligente creadora.
Dios creó al hombre, inventando el primer oficio conocido, el del alfarero, aquel artesano que da vida a objetos inanimados de barro. Una joven mujer creó de un muerto, un ser literario, revolucionario y desafiante, que es metáfora de las posibilidades del ser humano, del genio científico así como de los riesgos de la arrogancia y ambición. Hoy cuando la clonación y la médico-ingeniería genética son cotidiana realidad, todo lo que subyace en Frankenstein está más vigente que nunca.
Sea este el pretexto para recordar a una mujer admirable que hace 200 años, en plena primavera de la vida, estaba concentrada reviviendo de la muerte a unos personajes que en efecto vivirán para toda la eternidad. Siempre viva Mary Shelley, madre de la ciencia-ficción.