Octavio Paz y el poeta uruguayo

Julio Herrera y Reissig rompía el silencio poético con sus metáforas. A 100 Años del nacimiento de Octavio Paz. Por Washington Daniel Gorosito Pérez*
México. El escritor uruguayo Julio Herrera y Reissig (1875- 1910) perteneció a la denominada Generación del 900, la cual más allá de lo literario tuvo como curiosidad el trágico fallecimiento de algunos de sus integrantes muy jóvenes, el primero de ellos fue tristemente Julio.
Según el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal esta generación de actuación intensa y transformadora se desarrolló entre 1895 y 1925. Julio era sobrino del Presidente Julio Herrera y Obes y nació en una hermosa mansión del barrio del Prado de la capital uruguaya, Montevideo.
Sus primeros trabajos estuvieron vinculados con el que hacer público, hasta que posteriormente decidiera dedicarse de tiempo completo a la creación poética. Publicó en 1898 su primer poema, que recibió elogios del crítico Samuel Blixen, quien descubrió en este “poeta de veinte años” “muchas y valiosas condiciones: frescura de inspiración, espontaneidad admirable, novedad en las ideas”, e “imágenes que sorprenden por lo felices”.
Fue tal la calidad de la obra creada por Herrera y Reissig, exótica y de gran refinamiento, que ha sido equiparado a los grandes del Modernismo americano como Leopoldo Lugones y Rubén Darío.
Según el crítico argentino Enrique Anderson Imbert, experto en la historia literaria hispanoamericana, el estupendo uso de la metáfora que hace el poeta le llevó a descubrir en sí mismo “una prodigiosa fuente de metáforas” y que “no hay en nuestra poesía otro ejemplo así de ametralladora metafórica”, que rompiera tan delicadamente el silencio poético, destacando especialmente, la calidad de las mismas, el exotismo que abarca paisajes, épocas, costumbres, etc.
Las particulares vivencias de Herrera para acoger las influencias legítimas de los grandes poetas, sobre todo franceses, del siglo XIX, y “una cierta oscuridad de las significaciones (…) una manifestación del derecho del poeta a la más absoluta libertad”, son los rasgos con los que caracteriza en su estudio sobre Herrera y Reissig, Magda Olivieri.
Octavio Paz, ese mexicano universal que obtuviera el Premio Nobel de Literatura en 1990, en su estudio sobre la poesía moderna, Los hijos del limo (1974) no menciona a Julio Herrera y Reissig. Resulta difícil justificar la omisión en un poeta y crítico tan extraordinario. La única explicación es que precisamente lo que constituye según Emir Rodríguez Monegal uno de los mecanismos básicos de Herrera, la ironía, es lo que más puede incomodar a Paz. De acuerdo con sus teorías, la ironía disuelve la analogía, mina el mundo por su base al negar con su doble perspectiva simultánea, la correspondencia de un sistema único.
El ritmo del mundo en que se basa la analogía de Paz resulta subvertido por una poesía que opone la lucidez al éxtasis, la fractura a la coherencia, la discontinuidad al continuo. Como Paz, en su poesía, busca la preservación de la analogía universal, no tiene otro remedio que rechazar, e incluso ignorar una operación tan radical como la de Herrera.
Incluso Octavio Paz confesó que aún en aquellos poemas de Herrera en que algunos ven “una prefiguración de la vanguardia”, e él le parecen “una amplificación caricaturesca de las delicuescencias del modernismo”. Incluso consideraba a la obra “Los éxtasis de la montaña” como una de las más felices de nuestra lengua.
Reproduzco a continuación el diálogo mantenido en Montevideo, entre Octavio Paz y el escritor y periodista uruguayo, Rubén Loza Aguerrebere.
– ¿Montevideo, qué es para usted?
– Para mí Montevideo fue primero un nombre, una geografía y una literatura.
– ¿Puede decirme por qué?
– Desde muy joven leía a Herrera y Reissig. Entonces había una disputa entre quienes preferían a Leopoldo Lugones y Herrera y Reissig.
– ¿A cuál prefería?
– Yo era partidario de Herrera y Reissig.
– ¿Por qué motivos?
– Era un poeta muy interesante: introdujo su imaginación de manera muy importante en América Latina.
Cartas de un salvaje

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