Por: Néstor Raúl Bautista M. / Bogotá.
Dejarse llevar de Juan Carlos Onetti es como aprender a caminar de nuevo e incluso a volar. Lo conocí hace pocos meses y al darle mi mano y dejarme guiar por el camino tan bien cimentado de su literatura, me sentí como un niño jugando ansioso frente a la entrada en su primera visita al zoológico.
Leí El Pozo y luego Los Adioses. Quedé sorprendido con su estilo personal, trágico, de personajes escarbados por el escritor hasta darles vida en cada párrafo, con sus entrañas palpitando en sentimientos olvidados.
No lo hace con una mirada usual. Es como si el escritor uruguayo supiera doblar las líneas del tiempo y nos abriera vías ligadas por los sentimientos y los hechos que marcaron a sus personajes.
En El Pozo un personaje nos cuenta su insignificante y poderosa vida, con un detalle tan perfecto por parte del escritor, que nos hace sudar.
Y en Los Adioses un personaje secundario nos narra la vida de quien sería el personaje principal. Un juego que fui descubriendo mientras avanzaba en la lectura, asombrado como ese niño que mira una fiera tras las rejas.
Pero no hay que temerle a Onetti. He leído que muchos lo abandonan, tal vez porque él prefiere ese pesimismo arraigado que se impregna en la piel, como el olor a muerto se adhiere a quien lo mira. Y eso no le gusta a la mayoría de la gente en una sociedad sostenida en sonrisas falsas y permanentes.
La invitación es a leer a Onetti, a conocerlo, a profundizarlo, a darse cuenta con su estilo de la realidad humana. Porque la desesperanza, el olvido, los celos y muchos oscuros sentimientos son tan auténticos como la misma muerte, como no poder volver a caminar o como el punto final.
Una idea sobre “Onetti, un autor que debe leerse”
Excelente reseña…