Relato. #LaPostal, “Càpsula del tiempo”


Por: Isabel Salas*


Cuatro
años después de separarnos, fue mi ex quien me hizo caer en cuenta que Don
Draper meditando, con camisa blanca y respiración profunda, era el final
de Mad Men.

 

Fue
una noche fría, hablábamos de series y películas, algunas que habíamos visto
juntos y otras que llegaron después. Ya no recuerdo bien en cuántas sentadas
vimos Mad Men,
pero era uno de esos planes de fin de semana en los que consumíamos nuestras
horas juntos. 

 

Por
años, el devenir de este casanova, guapo, exitoso, manipulador, alcohólico, que
siempre salía bien librado, nos acompañó. Encender el computador y poner a
rodar la serie era todo un plan, la sagacidad de Draper, quien a veces lucía
perturbadoramente impecable, nunca dejó de sorprendernos. 

 

Tampoco
recuerdo en qué episodio quedamos, solo sé que para mayo de 2015, cuando fue
emitido el último, ya nos habíamos separado. 

 

Creo
que intenté terminarla después, en soledad, así como el libro de Saramago que
estaba leyendo en esos días de implosión-separación. De ninguno de los dos,
tengo claro el final, me llegan a la memoria pequeñas cápsulas, un tanto
inconexas. 

 

Y,
fue justo eso, lo que le dije aquella noche, contándole hasta dónde había
llegado en esa historia y con la ilusión de que hubiese un más allá. 

 

Don
Draper meditando, nunca había sido para mí, un final. 

 

Curioso
que sea yo el venga a decirte que ya te la terminaste
– me escribió por
chat.

 

En
algún momento le sacaré tiempo para volver a ese capítulo y verla como si
efectivamente fuera el final, a ver si lo proceso
– le dije esa vez. 

 

Nunca
lo he hecho. Soy mala para los finales, los cierres y las despedidas. Siempre
me voy en el mejor momento, tal vez porque sé que después de estar en la cresta
de la ola, solo queda el declive.

 

Por
eso, en cambio, soy repetitiva, cíclica y cliché. Y eso es bueno cuando uno
baila, sostener el movimiento, repetirlo un-dos-tres y de nuevo. Por eso aquí,
soy la reina de la salsa. 

 

El
movimiento de mis caderas ha deleitado los cuerpos rígidos de holandeses,
alemanes, rusos, muchos rusos, e italianos. Doy clases privadas y grupales,
también los llevo a las mejores fiestas de La Habana, y a veces, a la mejor cama.
Ah, y les enseño español.

 

Cada
mañana, cuando abro la ventana de mi habitación en esta casa vieja de El
Vedado, siento que el cielo me dice algo. Normalmente veo alguna nube, o
muchas. Esos son los mejores días, los clientes con un par de pies izquierdos
abundan y yo logro hacerlos coordinar más de tres pasos seguidos.

 

A
veces el gris es intenso y a las horas cae ese aguacero tropical al que no me
he acostumbrado. En esos días me encierro, me meto en la cama e intento
escribirle a mamá las novedades de la semana en una de esas cartas que nunca
envío. 

 

Hoy
no había una sola nube, el azul era puro y brillante, como nunca lo había visto
antes. Desde que me asomé a esa, la ventana que me ha acompañado en los últimos
siete meses, supe que era el día para ponerme el vestido de flores pequeñitas,
apretado en el pecho y suelto en las piernas. Hice la maleta, ligera, como me
gusta, y antes de salir, me metí un habano largo entre las tetas. Me fui sin
dudas. 

 

En
el bus prendí el computador y busqué en la USB los capítulos que había
descargado hace años, antes del Apocalipsis, como le decía yo al divorcio:
temporada uno, capítulo uno al trece. Me puse los audífonos, prendí el cigarro
y le di play. Tal vez sea el momento de repetirla y ver por fin el final asumiendo
que efectivamente lo es, pensé.

 

Repasé
entonces lo que Vittali, mi alumno y amante más aventajado, me había dicho la
noche anterior, antes de quedarnos dormidos:

 

Odias
tanto a Don Draper, porque eres como él
– 

———

#LaPostal es una propuesta creativa de www.rutaliteraria.com
en la que la periodista 
Isabel Salas escribe relatos posibles a partir de fotos tomadas en
diferentes lugares del mundo por el fotógrafo colombiano 
Michael
Vanegas
 




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