Réquiem por el maestro Bernardo Hoyos

«Anhelo que me despidan con músicas de Bach» 
Por: Ricardo Rondón Ch. 

(Fragmento) 

A esta hora debe estar disfrutando de las cantatas, misas, sonatas, tocatas, fugas, sinfonías, oberturas y oratorios de su compositor preferido, Juan Sebastián Bach, que por su aplicada devoción le inspiró el nombre de su único hijo: Juan Sebastián. Fue el más claro, disciplinado e imperturbable notario y difusor de la cultura en todos sus niveles, con esa memoria prodigiosa de nombres, fechas, anécdotas, testimonios y recuerdos que acuñó en este tránsito a lo largo de más de 50 años de oficio en el periodismo cultural, la crítica y la cátedra, desde cuando debutó en Emisora Bolivariana, en Medellín (1953). Lector, investigador, cinéfilo, viajero y melómano inagotable, Bernardo Hoyos nos entrega, con su inexorable partida, el generoso legado de su experiencia en los derroteros del arte, la cultura y el pensamiento, una memoria hecha en su don inteligente y en su capacidad de asombro ante las proezas de la creación, la sensibilidad y el talento. Santa Rosa de Osos, en Antioquia, la misma parcela que vio nacer a Porfirio Barba Jacob, uno de sus poetas preferidos, y al escultor Marco Tobón Mejía, es esa «meseta ancha y desolada» de la que hablaba el maestro Hoyos, cuando desgranaba sus cuitas. Inspirado en su padre, don Luis Hoyos, notario de oficio y lector inagotable, y en su señora madre, la modista Olivia Pérez, gran cultora de las artes, el buen gusto y la intelectualidad, Bernardo ofició en su juventud en el Derecho, hasta cuando se cruzó en el camino el verbo parlante de la radio para hablar y discernir de lo divino y humano, de música, pintura, cine, literatura, pero también de la vida cotidiana, de lo simple y sencillo, como era él, un ciudadano de enormes cualidades humanas. Bernardo Hoyos abandonó su cuerpo hacia la media noche del viernes, a los 78 años, para emprender el eterno viaje sideral, memorioso e inmortal, de los que han dejado huella imborrable. A su esposa Constanza, a quien conoció en Londres cuando él trabajaba para el servicio informativo de la BBC, a su hijo Juan Sebastián, a su familia y amigos, a sus compañeros de lides de la HJUT 106.9 de la Universidad Javeriana, de la que fue director durante 13 años, nuestro abrazo de condolencia, pero a la vez, el sentimiento entrañable de gratitud y felicitación por haber compartido con un hombre tan especial. Honramos hoy al maestro Hoyos con el fragmento de una entrevista de largo aliento, que él, siempre afectuoso y dispuesto, concedió a este diario. 
¿Qué fue lo primero que aprendió usted en la vida, maestro? 
«A caminar y a leer con mi padre en Santa Rosa de Osos, y con mi mamá, a querer el arte y respetar a los seres humanos». 

¿A usted le tocó la cartilla, ‘La Alegría de Leer’? 
«Sí, con ella, la de Evangelista Quintana, estudié mi Kinder en el Colegio de las Hermanas Salesianas». 
¿Se acuerda de una de esas lecciones? 
«Como no: ‘Paco le toca la cola a la vaca’ y otra linda, la historieta de ‘La Ninfa Eco’». 
Qué llegó primero a sus manos: ¿La Biblia o ‘El Quijote’? 
«La Biblia estaba en todas las casas, pero leí ‘El Quijote’ por castigo de mi mamá, tres horas diarias. Ha sido el castigo más grato de mi vida». 
¿Cuál es la gran moraleja que le ha dejado ‘El Quijote’? 
«Primero, la más bella literatura posible. El amor a la verdad y a la justicia. La fantasía y el sentido del humor». 
¿Cuántos libros se habrá podido devorar usted? 
«Eso sí es muy difícil, imposible además. Lo importante no es el número sino haber leído siempre». 
¿Qué se siente ser paisano de Porfirio Barba Jacob
«Yo nací a la sombra trágica y tutelar de Barba Jacob. Mi papá, en 1901, fue discípulo de él: Barba Jacob daba clases en Santa Rosa. Y, para celebrar los 20 años de la 106.9 Universidad ‘Jorge Tadeo Lozano’, vamos a sacar un disco compacto con poemas de Barba Jacob en 26 voces colombianas, con portada del maestro Fernando Botero. Ahí le doy esa primicia». 

Usted debe declamar muy bonito… 
«No, yo de niño en Santa Rosa, declamaba, pero en realidad a mí me gusta más que la poesía declamada, la poesía dicha». 
¿No se debe usted una novela, maestro? 
«Escribir es una cosa muy difícil, eso es para escritores, y yo no soy escritor. Soy un buen reportero y he entrevistado mucha gente, y de pronto lo que me gustaría escribir sería un libro de pinceladas sobre mi infancia en Santa Rosa». 
Una infancia por cierto feliz… 
«Sí, por fortuna, muy grata y llena de complacencias, sin ningún recuerdo amargo». 
¿Se acuerda de la primera película que vio? 
«La primera película que recuerdo haber visto fue: ‘El Gran Vals’, la vida de Johann Strauss, una película muy bella, a ella debo mucho de mi afición a la música clásica, y ‘Lo que el viento se llevó’, otro clásico». 
¿Qué no aprendió a hacer de muchacho? 
«No aprendí a nadar. Jamás pude botármele al charco. Después, con los años, y como terapia, aprendí a sostenerme sobre el agua. Sobre todo de espaldas. Pero sí era buen futbolista». 
¿Aprendió a bailar? 
«Muy mal, ese es otro arte y hay que estudiarlo. Un hermano mío, Alberto Hoyos, es un magnífico bailarín». 
¿Cómo se educa musicalmente un oído? 
«El famoso compositor Stravinsky decía que había gente que oía la música y otra que la escuchaba. Hay que aprender a escucharla, con disciplina, con afecto. La música buena no es para que suene al fondo, hay que sentarse a escucharla, y de esta manera se va educando el oído y el gusto». 
Por ejemplo, ¿qué Nocturno de Chopin le acaricia el oído? 
«Todos son 24 obras maestras». 
¿De qué lo ha curado Mozart
«Le respondo con una frase de Rossini: ‘Mozart es la alegría de mi niñez, el asombro de mi juventud y el consuelo en mi vejez’». 
¿Cómo lo pone Beethoven
«Bueno, es un músico asombroso, sobre todo en los últimos cuartetos. La lección de Beethoven es la nobleza total y la capacidad de enfrentarse al destino». 
¿Y Rachaminnof
«Es un músico también extraordinario, porque le revela a uno el alma rusa y su música de piano combina el virtuosismo con una enorme poesía». 
¿Wagner le desbarajusta los sentidos? 
«En mis cincos óperas predilectas está ‘Parsifal’, de Wagner. Es una obra maestra en misticismo y de evocación de la edad media». 

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