Juliana Gómez/ Tomado de Literariedad
El pasado sábado 5 de septiembre fue el cumpleaños número 101 del antipoeta Nicanor Parra. En La Plata, Argentina, se hizo una verdadera fiesta en celebración al natalicio convocada por el colectivo La Grieta, quienes se encargaron de organizar una muestra de artefactos diseñados por artistas locales; además de torta, hubo lectura de antipoemas, intervenciones, video conferencia, performance, música en vivo y hasta rifas.
Lo primero que me llamó la atención al llegar fue la puntualidad de la gente, costumbre que raramente ocurre en Argentina, donde salvo el cine y el futbol, todo empieza más tarde de lo anunciado. Fui sola a la muestra, no conocía a nadie, nadie me conocía; ¿qué tenía yo en común con los asistentes? Nos unía la celebración de la antipoesía, ¿qué importaba el resto?
Antes de entrar, mientras ataba mi bicicleta a un poste de luz ubicado junto a las vías del tren que están frente al galpón donde se realizaba el evento, vi pasar a un niño moreno de 10 años y a su padre, un hombre joven de estatura media, que lo llamaba:
-Vení Jeremías.
-Mirá lo que hay ahí; parece que va a cantar alguien.
-No creo.
-Disculpá,¿sabés qué hay ahí?
Al verme interpelada por semejante pregunta respondí:
-Es la celebración del cumpleaños de un poeta chileno muy importante, Nicanor Parra, que hoy está cumpliendo 101 años.
-¿Y está vivo?
-Así es.
El niño halaba el brazo de su padre insistentemente invitándolo a que entraran.
-¿Y podemos pasar; es gratis?
-Claro que pueden pasar; entremos juntos.
-No sé. Es que nosotros somos del barrio y salimos a comprar algo y no quiero entrar con un tarro de mayonesa bajo el brazo al cumpleaños de un poeta tan famoso.
Al escuchar esto, solté una carcajada.
-No se preocupe que este poeta es especial y a él le encantaría ese pequeño detalle.
-¿De verdad?
-Por supuesto.
Entramos al espacio en el que había alrededor de cincuenta personas. Delante de ellas alguien estaba leyendo; el niño nos abrió paso entre la gente y se sentó a escuchar antipoesía con marcado interés. Su padre, que no entendía nada, se reía un poco incómodo, como quien no se siente en el lugar indicado.
-¿Cuál de todos es el poeta?
-¿Cuál?
-El que está cumpliendo años.
-No está acá. Vive en Las Cruces, en Chile. Esto es un homenaje.
-Ah…
-Es que su obra es muy importante para la poesía latinoamericana.
-Y está cumpliendo 101 años y apenas hoy vengo a saber que existe.
-¿Parece que a Jeremías le gusta la poesía?
-Sí, mirá a dónde me trae.
-Yo creo que a Nicanor, le gustaría saber que la curiosidad de un niño llevó inesperadamente a un padre a escuchar antipoesía. Se rió y luego de un rato se despidió; Jeremías no se quería ir, pero su papá estaba bastante aburrido.
Observando a los asistentes me dio la sensación de que eran personas especiales aunque no podía descifrar qué tenían en común ya que había gente de todas las edades: bebés, niños, adolescentes, jóvenes, adultos, gente mayor.
Luego de un rato noté que eran más simpáticos y espontáneos que los asistentes de las veladas convencionales de poesía. Algo de humor juguetón y de simplicidad se sentía en el ambiente. Nada de pretensiosas revelaciones ni discursos rimbombantes. ¿Cómo se llama a los aficionados a la antipoesía?. ¿Antipúblico?
Anunciaron que proyectarían una videoconferencia, pero que no nos ilusionáramos pues no se trataba de Nicanor, sino del escritor y músico argentino David Wapner, quien desde Palestina habló de la obra de Parra y de la influencia de Vicente Huidobro. Inició cantado La cueca de los poetas, pero como desafinó; volvió a empezar. Se despidió diciendo que había sido una experiencia muy extraña.
La muestra de artefactos estaba organizada alrededor del salón por el que la gente circulaba agudizando los sentidos y la imaginación para descifrar los usos y al mismo tiempo escuchar las declamaciones que no cesaron. Estaban expuestas diversas ediciones del autor que el público podía ver y leer en voz alta; en el centro del salón sobre una de la mesa estaba la torta cuadrada con cubierta de chocolate que todos miraban sin disimulo.
Cuando llegó el momento de partirla, una de las organizadoras, dijo que habían llegado a la conclusión de que en lugar de prender las 101 velitas sobre la torta, le darían a cada persona dos para evitar que se prendiera fuego.
Antipoesía es una torta de cumpleaños que arde.
Le cantamos el cumpleaños en argentino a Nicanor, al cual yo aún no me acostumbro, y cuando soplamos las velitas alguien pidió 100 años más de vida para el antipoeta, deseo que no creo que sea mucho de su agrado. Las velitas eran especiales, se prendían luego de soplarlas: es porque la llama de la antipoesía está viva.
Mientras repartieron la torta, alguien que ha tenido la oportunidad de reunirse con Nicanor en varias ocasiones contó que él odiaba los mosquitos y por esa razón sólo había visitado una vez la zona del Río de La Plata.
-Pues que venga en invierno.
Un joven pasaba en ese instante repartiendo a cada uno de los asistentes una servilleta. Pensé que era para la torta, pero cumplía una doble función: era portadora de un verso escrito con lapicero y además tenía marcada con un sello las iniciales N. P.
La que me tocó a mí decía:
“No cometeré la torpeza
De rechazar elogios inmerecidos
El cuero no me da para tanto.”
Me acerqué para agarrar un pedazo de torta con la misma servilleta; cuando iba decididamente por el pedazo más grande de los que habían servido, vi que la organizadora del evento, que estaba partiendo más porciones, me pasó una; pero no era tan grande como la que yo estaba por agarrar. Ella se dio cuenta de mis intenciones y me dijo: “Elegí: pedazo más pequeño o pedazo más grande”.Y yo elegí el pedazo más grande mientras pensaba: Antipoesía es tomar el pedazo de torta más grande y no el más pequeño por quedar bien frente a la organizadora del evento.
Luego de que todos los asistentes comieran una y hasta dos veces torta, una mujer llamada Ximena Villaro se acomodó en la silla que estaba frente al micrófono guitarra en mano y entonó varias canciones de Violeta Parra, que el público cantó y tarareó; la que más se sabían o la que más conmovió fue Volver a los diecisiete.No me gané ninguno de los artefactos que rifaron antes de terminar el evento, pero no me podía quejar; había sido una magnífica noche.