Curiosidades bibliográficas

  • A los 13 años, la primera gran heroína de este milenio llenó un cartón de leche con nafta y prendió fuego el coche de su padre (con su padre adentro). Exámenes psiquiátricos posteriores dictaminaron que se trataba de una joven “antisocial, violenta y trastornada”; años después, pericias policiales demostrarían que, antes de cumplir la mayoría de edad, la niña incendiaria se había prostituido en los barrios bajos de Estocolmo. Cualquiera que la conozca un poco puede decir que es vengativa, anoréxica, independiente, bisexual, inflexible y muy discreta. Cualquiera que la conozca mejor podría decir que tiene nueve tatuajes (entre ellos, uno de un dragón que desciende del omóplato hasta la cintura), cinco piercings (dos, exclusivos para quien la desnude) y una fascinación por los números que parece esconder su profunda desconfianza hacia el género humano. Con estas cicatrices en su historia y su corazón, ha cautivado a más de 15 millones de personas en todo el mundo, impuso una moda global entre las chicas de su generación y sedujo hasta al siempre serio Mario Vargas Llosa, quien la piropeó con un entusiasmo de los que no abundan. “¡Bienvenida a la inmortalidad de la ficción, Lisbeth Salander!”, concluyó el novelista peruano en el artículo “Lisbeth Salander debe vivir”, y con su elogio dejó claro que la protagonista de la serie Millennium, del sueco Stieg Larsson, ya entró al parnaso de los grandes personajes de la literatura actual. Y no sólo eso: su rabia, rebeldía e individualismo rampante dialogan con la época hasta encarnarla de un modo inestable pero cierto, que explica y justifica el monumental éxito de los cuatro kilos y 2267 páginas de una trilogía policial brillantísima, cuya primera versión cinematográfica, Los hombres que no amaban a las mujeres de Niels Arden Oplev, que se estrenó en el 2010 (Leonardo Tarifeño).

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