Por: José Óscar Fajanrdo.
Tres días después de habernos obsequiado su libro el gobernador Richard Aguilar, El hijo de la guerra, una buena autobiografía, yo ya lo había leído, e incluso tuve tiempo de repasarlo porque eso acostumbro a hacer cuando me encuentro ante un buen escrito. Ya es maña vieja. Voy a explicarles por qué. Uno. El manejo de la Tensión. Tensión es aquella característica que tiene el cine y la literatura que obliga al lector a no soltarse desde que lee la primera frase de la narración o ve el primer fotograma de la película. Es difícil de lograr y sobre todo de mantener a lo largo de un escrito, pero sin ella, nadie lee una narración. El escritor-gobernador logra desde la presentación del texto una buena dosis de Tensión, y desde ese momento el lector ya está atrapado y se ve obligado a continuar. Cuando leí la presentación, ipsofacto recordé una de las entradas más bellas que tiene la literatura. Se trata de El Túnel, de Ernesto Sábato. “Comenzaré por decirles que yo soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne”. Quién no continúa leyendo un libro de esos. Una vez iniciada la lectura del texto el escritor-narrador, Richard Aguilar, dice, “Ya me había lavado los dientes y acababa de regresar a la cama para seguir viendo a Tom y Jerry…”. Acá en éste instante ya está el lector pegado a una cuerda de alta tensión, si de electricidad estuviésemos hablando. Por la magia que eso produce en la literatura, uno tiene que seguir leyendo puesto que ha sido atrapado por la fuerza magnética del cuento.
Dos. Si uno quiere que su libro conserve la Tensión y que esta sea ascendente, en cada frase u oración debe crear un “conflicto”. Es decir, en cada página debe haber varios conflictos. Así se dice en la construcción narrativa. El escritor-gobernador logra con sus recuerdos, muy humanos, sencillos y sinceros, contados en primera persona, que el lector o destinatario entre en un estado sentimental y/o emocional en que siente afecto por la persona que está narrando los hechos y ello produce una Tensión progresiva. Y cuando cuenta con lujo de detalles que su padre el coronel le había contado a él, y fuera de eso al periodista Germán Castro Caicedo, cómo había sido la caída de Pablo Escobar, y emplea ese calificativo de “gonorrea hijueputa”, le da una fuerza narrativa y un vigor al contenido que cualquiera no logra con otro tipo de palabras. ¿Por qué? Porque está siendo narrado en primera persona y esta siempre es testimonial. Produce mucha emoción y afecta profundamente al lector ya que el narrador participa de la acción. Se convierte en narrador, testigo y actor. Eso hace que el libro sea muy bueno.
A mí personalmente me fascinaron los párrafos donde el narrador, es decir el mismo escritor, cuenta cuando este se lo pregunta, cómo su padre logra conquistar a la que hoy es su señora madre, siendo una sardina de 16 años y él, el hoy Coronel Hugo Aguilar, Teniente de la Policía, comandante de la estación de un pueblito conocido como Pivijay. También de manera automática se me vino a mis recuerdos una portentosa novela del premio Nobel Mario Vargas Llosa, La tía Julia y el escribidor”, en la que el escritor narra cómo fueron las peripecias del matrimonio de él, de 18 años, con su legítima tía, Julia, de 38. Para descachimbarse uno de la risa. Sintetizando, me gustó mucho su novela gobernador. Es amena, entretenida, pegajosa, y sobre todo que posee una enorme fuerza narrativa. Es una novela para leerla de un solo jalón. Debo decirle con toda sinceridad, que en verdad todavía no he podido creer que usted haya hecho esa novela tan prolija y tan bien escrita.