El Instituto, un libro de Stephen King que no necesita monstruos para atrapar a los lectores

Por: Pablo Concha*
El Instituto
de Stephen King (Plaza & Janés,
2019) es una novela que, aunque alude de manera tangencial y ficcional a un
tema delicado y difícil en la actualidad –el
drama de los niños inmigrantes
hispanos recluidos en centros de detención para indocumentados en la
frontera de México con Estados Unidos–, no logra asustar o sorprender tan
intensamente como otras de sus creaciones más recientes (como El Visitante, publicada el año anterior).
Es
duro leer sobre niños torturados y maltratados sin piedad, y lo común que esa
situación podría volverse, más aún cuando se emprende en aras de un supuesto bien
común. El tío Stevie (como él mismo le pide a sus lectores que le digan) retrata
muy bien y sin ninguna morbosidad esas situaciones lúgubres a veces difíciles de leer. Parte del inconveniente que podría implicar El Instituto para los lectores asiduos es
que, dentro de la extensa obra de King,
eso de los niños con poderes psíquicos siendo perseguidos por fuerzas oscuras –sean
de naturaleza sobrenatural o humana– no es nada nuevo. Desde Ojos de Fuego (y pasando a vuelo de
pájaro por El Resplandor, algunos de
los volúmenes de La Torre Oscura y Casa Negra) hasta la relativamente reciente
Doctor Sueño (cuya adaptación
cinematográfica protagonizada por Ewan
McGregor
será estrenada en Colombia en noviembre), los lectores fieles del
tío Stevie hemos visto situaciones muy parecidas, y por ese motivo, es posible
que El Instituto no resulte tan
sorprendente al final del día.
La
trama de la novela transcurre en una institución
secreta, ubicada en lo profundo de los bosques de Maine, dedicada a buscar y
secuestrar niños con algún grado de poderes psíquicos (como telepatía o
telequinesia) para someterlos a pruebas y experimentos en el Instituto. La
finalidad de estas pruebas es un misterio, así como el de la organización que
las lleva a cabo. A los niños se les dice que luego de que concluya toda una
serie de experimentos (la mayoría dolorosos), su memoria será borrada y podrán
irse a sus casas a continuar con sus vidas, sin ningún recuerdo de lo que pasó
en el Instituto, pero muchos dudan de
que eso vaya a suceder realmente. Luke Ellis, un genio de doce años que estaba
próximo a comenzar dos carreras universitarias simultáneas antes de ser
capturado, empieza a pensar si no habrá una forma de escapar de ese infierno. 

Para los que no han leído nunca a Stephen King, El Instituto puede representar un buen punto de partida, ya que no contiene nada monstruoso ni terriblemente fantástico que vaya después a poblar sus pesadillas y a dejarlos en vela; a su vez, narra una historia dolorosamente actual con la que podrán identificarse.



Una
de las virtudes de El Instituto
–depende de la óptica con que se mire, claro está–, es que no recurre a elementos
sobrenaturales ni de otro mundo para enganchar al lector y hacerlo avanzar rápidamente
por sus páginas. El tío Stevie es un hábil narrador que hace uso de sus trucos (por
ejemplo, va variando el punto de vista de la narración mediante capítulos
cortos a medida que se acerca la confrontación, aumentando con ello la tensión)
para brindar una historia entretenida que no decepciona, pero que tampoco
aporta nada nuevo a una oeuvre con
varias obras maestras (tanto en novela como en cuento) en su haber. Es lo que
suele ocurrir con los escritores prolíficos: son juzgados, no en comparación
con otros autores, sino con base en los puntos más altos de su propia carrera.
En el caso de King, son muchas las historias que han dejado huella en los
lectores; por nombrar algunas escritas en este siglo como Casa Negra (continuación de El
Talismán
y escrita en colaboración con Peter Straub), La Historia de Lisey (su favorita entre sus 62 novelas), el cuento
“N” (incluido en Después del Anochecer)
y el muy reciente El Visitante, en
donde la narración usa elementos nuevos que el tío no había utilizado antes
(transcripciones de interrogatorios policiales, informes forenses, etc.) para
hacer avanzar la historia y el desconcierto de los lectores. Además, trae de
vuelta un personaje secundario bastante querido de la serie de Mr. Mercedes que la gran mayoría de
lectores no esperaba volver a encontrar, y que al parecer será protagonista del
próximo libro de King, If It Bleeds
(Si sangra)
, a publicarse en 2020.
Para
los que no han leído nunca a Stephen
King
, El Instituto puede
representar un buen punto de partida, ya que no contiene nada monstruoso ni terriblemente
fantástico que vaya después a poblar sus pesadillas y a dejarlos en vela; a su
vez, narra una historia dolorosamente actual con la que podrán identificarse.
Para los lectores avezados, los llamados lectores constantes, quizá solo
resulte entretenida y ligera, algo para calmar la sed de King mientras llega –eso esperamos– la siguiente obra maestra del
terror contemporáneo. Lo que El Instituto
demuestra es que King no necesita
monstruos ni horrores del más allá para atrapar a un lector y hacerlo devorar
un libro de seiscientas páginas en pocos días, y eso tiene su mérito,
independientemente de si ha escrito cosas mejores o más poderosas
argumentalmente.
El Instituto
plantea duras críticas a la administración de Donald Trump y sus políticas, al igual que hacía su anterior libro,
Elevation (a publicarse en español
este mes en Colombia), lo que constituye un dilema interesante. ¿Es
justificable torturar y maltratar niños y matar inocentes para, supuestamente,
“salvar el mundo” y preservar la vida de millones? Lean El Instituto y saquen sus propias conclusiones.


*PABLO CONCHA
Escritor colombiano,
autor del libro de cuentos de terror Otra
Luz
(2017) y colaborador literario en Libros
& Letras
.
Síguelo en Twitter: @scarypablo




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