El Rincón del Poeta

Sobre arena húmeda 

A Matías Visconti 
Liliana Santacroce (Argentina) 

Tomado de “La Iguana” 

Le sonrió a los recuerdos porque sabía que serían los últimos… 
El vestido azul de terciopelo lo dejó tímidamente sobre la roca. 
El manto protector acomodado junto a él, los zapatos y el cetro, con el poder de mando, sobre la arena húmeda que dejaba la marea al retirarse. 
Pensó con nostalgias en ciertos rostros que desde lo alto del acantilado le saludaban. Ingresó a su mundo acuático de arenas y aguas oscuras, y frías. 
No la vieron saltar ni caminar sobre el agua… 
No vieron cómo le era fácil hundirse hasta la cintura sin sentir a las algas dándole caricias, y a los peces, su bienvenida. 
Administraron oxígeno, masajes cardíacos, electricidad a su corazón… 
No la despertaron del sueño anunciado. 
Ni prestaron atención al reflejo de los ojos cansados. 
O a la única lágrima de nácar que quedó petrificada sobre su mejilla. 
Intervinieron gaviotas, delfines, sirenas… 
Se desmembraron los espacios acuíferos y sus luchas quedaron al juego de las olas convertidas de a rato en espuma de a rato en sal… 
No pisó tierra firme durante milenios. Su mundo de aguas le habitaba en corales, en barcos hundidos, en peces multicolores, en muros de otras culturas abandonados a su suerte en oscuras profundidades del mar. 
Habitó lugares cálidos donde los reflejos dorados del sol le llegaban para acariciarle los cabellos que se mecían en tornasolados misterios de vida 
Habitó distancias etéreas y oscuras, donde otros tipos de especies le acompañaban extasiados ante la inseguridad por sentirse invadidos. 
El agua la llevó… la trajo, y la envolvió en sueños; en esperas… Y en aventuras que contadas todas juntas ocuparían cientos de páginas. 
Todas húmedas… 
Fue feliz aunque a veces sus soledades le decían: ¡él ya no te espera! 
Fue distante e insegura cuando tragaba arena, sal y tosía: caracolas y caballitos de mar. 
Le alegraba ver ciertas ostras abrirse al ritmo cambiante de las mareas y le intrigaban ciertos buzos con sus escafandras espejadas, audaces bajar a tanta profundidad temerarios de lo que ella conocía en demasía. 
Se comparaba a las algas que alimentaban rumores de cambios climáticos 
De roces paliativos que virginaban costas cercanas. 
Se preguntaba por los por qué, los cuándo o los cómo pero le temía a los resultados imparciales que le daban por respuestas. 
Nadie la extrañaba. Y ella, no diferenciaba… 
De todos modos, respiraba… 
Vasija repleta de monedas de oro, perlas, rubíes… le habitaban las entrañas. 
Recordaba su rostro mirando cielos azules frente a vientos salinos. Su cetro quedó en la playa aquel día de desaciertos y engaños… y su reinado ancestral ahora le pertenecía a otros dioses.

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