No. 5.704, Bogotá, Miércoles 15 de Junio del 2011
Si usted quiere saber lo que una mujer dice realmente, mírela, no la escuche.
Oscar Wilde
Hoy nos acordaremos de…
…el nacimiento en 1888 de Ramón López Velarde. Fue un poeta mexicano. Su obra suele encuadrarse en el postmodernismo literario. En México alcanzó una gran fama, llegando a ser considerado el poeta nacional.
Tras las huellas de los paras de Yarumal
(Entrevista con Olga Behar. Parte III)
Por: Santiago Cruz Hoyos
El cómo
Cuando terminó la emisión de Noticias Uno, Olga Behar se confrontó. Sí, ella que es periodista desde hace décadas, que es reconocida, que ha contado en libros parte del conflicto y la historia de Colombia (Las guerras de la paz; Noches de Humo) no había intuido todo lo que estaba detrás de Meneses. Incluso se fustigó: ¿Se me olvidó el periodismo o qué?
Fue cuando se trazó un reto: escribir la historia sin importar los riesgos que tenía, o de lo contrario retirarse y dejar de hacer periodismo, y eso incluía a la docencia.
“Osea: era escribir el libro, o dedicarme a vender empanadas. Porque no sería capaz de enfrentarme a la vida, a mis hijos, a mis estudiantes para decirles mentiras, para decirles hagan lo que yo no hago. El periodista no se puede quedar callado”.
Esa frase suelta así ante un reportero suena más fuerte que el viento en este apartamento.
Fueron 9 meses de trabajo. Olga Behar viajó a Buenos Aires, a Caracas y otro lugar que no puede revelar, para encontrarse con Meneses y escucharlo. Fotocopió, además, todo el expediente judicial de ‘Los doce apóstoles’, tan grande, que las copias le costaron $300.000. Clasificó documentos, señaló con diferentes colores lo que se decía ahí, pidió la hoja de vida de Meneses, habló con abogados de las víctimas del grupo paramilitar, se sumergió en todo ese universo que había entre la palabra del Mayor de la Policía y la palabra de los acusados y escarbó, hurgó, comprobó, descartó.
El 31 de enero de 2011, en la noche, terminó el libro.
“Con mi editor tuvimos un sistema de comunicación a la antigua, muy cercano al que podían tener los abuelitos. Es decir: nunca entró una coma del trabajo a la Web, nunca se habló del tema por el teléfono, nunca se chateó. Al punto que en el proceso de impresión me mandaron el borrador del contrato con la editorial (Ícono). Eso fue lo primero que entró por la web. El contrato decía: para el libro ‘La última cena’. Yo llamé al editor y le dije: ¿le cambiaste el nombre al libro? Quedé como desorientada. Él me dice: usted si es muy bruta no. Lleva 9 meses trabajando en la clandestinidad y ahora quiere que yo rompa eso. Nos reímos”.