Esa esforzada ignorancia

Por: Camilo Alzate/
Tomado de Literariedad
Pululan por ahí
los jóvenes de entornos “alternos” (¿alguna definición creíble a la mano?),
bien sea de círculos políticos, bien sea de proyectos artísticos o simples
tomaderos de trago un fin de semana. Viven ansiosos por transpirar
originalidad, muy irreverentes, muy rupturistas, pero desgraciadamente
acomodados en estereotipos que flotan entre la bacanería y el abuso de
estéticas importadas, sin fundamento ni aclimatación alguna. Uno comprueba que
lo alternativo es otra cáscara vacía, un cliché más. Me estoy imaginando
cualquier chiquillo(a) desarreglado(a) de fachas ridículas y peinados
rimbombantes, que creará de sí mismo(a) un personaje, una ficción estrafalaria
agarrando de aquí o de allá sin saber bien por qué. Proyectará aquella ficción,
aquella creación vacía, sobre su círculo de iguales, porque todos resultan
fabricados en serie, pero eso no viene a cuento.
Recordé tal
espécimen de bicho alternativo cuando finalizaba Bizarro, el
monólogo de Púrpura CreaCtivo que andaba de paso en Pereira. Pude constatar,
una vez más, el mal uso del vocablo, impostura frecuente de este tipo de
individuos que utilizando palabras raras se las dan de intelectuales
sofisticados.
(–Es una cinta
muy bizarra, loco–. Así le dicen a uno impresionándolo con cierta película
extravagante de Godard, dando a entender que es rarísima, inentendible,
indescifrable.
–Es una
propuesta toda bizarra–. Hablan de algún artista que colocó una extraña
instalación de condones sobre los árboles del Amazonas, dando a entender que
roza lo absurdo y lo irracional, precisamente por lo extraña y “bizarra” que es
la situación.)
Como estos
especímenes andan demasiado ocupados en peinarse las bizarras melenas, o en
carburar evacuando cervecitas con un ejemplar de Rayuela bajo el sobaco, no
dejan tiempo para consultar las dos acepciones que ofrece el diccionario:
Bizarro. Adjetivo. (Del italiano bizzarro,
iracundo). 1. Valiente, esforzado. 2. Generoso, lúcido, espléndido.
El monólogo de
Púrpura CreaCtivo resume ya desde su errático título el espíritu de una
generación –la mía–, cuya clave es una ignorancia estructural junto a la
sobredosis de imágenes de la cultura de masas. Pero eso no significa que sea
una propuesta teatral deficiente. Al contrario, quizá esa misma ignorancia es
la que posibilita alejarse de los esquemas clásicos para acertar con este
relato extravagante (que no bizarro), donde se adopta una estética prestada del
cómic y de las series televisivas. Hay una figuración alucinante de cuadros y
escenas que proyectan la obra por viñetas, por colores, por chispazos gráficos,
sin que el actor tenga siquiera que variar su posición en el escenario; hay una
naturaleza, una piel, diría yo instintiva, que tiene su origen en el pop art,
lo que otorga su seductor atractivo a esta pieza.
El argumento es
absurdo y exagerado. Habla de un personaje en constante alteración que no
revela ninguna característica de lo bizarro, es decir, no es muy lúcido, ni
generoso, ni esforzado. Se trata de un sujeto reprimido navegando en la gris
existencia de su oficina y su apartamento, hasta que de repente aflora la
maldad: aventuras perversas donde salen cocodrilos y chicas hambrientas de
deseo. Sin moralejas, sin discursos trascendentales, sin elaboradas discusiones
teóricas, sólo una historia rara que atrapa por el notable trabajo de acoplar
los gestos de la actuación y el manejo de luces con un texto retorcido aunque
absolutamente comprensible.

Es un teatro
joven, lejano de las viejas escuelas, confeccionado con lo que nuestra
generación tiene a la mano; no justamente referentes canónicos, ni una honda
cultura enciclopédica o una sólida formación intelectual. Este teatro bebe por
igual de los Simpsons, la estupidez de Madona, los videos de MTV, y pone tres
palabrejas raras para impresionar, lo que no lo vuelve mediocre o inferior,
sino simplemente distinto, atractivo en su ignorancia: valiente, esforzado, y
quizá sólo en ese sentido un poco bizarro.

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