Cuando enseñamos a leer enseñamos a decodificar, comprender, parafrasear y resumir; habilidades todas fundamentales para el éxito académico. Cuando enseñamos el gusto por la lectura, y en especial por la lectura literaria, enseñamos autonomía, tolerancia, respeto, amplitud de pensamiento e identidad, entre otras competencias primordiales para conseguir vivir en paz con uno mismo y con el entorno.
En este momento histórico en el que como país estamos buscando vías exitosas para aprender a convivir pacíficamente, pienso que formar lectores enamorados de la literatura es un camino que bien vale la pena recorrer.
En primer lugar, quien lee entra en contacto con tres grandes tesoros: su soledad, su gusto personal y su derecho a elegir. La soledad es importante como espacio y tiempo de autoconocimiento, de autorreflexión, de búsqueda de paz interior. Además, conocer los gustos propios, aprender de las elecciones personales, facilita reconocer que cada persona es diferente y sus gustos y elecciones son tan válidos como los propios.
Los lectores conversan con otras vidas, con otras épocas, con otros contextos. Cuando se entra en el complejo universo de un libro se vive la vida de sus personajes, se padecen sus tristezas y se celebran sus alegrías. Leer es ponerse en el lugar de otro y ser testigos respetuosos de su visión del mundo, aunque no coincida con la propia.
Cuando nos gusta un libro queremos indagar más, conocer más del autor, profundizar en su obra, acercarnos a su tiempo y a su contexto. En ese enamoramiento de la literatura nos damos cuenta, además, que la literatura no está sola: que dialoga con la historia, con la política, con la filosofía, con las ciencias, con las artes, en fin, con el ser humano y su sociedad. Así los lectores se convierten en observadores amplios y generosos del mundo, capaces de ver detrás de una situación el complejo entramado que la hizo posible.
Finalmente, sabemos que leer no es de ninguna manera un acto de una sola vía pues genera siempre una respuesta por parte del lector. Nos identificamos o no con los personajes, compartimos o no sus decisiones, estamos de acuerdo o no con el desarrollo de la trama o con la resolución de los conflictos. En última instancia, los lectores desarrollan criterio y asientan su marco de valores al asumir posiciones frente a lo que leen. Y esto, por fortuna, se traduce en una mirada propia sobre el mundo, en una voz propia para expresar esa mirada y en una serie de herramientas de comunicación que se van heredando de las lecturas acumuladas.
Nunca es tarde para encontrar el amor por la literatura. Desde niños y jóvenes hasta adultos, fomentarlo es desarrollar prácticas pacíficas extrapolables a la vida. Leer permite descubrirse a sí mismo y entenderse como individuo libre y autónomo. Leer es hablar con fantasmas, y cuando se habla con fantasmas, se aprende a escuchar. Leer significa no dejar de jugar, y quien juega, cree. Leer es aprender a pensar de otra manera, porque leer invita a no conformarse con lo leído. Leer permite uno de los hallazgos más importantes en la vida de una persona: encontrar una voz propia.
* Rectora del Gimnasio Femenino.