En su libro debut, Julia Elliott explora el gótico sureño con una mirada innovadora en la que mezcla géneros, voces y visiones distópicas.
Los lectores hispanohablantes amantes de los géneros gótico/terror/sci–fi tuvimos que esperar bastante para poder leer el debut de la escritora americana Julia Elliott. Su libro de cuentos Lo salvaje (The Wilds) publicado originalmente por Tin House Books en 2014 llega a nuestro idioma en la traducción de Sarai Herrera y Sergio Chesán gracias al trabajo de la editorial española Horror Vacui, que publica “literatura monstruosa escrita por mujeres”.
“Elliott pinta muy bien las escenas por medio de elementos atmosféricos que agudizan los sentidos del lector y lo sumergen con facilidad en el mundo ficcional”.
En Lo salvaje encontramos once historias, la mayoría más extensas de lo convencional, que transitan los géneros antes mencionados, muchas veces mezclándolos, otras revirtiéndolos y siempre sorprendiendo al lector con su cambio de registro (de una primera persona a una tercera y a una segunda), anclándose en futuros a veces distópicos, otras reconocibles aunque ligeramente diferentes, siempre posibles y quizá incluso proféticos. Los escenarios son en gran parte entornos rurales sumidos en la pobreza, como ocurre en el cuento que abre la colección, “El castigo”, donde una adolescente espera el escarmiento de su padre mientras contempla la decadencia en la que viven y lo poco que puede hacer para soportarlo:
“En un día rancio y caluroso de verano, cuando estás sucia y escuálida y eres fea y pobre, cuando te escuecen las uñas por habértelas mordido demasiado, cuando la cocina apesta a platos sucios, cuando no hay adónde ir, cuando el castigo te espera, cuando los enjambres de mosquitos parpadean más allá de las ventanas resplandecientes, cuando el calor hunde tu mente en la sucia y empalagosa mugre del aburrimiento, cuando te asquea mirar tus propios dedos de los pies, cuando la visión de un vecino viejo y errante a través del vacío verde de su césped te llena de nuevas formas de tristeza, un portazo puede disparar directamente a tu corazón, hundiéndote mucho más de lo que nunca hubieras podido llegar a imaginar”.
En Lo salvaje los olores y sabores están muy presentes en todas las historias, lo que consumimos y cómo nos afecta, deforma y moldea. Elliott pinta muy bien las escenas por medio de elementos atmosféricos que agudizan los sentidos del lector y lo sumergen con facilidad en el mundo ficcional. Por supuesto, lo que olfateamos y logramos saborear está lejos de ser manjares y olores agradables o edificantes, pues la autora muestra un lado crudo de sus realidades, producto de la obsesión, la amargura, los efectos de la mala alimentación, de la adicción a las pantallas y las redes: casi todo huele mal o está corrompido o al borde del colapso. Los seres humanos somos desagradables y estúpidos, vamos camino a la extinción y no nos importa.
“El aula olía muy fuerte, con un rastro de cobre que casi podía saborear. Quién sabe el caos de señales de feromonas desesperadas que mis pobres estudiantes enjaulados lanzaban, día tras día, en nuestro pequeño y húmedo barracón, mientras la belleza del mundo brillaba más allá de su alcance, en lugares míticos que veían en sus pantallas”.
Los personajes hacen bromas cultas que nadie entiende, como en el relato “Mandíbula”:
“Empiezas tu diatriba con el salmón.
–Hablemos de salmones –dices, aunque no hay gente inteligente y moderna para entender tu alusión a David Foster Wallace–. Criado en granjas, por supuesto. Si la comida no estuviera mezclada con colorante tóxico, su carne sería del color poco apetecible de un gusano”.
En “Feroz” manadas de perros salvajes comienzan a asolar las ciudades y áreas urbanas, destruyendo y devorando todo a su paso. En “La máquina de amar” un doctor registra las experiencias y respuestas amorosas de un robot de género neutro a diferentes estímulos en un laboratorio de inteligencia artificial y sufre las consecuencias cuando empieza a torturarlo modificando el foco de su amor en su sistema: “El doctor Dingo había descargado información básica sobre Beatrice en mi sistema límbico simulado. Ese viejo pervertido había saturado mi procesador endocrino artificial con una serie de neuroquímicos que me hacían desearla obsesivamente. Había perdido totalmente el juicio por este espécimen femenino de raza humana. (…) Yo soy un ser asexuado, claro está. No hay ninguna justificación biológica para esto que siento. No había nada que yo pudiera hacerle una vez la tuviera entre mis brazos (y sí, tengo brazos). Al contrario que los varones humanos de mi alrededor, yo no estaba atormentado por esos sacos de semillas que les cuelgan de la entrepierna (sí, tengo piernas, pero entre ellas solo hay una andrógina placa de titanio moldeado)”. En “La familia Wild” una adolescente se siente atraída por el hijo mayor de sus nuevos vecinos, una familia peculiar cuyos niños actúan como salvajes, con la particularidad de que el mayor se transforma cuando hay luna llena. En “Regeneración en Mukti” una mujer va a un balneario a someterse a un tratamiento de regeneración en el que debe completar los Seis Caminos del Sufrimiento para alcanzar un nuevo ser: “El Reino del Infierno es diferente para cada uno, dependiendo de la cantidad de odio y amargura que tengas almacenados en tu sistema. Toda esa negatividad, escondida en lo profundo del tejido orgánico, saldrá burbujeando a la superficie de tu forma humana. La suciedad psicosomática de toda una vida eclosionará y se abrirá paso a través de la piel como mil volcanes minúsculos escupiendo lava”. En “Dieta cavernaria” una mujer va al Hotel Homínido, ubicado en una isla apartada, para perder peso y “convertirme en una mujer de las cavernas con un corazón de acero y un destello de vitalidad primigenia en mis ojos. Estoy aquí para purgar mi cuerpo y mi mente, deshacerme del peso de la civilización, deshacerme de esas eras de decadencia agrícola que se me han ido acumulando alrededor de la cintura”. Hace esto porque siente que “Estamos medio muertos. Nuestros cerebros están zombificados por el trabajo de oficina y la navegación por Internet. Estamos descontentos”.
Hay temáticas que atraviesan estas narraciones y son centrales en las historias en mayor o menor medida: La frustración ante la degeneración de la sociedad. Las adicciones producto del aburrimiento y la miseria. El instinto animal que anida en nosotros y espera algo que lo despierte. La forma de alimentarnos, el veneno que ingerimos diariamente, la forma como nos deteriora y enferma cada vez más. La idiotización causada por sobreexposición a pantallas y videojuegos. El mal uso de la inteligencia artificial. El resurgimiento del deseo en medio del miedo.
Los mejores cuentos en opinión de este servidor son “El castigo”, “Feroz”, “La familia Wild”, “La máquina de amar” y “Dieta cavernaria”. Lo salvaje fue el primer libro de la editorial Horror Vacui, al que siguieron títulos como Desquiciada de Juliet Escoria, Pulpa de Flor Canosa y Cocodrilario de Alicia Mares. Julia Elliott publicó una novela después de Lo salvaje titulada The New and Improved Romie Futch, que aún no está disponible en español. Ojalá no tengamos que esperar demasiado para seguir explorando la narrativa de esta interesante escritora. Los libros de Horror Vacui se pueden adquirir en la web de la editorial (https://horror-vacui.es/) o en plataformas de venta de libros on line.