Por: Luis Fernando García N./ Bogotá. Apenas hace seis años, en otro escandaloso fraude, México eligió a Felipe Calderón. Y todos sabemos lo que le ha costado a este pueblo esa falaz decisión. El PAN continuaba en el poder, no habían bastado los seis años del curioso exgerente de Coca Cola, Vicente Fox Quesada, para sumarle otros más y seguir esa racha mortal que ha tenido que vivir un país hermoso, pero desventurado. A los 70 años perdidos del PRI, tenemos que sumarle los 12 del PAN, y luego no sé cuántos más del PRI. Peña Nieto no es la mejor garantía de un buen gobierno, responsable y honesto. Más bien parece un actor se segundo nivel, bien vestido y admirado por las mujeres, lo cual no es buen augurio. Es el peor. Recordemos al pésimo actor Ronald Reagan.
Y llega Peña Nieto con un fraude, como tantos otros que han sucedido allí, con el respaldo disfrazado del PAN y, con seguridad, de los ricos más ricos del mundo. Y no sería raro ver otros respaldos non sanctos, en esa caravana de dólares, mercados y arengas en que se han convertido las elecciones mexicanas a las cuales se suman la audacia y el cinismo de la prensa, de algunos dirigentes que pudieron -siempre lo han hecho-, engañar a los observadores internacionales y brincar por encima de las realidades para llevar a sus caciques al lugar que les corresponde.
Y Felipe Calderón, esa especie de señor nada, de hombre bajito, respetable pero farsante, de ese patrañero que tuvo que tomar posesión a escondidas del pueblo, de la prensa, de todo el mundo, corriendo de un lado para otro, pues él, mejor que nadie, sabía que no era legítimo ocupar ese cargo que lo tuvo viajando y mintiendo durante seis años, seis años infames. Miles de muertos, corrupción a granel, frialdad ante las cifras, entrega a los gringos, desafío y represión ante el pueblo y, eso a lo que se han dedicado tantos jefes de Estado, jugar con las cifras del crecimiento, con las ventas de acciones, desempleo y libertades conquistadas, y desarrollo, desarrollo, desarrollo. Y luego hacer mucho bombo a la pertinaz farándula que siempre aparece para que los pueblos se olviden de los crímenes que están cometiendo contra ellos.
Peña Nieto no podrá ser menos. Su cara, su presencia de galán de telenovelas, nos indica que será como son todos los que han sido, contadas excepciones. Está atado a los ricos, a la farsa, a la democracia al estilo americano, a los fusiles y las metralletas, a la prensa. Asistirá puntualmente a todas las cumbres, a las grandes y a las chicas y siempre dirá que va en nombre del pueblo de México, como lo han hecho todos. Y se hospedará en los mejores hoteles y llevará las delegaciones que todos llevan y seguirá hablando del crecimiento, de las libertades, de la democracia, de la dignidad. Casi podríamos estar seguros de que dirán sus discursos, de sus vestidos, de la gomina, de los lentes oscuros, de sus zapatos. Y recibirá a todos los jefes de Estado que lo visiten y firmará tratados, acuerdos, y reprimirá a los ciudadanos que un día se quejen, que un día griten y colmen los zócalos de todo el país.
No sabemos para qué las elecciones. Para que ese gasto monstruoso, para que los fraudes, si de todos modos él era presidente desde hace años. Sí ahora todo será entre el PAN y el PRI. Unos cinco o seis presidentes del PRI y luego otra vez el PAN, y la izquierda y los pueblos y los estudiantes tendrán que esperar -ojalá que no sea una espera para ingresar a esas instituciones corruptas y mezquinas que son los partidos políticos de México-. Y nada más.
Sí, algo más. Sólo decirles que aquí es igual. Que aquí el PAN es Uribe y sus amigos, y el PRI, es Uribe y sus enemigos. Pero también tenemos prensa, narcos, barbarie, pobres y desarrollo, y todo lo que eso implica: jueces, fiscales, ejércitos… metralletas y gases lacrimógenos. Y hasta una izquierda dividida y gritona. Ah… ¡y una clase media entre fatal y cicatera!