especial que hemos dividido en varias partes para la revista Libros &
Letras sobre su visión respecto a una de las revistas latinoamericanas
más importantes del siglo XX.
argentina Victoria Ocampo,
representa el deber ser de una revista. En torno a este tipo de
publicaciones nace, se alimenta y se agudiza la crítica, se diversifican los
puntos de vista, se pluralizan las perspectivas. Sur fue el
espacio de Borges, de Bioy, de Sabato, de una revolución silenciosa que abrió sus ramas hacia toda
América Latina hasta la profundidad de México, como lo veremos en el siguiente
artículo.
Parte I
utopías del XX bajo sombra, vuelvo a esas líneas de José Emilio Pacheco, escritas a
la muerte de Victoria Ocampo,[2] en las que enalteció los procesos creadores de la
autora argentina a la vez que lamentó la escisión de su obra más importante, la revista Sur, respecto de la literatura popular nacional teorizada a principios de 1930 por Antonio Gramsci, cauce
socorrido por el escritor mexicano acaso por
el auge de una revolución que en esos momentos se fraguaba en Nicaragua y que
resolvió en el mapa ideológico latinoamericano el despliegue de una escritura
social apoyada en las mejores intenciones de una buena parte de la comunidad
intelectual de la región.[3]
cincuenta años antes había visto en
su país ese tenso escenario de sectores cultos que no
compartían ni mucho
menos vivían como
propios los sentimientos populares, que en su desligue del pueblo desde su
tradición de casta incumplían una
función educadora.[4] Así esquematizada por décadas, ahora lo sabemos, la consigna vuelta dogma
pareció desdibujarse después de su enunciación práctica en reiterados procesos históricos e intelectuales. El
15 de junio de 1975 Pier Paolo Pasolini, uno de los herederos más rigurosos de la ideología gramsciana, escribió luego de
examinar lo que tácitamente definió como el peor de sus ensayos artísticos:
llamaba “una obra de
arte nacional-popular”. Ha pasado el tiempo. Conseguir una película nacional-popular ha resultado ser un sueño. Las
masas están inertes y
se ha hecho difícil
distinguir las clases sociales. Nuestra sociedad “de consumo” ha unificado
naciones y clases. Lo que llamamos el gran público se reduce a un concepto numérico. Yo quería que mi Trilogía de la vida fuera vista y comprendida por todos; por esto decidí abordar las formas de narración más puras y simples, e introducirme en las misteriosas
redes de esos cuentos genuinos, que me parecen más fascinantes y universales que cualquiera otra forma narrativa moral e ideológica.[5]
por el cineasta y poeta expresaba una forma de ejercicio político común que en su
fracaso sublimaba –por
consecuencia y porque en efecto latía– a una ética de irreductible sustento esteticista incapaz de “conquistar a
la multitud”, sea por su constitución libresca o por un
frágil rasgo de identificación entre masas e intelligentzia,[6] lo que no implicaba, como Sur lo demostró
a su tiempo, obviar la elaboración de conciencias e imaginarios desde otros pulsos,
asumiendo incluso distintas nociones temporales, con la reflexión puesta, más que en el presente, en sus probables
consecuencias.
Pasolini dijo:
ningún caso debe temerse a la instrumentalización por
parte del poder y de su cultura. Es necesario comportarse como si esta
peligrosa eventualidad no existiese. Lo que cuenta ante todo es la sinceridad y
la necesidad de aquello que se debe decir. Es necesario no traicionarla en modo
alguno, y mucho menos callándose diplomáticamente en virtud de
alguna toma de partido. Pero también pienso que, después, resulta igualmente necesario
darse cuenta de hasta qué extremos hemos sido instrumentalizados,
eventualmente, por el poder integrador. Y entonces, si la propia sinceridad o
necesidad han sido envilecidas o manipuladas, pienso que se debe tener el valor
necesario para renegar de ellas.[7]
poder integrador llegaría a
principios de los años ochenta del siglo XX por voz de Julio Cortázar, cuando al revisar su posición frente a las
postales mostradas por las revoluciones sandinista y castrista secundó críticas muy
anteriores expresadas por autores como Octavio Paz y Mario Vargas Llosa.
desencantos–, modelo del debate y vislumbre sobre las sombras del futuro.[8]
Parte II
verano austral, en un ámbito político, económico y
cultural en franca y prolongada decadencia, centro de fuertes tensiones entre
populismo y modernidad, tradición y vanguardia, nacionalismo y cosmopolitismo,
la revista Sur llegaría a convertirse, por su grave acento liberal, en un oriente
intelectual imprescindible para los procesos más importantes que marcaron su siglo, no sólo en Argentina sino en el
grueso de América y Europa.
“década infame” rioplatense, acunada en la Gran Depresión de 1929 y en el golpe militar del general José Félix Uriburu contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen, para orbitar una
esfera que desde su impulso panamericanista reflejaría a lo largo de sesenta años posiciones
contrapuestas a los órdenes trazados, en principio, por el nacional-catolicismo
y la restauración populista promovidos por órganos reaccionarios como la revista Criterio.[9]
educación de institutrices la llevaron a tener al francés como primera lengua y al europeísmo como cultura seminal, Sur materializó la idea
compartida con el estadounidense Waldo Frank, el escritor y amigo de Ocampo ahora olvidado,
de crear “una revista
que se ocupe principalmente de los problemas americanos, bajo varios aspectos y
donde colaboren americanos que tengan algo que decir y los europeos que se
interesen por América”.[10]
cercanísimos Eduardo Mallea, Eduardo J.
Bullrich –creador de
la sobria flecha símbolo de la
revista–, Jorge Luis Borges, Guillermo de
Torre, María Rosa Oliver, Oliverio Girondo, Alfredo González Garaño, Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Leo Ferrero, Pierre Drieu La Rochelle, José Ortega y Gasset –que bautizó a Sur como Sur–, Jules Supervielle y Ernest Ansermet; juntos
conformaron el consejo de redacción y el consejo extranjero que lanzaron el
primer número.
Sur, a esos nombres seguirían los de
Valéry, Tagore, Heidegger, Caillois, Breton, Eliot, Huxley, Woolf, Camus, Greene,
Bellow, Joyce, Lawrence, Beckett, Ionesco,
Godard, Faulkner, Mishima, Nabokov, Céline y muchos del círculo hispanoamericano, de Alonso, Bianco, Mistral, García Lorca, Alberti, Cortázar, Bioy Casares, a la columna de
mexicanos representada principalmente por Antonio Castro Leal, Xavier
Villaurrutia, Jaime Torres Bodet, Daniel Cosío Villegas y Octavio Paz, aparte del ya mencionado Alfonso Reyes.[11]
humanismo cristiano o a la izquierda marxista, bien a la doctrina pacifista de
Gandhi, al feminismo o al anarco-individualismo de Spencer encarnado sobre todo en la figura de Jorge
Luis Borges, la mejor construcción literaria y estilística de la
revista.
voluntad política que nunca
prescindió de la filosofía como fórmula
editorial, aun a riesgo de desatar polémicas y desacuerdos entre sus
promotores –siempre
hechos públicos y discutidos en sus mismas páginas–, por hacer paradigma de una de las críticas más acuciosas
que se recuerden del periodismo en su tipo, para exigir desde su vocación
literaria nuevos arquetipos del
ejercicio de la escritura.
encima de atestiguar– Sur protagonizó y estimuló una buena parte del debate
provocado por las crisis y los éxodos en los contextos de la Guerra Civil española,
el fascismo italiano, el nacional-socialismo alemán, el peronismo, el estalinismo e incluso las posiciones totalizantes
surgidas de la Guerra Fría.[12] Victoria Ocampo y su grupo, Sur como proyecto en sí, se convertirían en
adición en una referencia humanista por su acogida a las letras del exilio que
Occidente vivió en el siglo pasado.[13]
Viñas (Ciudad de México, 1973)
literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Autónoma de México (ffyl-unam), la Escuela de Escritores de la
Sociedad General de Escritores de México (Sogem) y la Universidad Internacional
Menéndez Pelayo de Santander, España. Ha sido asesor de la dirección y
editor de contenidos especiales en la Feria Internacional del Libro de
Guadalajara. Actualmente cura, coordina y edita la colección en siete volúmenes El libro rojo. Continuación
(México, Fondo de Cultura Económica –fce–,
2008 a la fecha) que en 2009 obtuvo el Premio al Arte Editorial de la Cámara
Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem). Como coordinador y editor
realizó, en coautoría con el antropólogo Roger Bartra, el bestiario Axolotiada.
Vida y mito de un anfibio mexicano (México, fce-Instituto
Nacional de Antropología e Historia –inah–,
2011). Es antólogo, curador
editorial y prologuista de la obra México en
Sur 1931-1951 (México, fce-La
Jaula Abierta, 2014) y codirector de La Jaula Abierta, sello que fundó con el
escritor Vicente Leñero y el propio Roger Bartra. Ha presentado su obra en México, Estados Unidos, Argentina,
Colombia, Perú, Nicaragua, España y Japón.
Don Os del Gimnasio Moderno, en Bogotá, Colombia, en una conversación con Juan
Camilo Rincón. Sumadas ahora las notas al pie, se trata de una adaptación de la
introducción del libro México en Sur 1931-1951, con curaduría editorial de Gerardo Villadelángel y
editado en México, en 2014, por el Fondo de Cultura Económica y La Jaula
Abierta.
Cuadernos desde la cárcel. Literatura y vida nacional, vol. 4, pp. 123 y
ss., México, Juan
Pablos Editor, 1998.
Pasolini, citado en José Luis Guarner, “Prólogo”, Pier Paolo
Pasolini, Trilogía de la vida, (Voz Imagen), Barcelona, Aymá, 1976,
p. 14.
introducción he hallado pautas en el libro La sombra del
futuro. Reflexiones
sobre la transición mexicana (México, FCE, 2012),
donde Roger Bartra mira sombras en retrospectiva y, en efecto, a futuro, a
partir de una breve aunque densa carga de reflexiones sobre el porvenir y su
peso específico en el presente, principalmente
en el plano político-social. Bartra comparte la parábola con autores que se han detenido en el mismo
estudio de la trascendencia de los tiempos en etapas y contextos determinados,
como George Orwell, Johan Huizinga, Norbert Lechner, Gino Germani, Ernst Bloch
y Reinhart Koselleck. Parte del examen de Bartra encuentra un gozne en los
entusiasmos y desilusiones de Julio Cortázar en cuanto
a la revolución en Nicaragua; por cuestiones azarosas, se trata de la misma
figura que tuve a la mano para entablar el paralelismo con Pasolini. El
concepto entrecomillado “racionalidad inteligente” lo he tomado del mismo volumen citado.
1928 y editada aún en nuestros días –hasta donde
sé–, Criterio mantuvo por
mucho tiempo una confrontación directa con Sur, pugna que se vio acentuada a
finales de la década de los treinta ante la posición de la revista de Victoria
Ocampo, comprometida con la causa republicana española (su apoyo fue total y
desbordó páginas y letra impresa: además de acoger a muchos de los intelectuales exiliados,
Ocampo envió a España ayuda en especie e incluso dinero para mantener a grupos
y organizaciones de necesitados a consecuencia de la guerra y el franquismo; el
escenario se repetiría años después, cuando la Francia ocupada). A
mediados de 1937 Criterio “acusó”
a Sur de ser una “revista francamente de izquierda”; la respuesta fue obligada: “[…] Estamos contra todas las dictaduras, contra
todas las opresiones, contra todas las formas de ignominia ejercidas sobre la
oscura grey humana, que ha sido llamada la santa plebe de Dios. Estamos
siempre, en cualquier caso, con todo el fervor de que somos capaces, con toda
la posibilidad de riesgo que fuera preciso correr, con todo el candor que es
para ello necesario, del lado de los puros de corazón, los puros de
inteligencia. Éste es nuestro
solo partido y no es, convengámoslo, un partido político. Pero si la publicación llamada ‘Criterio’ designa todas
esas cosas con el nombre general de izquierdismo, esto es tal vez lo que
nosotros somos –por fortuna– y lo que la
verdadera tradición cristiana ha querido para todos
los hombres”. En “Posición de Sur”, Sur, revista mensual,
núm. 35, año VII, Buenos
Aires, agosto de 1937, pp. 7 a 9.
sin concierto: Juan Carlos Onetti, María Luisa Bombal,
André Gide, Silvina
Ocampo, Georges Bataille, Isaiah
Berlin, André Malraux, Theodor Adorno, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre,
Robert Musil, C. G. Jung,
Lanza del Vasto, Ernesto Sabato, Ezequiel Martínez Estrada, Jack
Kerouac, Osamu Dazai, Walter Benjamin, Ernest Jünger, Nathalie
Sarraute, Donald Keene, José Donoso, Dardo Cúneo, Eduardo González Lanuza, Virgilio Piñera, Enrique Pezzoni, Silvia Molloy, Enrique Anderson
Imbert… cuesta y no es prudente intentar hacer una relación de nombres de
colaboradores que haga explícitos el
alcance y la influencia de la revista Sur y su editorial, que por lo demás trajo al castellano en magnas traducciones un insólito universo literario. Desde luego hubo
excluidos: Roberto Arlt, Alfonsina Storni, Manuel Mujica Láinez, Juan L. Ortiz, Witold Gombrowicz y la Academia
Argentina de Letras toda, entre otros. Para este último punto véase Adolfo
Bioy Casares, Borges, Buenos Aires, Destino, 2006, p. 384.
lecciones del peronismo ante la posición de los miembros de Sur, opuestos al nacionalismo popular-militar: en mayo de
1953 Victoria Ocampo fue apresada por “su presunto
involucramiento en un atentado contra Perón durante una concentración en la
Plaza de Mayo”. Con ella se detuvo a los
colaboradores de la revista Carlos Alberto Erro, Vicente Fatone y Francisco
Romero, figuras académicas con un
lugar destacado en los estudios de la filosofía argentina. Su
liberación, al mes
siguiente, se debió en gran parte a la presión de intelectuales de todo el mundo. Ya
en 1946 Borges había padecido represalias del
gobierno, cuando por firmar manifiestos democráticos fue
removido de su cargo de auxiliar en la biblioteca municipal Miguel Cané para ser “reubicado” en la policía municipal como inspector de aves y conejos. Dos
años después su madre y
su hermana Norah llegarían a la cárcel “por cantar el
Himno Nacional en la calle durante una manifestación de señoras contra
la dictadura”. Véase Rosalie Sitman, Victoria
Ocampo y Sur. Entre Europa y América, Buenos Aires,
Ediciones Lumiere-Universidad de Tel Aviv, 2003, pp. 219 y ss.
intelectual francés que llegó a Argentina durante la segunda
Guerra Mundial, encabezado por el sociólogo y crítico
Roger Caillois. Sería uno de los puentes mejor tendidos por el núcleo de Sur. En el tránsito, la revista Lettres Françaises subsistiría desde Buenos Aires, dirigida por Caillois y
patrocinada por Victoria Ocampo, quien en 1944 no dudó en hacer en Inglaterra una “edición antológica en papel biblia y de formato reducido” para lanzarla desde el aire en la Francia ocupada.
Por su parte, Caillois volvería a su país en 1945 para crear La Croix du Sud en la editorial
Gallimard, colección especializada en literatura latinoamericana que abrió paso a las
primeras traducciones francesas de autores como Borges, Rulfo, Carpentier,
Mistral y Neruda.