Un café en Buenos Aires con Carolina Urbano, directora de Editorial Ojo de Poeta

Por: Pablo Hernán Di Marco / Especial para Libros & Letras / Buenos Aires, Argentina.

Buenos Aires tiene una nueva editorial. El pasado jueves 24 de noviembre se celebró en Espacio Cultural Dinamo la fiesta presentación de Ojo de Poeta. Un buen número tanto de lectores como de escritores y editores llenaron los diferentes salones del Centro Cultural ávidos de hacerse de Caléndula blanca de Mauricio Collares, el primer libro publicado por la editorial.

Tal vez el espíritu de Ojo de Poeta lo haya resumido su directora Carolina Urbano al señalar en su discurso que: “… en un año como el 2016 en el que el mundo pareció empecinarse en navegar hacia la derrota, nosotros apostamos por el desafío de una editorial que le abra espacios a escritos que enamoren a los lectores”.

Al día siguiente de la presentación, y con la adrenalina todavía en la piel, conversé con Carolina sobre las expectativas que le despierta el nacimiento de Ojo de Poeta.

—Anoche fue la fiesta de estreno de tu nueva editorial. Ahora que la adrenalina empieza de a poco a bajar, ¿sos consciente del hermoso lío en el que te metiste?
C: Por supuesto que sí Pablo. Esto y todo lo que tiene que ver con el arte y la cultura es ir a contracorriente con las tendencias del mundo, es decir, del mercado, incluso si consideramos el mercado cultural. Esta propuesta, como lo dije en las palabras de inauguración, no puede ser otra cosa más que un acto de resistencia. Nos dicen que el arte no sirve para nada, que no se venden los libros de poesía, que todo lo que no sea comercial no vale la pena. Las políticas gubernamentales hacen todo lo posible por cerrar espacios a la cultura y nosotros, los que creemos en el arte, es decir, en la vida de y para seres humanos, no podemos hacer otra cosa que insistir y resistir.

—¿Ojo de Poeta está abierta a todos los géneros?

C: Sí, pero empezamos con poesía y narrativa. La idea es incorporar el ensayo, que es un género un poco perdido debido al auge del artículo académico, el cual tiene otra dinámica por las exigencias de las revistas indizadas. Hay que recuperar el ensayo como lo concebía Montaigne. Tengo muchas expectativas con este género para las próximas ediciones de Ojo de Poeta. Ya tenemos algunos escritores en la mira para esto.

—¿Qué harás con tus amigos escritores que tal vez crean que por el simple hecho de ser amigos tuyos lograrán publicar sus libros en Ojo de Poeta? ¿Estás dispuesta a ganarte algunos enojos?

C: Jaja… Pablo esa pregunta no se hace. Me obligas a confesar los secretos editoriales. Pero mira, de un lado, tengo el gran “defecto” de decir a mis amigos lo que de verdad pienso de sus obras. Puede que eso tenga la desventaja de “perder” amistades. La ventaja es que cuando digo que algo me gusta, me creen. De otro lado, existe una magnífica figura tanto en las editoriales como en las publicaciones periódicas que es el Comité Editorial y sirve para muchas cosas, entre ellas evitar que algunas decisiones recaigan en una sola persona y en nombre de ella. La lectura de manuscritos y la aceptación para su publicación es un trabajo que se debe hacer en equipo y eso permite controlar que la editorial se convierta en un círculo de favores o “amiguismos”.

—Será un buen modo de no caer en uno de los grandes problemas que sufre el mundo del libro: la endogamia. Cambiemos de tema: ¿qué es lo mejor y peor que te pasó en este breve tiempo al frente de la editorial?

C: Lo mejor es saber con la gente que cuentas. Soy una afortunada de tener los amigos coequiperos que me bancaron en este proyecto. Me refiero a los chicos de Sudakuir, Adriana Rodríguez y Fabián Bevilacqua, a Johnnatan Balcázar, al poeta Omar Ortiz, a Mauricio Collares… Estoy muy agradecida con ellos y es un buen augurio para Ojo de Poeta. Lo más difícil ha sido de carácter operativo, cuestiones técnicas que se salen de las manos y ponen a tambalear todo el edificio. Ha sido una experiencia impresionante, sobre todo para configurar el grupo con el que vamos a continuar.

—¿En cuánto te está sirviendo tu experiencia como escritora a la hora de tomar decisiones como editora?

C: Desde el mundo de los escritores me di cuenta de la cantidad de buenos autores que hay en este momento y la necesidad de contar con más espacios de difusión. Hay una fuerte tendencia de los escritores a preocuparse más por tener buenos contactos y crear una figura de autor que por hacer buena literatura. Esa es la estrategia mercantil, porque se trata de inflar al autor para sea su fama la que venda.

—Es como si la publicidad (y la capacidad de saber autopublicitarse) se hubiesen impuesto a los méritos literarios.

C: Es importante la publicidad, pero yo prefiero confiar mis títulos al criterio de los buenos lectores, que los hay y en cantidad importante. Entonces, volviendo a tu pregunta, lo que me da mi “experiencia como escritora” es el conocimiento de lo que necesita el escritor cuando su prioridad no es la fama y/o no le interesa enredarse con el mundillo oscuro de los círculos literarios. En esa medida empiezas a conocer escritores que merecen tener mayor visibilidad. Ahora, no se trata de hacer una crítica a otras formas de circulación literaria, simplemente es abrir una puerta más, otra posibilidad. No creo estar haciendo nada nuevo, ni original. El asunto es que en lo que a promoción de la cultura se trata no hay excesos, nunca hay demasiados espacios, todos son bienvenidos. Finalmente es el espectador, en este caso el lector el que decide.

—Me gustaría incorporar a Mauricio Collares a la conversación. Decime, Mauricio: ¿qué te llevó a ofrecerle Caléndula blanca a Ojo de Poeta? ¿Sabías que tendrías el privilegio de que tu libro sea el primer libro publicado por la editorial?

M: Vengo trabajando en este libro desde 2012 y pensé que era hora de proponerlo a alguien. Cuando supe que Carolina estaba por lanzar una editorial, le escribí pidiendo una reunión. Para empezar, me interesó porque me pareció que ella, que es colombiana, y yo, brasilero escribiendo en castellano, podríamos armar un encuentro literario de personas que vienen de otro lado. Y todo siguió así, el nombre de la editorial me pareció muy hermoso y me gustó su idea como editora. Le hablé de lo que tenía para mostrarle. A ella le interesó, lo leyó casi de inmediato y aquí estamos.

—Todo libro tiene un instante en particular en el que comienza a enamorarnos. Decime, Carolina: ¿cuál fue el momento mágico de Caléndula blanca que te hizo pensar: “Debo publicar este libro”?

C: Aquí sigo con mis confesiones. Cuando empecé a leer Caléndula blanca vi que el autor hace un coqueteo al escritor Mario Bellatin, lo cual es correr el riesgo de salir bien librado o hacer una idiotez, entonces empecé a leer el relato con prevención. Pero me ganó la historia del viejo Mané Bélem, “poseedor de los más grandes testículos de la región”. Esto en el contexto de la selva brasilera es una minita de seducción.

—Ahora quisiera hacerle a los dos la última y clásica pregunta de Un café en Buenos Aires: les regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época. Cuéntenme quién sería, a qué bar lo llevarían, y qué pregunta le harían.

C: Si se trata de mis pasiones literarias más que un café me tocaría ir a visitarlos al psiquiátrico: Artaud, Walser, dar un paseo con ellos si acaso, no tanto hablar. Mallarmé quizás soportaría un café y le preguntaría sobre su idea del Libro Total. Pero ya que estos autores nos llevan al tema de los desórdenes mentales, se me ocurre que me hubiera gustado ser paciente de Oliver Sacks.

M: De manera general, sin duda alguna pienso en Osvaldo Lamborghini. Invitarlo sería algo más ficticio que real, es que soy medio tímido con las escritoras y los escritores, y también cineastas, actores y actrices que me gustan. Puedo ir a eventos o charlas donde están, como ya he hecho con algunos que están vivos, pero pocas veces me acerco para hablarles personalmente. Voyeurizando la ficción, me gustaría seguir a Lamborghini por estos lugares que andaba con Luis Gusmán, como el café La Paz, El Paulista, o Politeama. Véase que hablo de dos cafés que hace mucho ya no están, y sobre el café La Paz me refiero al que existía en el tiempo en que Lamborghini lo frecuentaba. O sea, todo muy ficticio y nostálgico.

Quienes quieran contactarse o saber más sobre Editorial Ojo de Poeta lo pueden hacer a través de: ojodepoetaeditorialmail.com o https://www.facebook.com/OJO-De-POETA-Editorial-1029181560536973/?fref=ts

Pablo Hernán Di Marco

* Pablo Hernán Di Marco.

Autor de las novelas Las horas derramadas (ganadora del XXI Certamen Literario Ategua 2010, España), Tríptico del desamparo (ganadora de la I Bienal Internacional de Novela «José Eustasio Rivera» 2012, Colombia), y Espiral (finalista del XIX Premio de Novela Ciudad de Badajoz 2015, España). Desde Buenos Aires trabaja vía Internet en la corrección de estilo de cuentos y novelas.

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