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Un café en Buenos Aires con Mariano Dupont

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Un café en Buenos Aires con Mariano Dupont
By Libros y Letras 26 de mayo de 2014
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No. 6.708, Bogotá, Lunes 26 de Mayo de 2014
Un
café en Buenos Aires con Mariano Dupont
Por: Pablo Hernán Di Marco/ Corresponsal de Libros & Letras en
Argentina
   Mariano Dupont me recuerda a
una frase de Sábato. Esa en la que el viejo 
decía que el escritor debe ser creyente en tiempos ateos, y ateo en
tiempos creyentes; progresista en tiempos conservadores, y conservador en
tiempos progresistas. ¿Por qué Mariano me recuerda esa frase? Supongo que por
su facilidad para desmarcarse, para cambiar de libro en libro, para escaparle a
esos típicos lugares comunes que reducen a los escritores a monigotes de felpa.
Tal vez tanta imprevisibilidad tenga un costo: Mariano Dupont es capaz de ganar
el prestigioso Premio Emecé, y poco tiempo después verse obligado a subir su
nuevo trabajo a un blog porque ninguna editorial desea publicarlo. Por fortuna
para sus lectores, Seix Barral acaba de publicar su más reciente novela: Arno Schmidt. Sobre ella, sus
traducciones de Louis-Ferdinand Céline y otros temas, hablamos en esta breve
entrevista.
   —¿Conocés Colombia, Mariano?
Dejando a García Márquez de lado, ¿qué vínculo tenés con la literatura
colombiana?
   M: Prácticamente inexistente.
Leí La vorágine, a Álvaro Mutis, a
Andrés Caicedo, a Fernando Vallejo, no mucho más.
   —Hace poco Seix Barral publicó
tu hermosa y a la vez opresiva novela Arno Schmidt. Contale a nuestros lectores
de qué trata.
   M: Es una suerte de sátira
sobre ciertos aspectos del mundo literario. Que transcurre en una residencia de
escritores ubicada en la Antártida, a mediados del siglo XXI. Una novela de
ciencia ficción, ligeramente distópica, con muchos diálogos y muchos
personajes.
   —Tradujiste, entre otros, a
Louis-Ferdinand Céline. ¿No sentiste temor (o por lo menos un paralizante
sentido de la responsabilidad) al comenzar a trabajar el texto de un mito de la
literatura?
   M: Yo ya había traducido antes
algunos textos más cortos de Céline. De alguna manera, digamos, me fui
entrenando, como un deportista, como un boxeador antes de una pelea difícil. Me
fui familiarizando con su música. Así que cuando encaré las Conversaciones con el profesor Y sabía
que, más allá de la calidad del resultado, iba a poder hacerlo.
   —En estos días Buenos Aires y
Bogotá están celebrando, casi en simultáneo, sus respectivas Ferias del Libro.
Como lector, ¿te interesan estas ferias?
   M: No mucho, la verdad.
   —En una entrevista reciente
mencionaste a varios buenos escritores “que no reciben la atención de los
medios ni de la academia”. ¿Por qué creés que la buena literatura a veces
camina a contramano de las editoriales, los medios y la academia?
   M: Porque esa literatura,
directa o indirectamente, trabaja en contra de los intereses de esas
instituciones.
   —Vamos con
las dos últimas y clásicas preguntas de Un café en Buenos Aires, Mariano: a
lguna vez Vargas
Llosa dijo que el día más triste de su vida fue cuando Jean Valjean murió
en Los miserables. ¿Cuál fue el día más feliz de tu vida?
   M: No sé. Tal vez uno de esos viernes de la
infancia, en los que, después de una semana de colegio, con el fin de semana
por delante, mirábamos –ya de noche, cenando– la tele con mis hermanos mientras
nuestros padres se preparaban para salir y dejarnos solos.
   —Te regalo la
posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de cualquier época.
Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.
   M: No tengo ese tipo de fantasías. Pero,
bueno, ya que me preguntás: invitaría al Dante, al número 1, lo llevaría a
comer un choripán a la costanera, y le preguntaría por todas las oscuridades de
la Divina Comedia.