Baúl de mago

Las estaciones
Por: Roberto Burgos Cantor
En varias lecturas de
autores diversos he visto apreciaciones sobre el otoño que han mantenido mi
curiosidad sobre dicha estación y sus tres compañeras. La más reciente se la
debo a Chateaubriand, el ilustre paladín de la libertad humana, quien escribió:
Las escenas otoñales poseen un inevitable carácter moral: esas hojas…
La más antigua es probable
que la leí en uno de los excelentes textos de don Álvaro Cunqueiros cuya
imaginería galicia tanto se asemeja a las magias del Caribe. Allí el escritor
gallego atrapaba el secreto de la luz y el aire, oro envejecido en ésta
estación que parecería preparar el ánimo para las meditaciones y los lentos
replanteamientos del sentido de la vida.
Los aficionados a la
historia podrán examinar el letargo en que se sume Napoleón durante el otoño
ruso, hasta quedar atrapado por el invierno en una marcha imposible y dolorosa
que relataron para todas las posteridades, Tostoi desde la orilla rusa y el
Conde Chateaubriand desde la francesa.
Quién sabe si el otoño es la
ocasión en que el ser humano renueva sus pactos con la naturaleza. Árboles que
se desprenden de las hojas. Hojas que sueltan el verde solar y se van cubriendo
de un amarillo maduro que deviene en ocre cobrizo de caldero curado. Y un
viento constante que arrastra las hojas y los pedazos sueltos de la corteza de
tallos y ramas que protegerán la savia demorada de los árboles ante la
inminencia de la nieve. Entonces la comida se prepara con los resultados de la
cacería y con los animales que fueron engordados. El vino rojo se hace áspero y
los licores de la estación ponen tibieza en las incertidumbres del corazón y el
pan es hogaza pesada y de masa esponjosa.
Es probable que la orden de
pasar de una estación a otra la dé un pájaro desconocido. No he logrado
saberlo. Un pájaro de canto o grito inaudible que advierte a la naturaleza.
Como esos mochuelos de los montes de María que llaman al alba y al recuerdo.
Algo hay en las estaciones
que vale la pena indagar. Ese lugar común de la música que son Las cuatro
estaciones, de Vivaldi, nunca ha dejado de interpretarse y escucharse. Las más
recientes son la que hace con su violín Anne-Sophie Mutter y la de la joven
colombiana Martha Páramo con su violín barroco quién grabó en París.
Dos de las memorables obras
en la literatura y el pensamiento incluyen la expresión otoño en el título. El
otoño de la edad media de Huizinga, y El otoño del patriarca de quién sabemos.
Acá, desde el trópico, falta
atención a las estaciones del territorio en el cual vivimos. A lo mejor tenemos
más estaciones y por la relación conflictiva con la naturaleza no percibimos
los cambios. Las variaciones. La demencia del lucro que acumula tierras y las
devasta para poner a pastar vacas. El crimen de los ladrones de tierras que
estropean cuerpos de agua.
A veces, en diciembre, en
los bosques de Ternera, todavía una flor que nos enseña la primavera. Y por
supuesto Leandro Díaz y Alejo Durán. La mujer y la primavera.

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