Blanco Nocturno, un gótico sureño en el sur.

Blanco Nocturno, un gótico sureño en el sur.

“-Pueblo de mierda- dijo Ada con una sonrisa delicada”

Blanco Nocturno. Ricardo Piglia.

Algunos matices del concepto del gótico sureño estadounidense en Blanco Nocturno de Ricardo Piglia.


Por: Alejandro Arango AgudeloLicenciado en Filosofía y Letras. Magíster en Literatura. Docente de Literaturas del Departamento de Lingüística y Literatura de la Universidad de Caldas.


Cada ejercicio del pensar nos lleva a encontrarnos con una experiencia del desdoblamiento del yo, una actividad a veces tortuosa que implica el autorreconocimiento y el autoextrañamiento. Escribir consiste en entregar parte de aquello que es el escritor para vincularse en la creación de una realidad alterna, de una forma diferente de leer el mundo que nos rodea. Es desde este punto donde se comienza a leer Blanco Nocturno; siempre existe un complot, una maldición oculta que maneja los destinos de sus personajes, siendo cada uno de ellos una mezcla de miedo y sutil sordidez. Los integrantes de este mundo narrativo siempre están sujetos a ver las cosas como las interpretan y este texto posee la misma cualidad, un proyecto malversado e inacabado, repleto de angustias, mitos y hastíos. 

En Blanco Nocturno lo policial, las pesquisas, las sospechas no dejan de ser parte de un esquema primitivo; sin embargo, crece y se multiplica en diferentes dimensiones que hacen de ella una obra compleja y multisignificante donde el lector siempre queda perdido en las sombras de la divagación y en la duda. Cada vez que se cree encontrar al culpable, los giros de la novela nos llevan a algo más grande, más oscuro y pérfido. La trama parece sencilla: una muerte que sirve como punto de inflexión para llevarnos a la historia amarga de una familia de provincia que poco a poco se va transformando en algo más profundo y espinoso. Es así como cada parte del relato nos sirve para para acercarnos a unos personajes que nunca han sido lo que se ha dicho de ellos, sino que siempre se han proyectado como complejas paredes de humo que no muestran sus debilidades, su profunda soledad y tristeza.

La novela se mueve en la conjetura, en los lindes de la realidad, en ese misticismo paranormal y desértico en el que se desarrollan muchas novelas y cuentos latinoamericanos y de Estados Unidos; un tipo de gótico sureño, un subgénero en el que han brillado escritores como Katherine Anne Porter, Carson McCullers, Tennessee Williams, Flannery O’Connor, Erskine Caldwell, Truman Capote o más cerca de nosotros Cormac McCarthy. Historias sobre un lugar desolado, alejado de la capital, donde todavía existen patriarcas y familias que tienen el poder del pueblo, donde conviven los milagros y los pecados, el honor y el terror que implica mantener una posición. Estos relatos poseen una apariencia realista; lo macabro y lo irracional que vive en su interior. Nos encontramos ante un tipo de situaciones que nos fascinan y nos horrorizan por partes iguales. En su novela corta Familia, Eudora Welty afirma lo siguiente: “La ley de esta familia es la ocultación”. Desde ahí se observan cercanías entre el gótico sureño de Estados Unidos y lo que hemos denominado gótico del sur, lo subrepticio es el infierno, la naturaleza de la maldad en las personas, los seres deformes y diferentes que habitan un pueblo marcado por la desdicha; una mezcla complicada entre una trama de poder, romances insanos marcados por una sexualidad desmedida, una religiosidad oscura y maltrecha, el chivo expiatorio que no pertenece al lugar (en Estados Unidos los negros que acaban en la cárcel o en el mundo criminal, en Blanco Nocturno, el chino afeminado); las familias trágicas por siempre jamás –ya lo decía Piglia en una entrevista: “Solo existen dos grandes historias posibles: o contamos un viaje o contamos una investigación. Así el escritor es Ulises o es Edipo” (Solanes, 2007, p. 134)–. 

El escritor está consciente de su invención y la enmarca en una tradición. La literatura de Occidente siempre estará ligada a las visiones arquetipales griegas; por lo tanto, siempre se reinventa la tragedia de la saga familiar. Se está atado a la imagen del sino oscuro, de la sangre y de los grandes hechos del pasado, ahora en decadencia, el retrato de las estirpes condenadas al olvido.


Portada de Blanco nocturno de Ricardo Piglia (Anagrama).
Portada de Blanco nocturno de Ricardo Piglia (Anagrama).

Muchas veces Sofía había comprobado que la historia de su familia era un patrimonio de todos en la zona –un cuento de misterio que el pueblo entero conocía y volvía a contar pero nunca lograba descifrar completamente- y no se preocupaba por las versiones y las alteraciones porque esas versiones formaban parte del mito que ella y su hermana, las Antígonas -¿o las Ifigenias?- de esa leyenda no necesitaban aclarar -“rebajarse a aclarar” (Piglia, 2010, p. 28). 

En esta novela, así como en la tradición estadounidense, la familia es una presencia que engendra la desdicha del pueblo. La mansión, en este caso la Estancia, la fábrica maldita y los deseos de destruir el legado de ella, las hijas del acaudaladocaporal a las que todos desean y solo el más malo posee. Esa es la versión del gótico del Sur: todo siempre se encuentra en el borde del enigma, “algo estaba por pasar y el pasado era como una premonición. Nada se iba a repetir, pero lo que estaba por pasar –que iba a pasar– se anunciaba en el aire. Había un clima de inminencia, como una tormenta que se ve venir en el horizonte” (Piglia, 2010, p. 104). Blanco Nocturno dentro de sus múltiples facetas explota una reflexión sobre el propio acto literario: la experiencia de la metaliteratura. El lector debe aprender, reflexionar y desilusionarse con lo que nos propone el escritor.

Pero esta novela va incluso más allá; aunque parte de un lugar real (no Yoknapatawpha ni Santa María), las relaciones que se tejen en él se enmarcan en un ambiente mítico cargado de miedos; un lugar umbrío en donde los recuerdos de la infancia se han metamorfoseado en historias. En este espacio de lo mítico se mueve esta novela, en el recuerdo y en la alquimia de la palabra que realiza el escritor; el gótico sureño ambientado en pueblos pequeños olvidados de la gracia del Señor se va materializando en otro relato. Es aquí donde surgen lo policiaco, el detective, el crimen y el misterio y se transforman en el signo de la tragedia humana en la que vive este pueblo. 

En esta novela el detective es el faro que intenta darle coherencia a todo, pero es el que termina siendo opacado por sus intuiciones. Debe renunciar, termina escribiendo cartas desde un manicomio, trata de resolver el caso, pero solo se queda con su soledad. Este personaje es la línea de anclaje entre las diferentes tramas de la novela, el asesinato, el misterio del crimen, la familia trágica, el político corrupto y el narrador (Renzi). Es así como esta novela se transforma en un híbrido entre lo sureño y el sur, creando una propia alegoría enclavada en los miedos y en los despropósitos del legado gótico. La narración transcurre en el medio rural argentino, un pueblo de provincia; la estancia, una fábrica abandonada y la pampa conforman el espacio psíquico de la trama. El autor presenta la vida sencilla del pueblo y del gaucho apegado a la tierra, y expone una antigua estructura social colonialista sustentada en apropiaciones, nepotismo, vicios, decadencias físicas y emocionales, y la opresión patriarcal. Un crimen de un aventurero yanqui, las intuiciones de un detective en retiro y un periodista conforman esta novela como un relato policiaco enclavado en los arquetipos míticos de Occidente y un ejemplo claro de lo que significa el gótico del sur. 


Referencias

Piglia, R. (2010). Blanco Nocturno. Edición en formato digital. Barcelona: Editorial Anagrama. 

Solanes, A. (2007). Entrevista a Ricardo Piglia. “Uno escribe para saber qué es la literatura”. Cuadernos Hispanoamericanos. Número 681.