La editorial española Holobionte presenta una antología que muestra la progresión y el estado actual de la narrativa weird.
El terror y la ciencia ficción, marginales siempre, han evolucionado desde su concepción, mutando y engendrando una serie de categorías no tan ampliamente conocidas que, sin embargo, evidencian la riqueza y los nuevos e insospechados territorios que esta narrativa ha ido colonizando. Uno de los expertos en este tipo de ficción es el escritor uruguayo Ramiro Sanchiz (Montevideo, 1978), autor, entre otros títulos, de El orden del mundo (Editorial El Cuervo, 2014; Editorial Fin de Siglo, 2017), Las imitaciones (Décima Editora, 2016; Ediciones Vestigio, 2019), Verde (Editorial Fin de Siglo, 2016; Editorial Indómita Luz, 2023) y Un pianista de provincias (Random House, 2022). Sanchiz se propuso editar una antología que diera cuenta del estado actual de la narrativa weird, una categoría o etiqueta que se les daba a cuentos extraños (algunos de terror, otros sci–fi, e híbridos) aparecidos en revistas pulp como Weird Tales que, a partir de Lovecraft «se convierte en una fusión (o proceso de fusión) entre el horror tradicional y la ciencia ficción, en la que el monstruo tradicional se ve desplazado o mutado». Del vientre del weird han salido retoños peculiares a lo largo de las décadas, y más recientemente, en Hispanoamérica. En el prólogo de Mundo Weird (Holobionte Ediciones, 2023), Sanchiz explica cómo todo esto se ha venido dando y nos abre la puerta a este universo enrarecido de historias que compiló junto a Federico Fernández Giordano, en donde encontramos historias de China Miéville, Michael Cisco, Luis Carlos Barragán, Maximiliano Barrientos, Ana Llurba, Liliana Colanzi, Edmundo Paz Soldán y Gary J. Shipley, entre muchos otros.
A continuación, un diálogo que tuvimos con el escritor/editor acerca de esta obra.
–¿Por qué decides compilar esta antología sobre nueva ficción extraña?
La idea surgió en mayo de 2019. Me habían invitado a un congreso sobre ciencia ficción y fantasía en Santiago de Chile y allí me encontré con mis admiradísimos Jorge Baradit, Alberto Chimal y Mariana Enríquez, y en las charlas que mantuvimos –en las que además conocí al académico italiano Gabriele Bizzarri, especialista en ficción extraña y weird– me pareció muy claro que en los últimos años había emergido en el sistema de la literatura latinoamericana una nueva configuración de la ciencia ficción y el horror orientada hacia lo que podríamos entender en la órbita del weird. Me pareció que era necesario visibilizar esa coincidencia entre tantas autoras y autores y que una antología era la manera más obvia de hacerlo. El proyecto después fue interrumpido por la pandemia, y allá por 2021 empecé a conversar al respecto con Federico Fernández Giordano, el director de la editorial Holobionte, quien acogió el proyecto y pronto se convirtió en su coeditor, en la medida en que me propuso incorporaciones que iban más allá de mi selección original de escritoras y escritores latinoamericanos, y se abrió así a España y luego incluso a textos en inglés. Al expandirse la selección fue necesario revisar el concepto de weird y creo que ahí –especialmente en la escritura de su prólogo– fue donde la antología adquirió su enfoque a nivel crítico o incluso teórico.
–¿Cómo fue el proceso de escogencia de los autores/relatos?
En un principio quería dar cuenta de esas voces latinoamericanas que habían modulado la ciencia ficción hacia el weird (es decir, siguiendo más allá la línea lovecraftiana original, que fue hibridar horror con ciencia ficción) generando así un modo particular, específicamente latinoamericano y contemporáneo de ese género. Allí estaban Luis Carlos Barragán, los ya mencionados Chimal y Baradit, más Hank T. Cohen, Liliana Colanzi y otros tantos escritores/as. Al empezar a pensar en un contexto más hispanoamericano, y luego más incluso universal, decidimos incorporar no solo ciencia ficción «weirdificada» sino también escritura experimental y la obra de pensadores que hacen de la teoría-ficción su línea principal de trabajo, como Amy Ireland.
–¿Hubo algún autor/a con el que te hubiera gustado contar en el libro pero que no se pudo incluir por algún motivo?
En rigor la antología ya publicada es el primer volumen de la selección; tenemos que ver todavía las circunstancias que harían posible la publicación del segundo, que amplía la muestra de autores y autoras. En todo caso, y aunque todavía no está dicha la última palabra al respecto, siempre es fácil proyectar cuentos que deberían estar y que luego la gestión de derechos o autorizaciones vuelve un poco difícil. En ese sentido, un nombre ineludible sería el de Mariana Enríquez, por supuesto, sobre todo por sus cuentos más lovecraftianos, como «Bajo el agua negra» y «La virgen de la tosquera».

–En el prólogo mencionas en repetidas ocasiones el nombre de Lovecraft. ¿Podría decirse que el Príncipe oscuro de Providence continua y seguirá siendo nuestro padre y señor de este género, a quien le debemos que todo esto exista?
Alguien dijo alguna vez (o fueron muchos a lo largo de todo este tiempo) que la música posterior a Beethoven es irremediablemente beethoveniana. Tengo para mí –y no me parece una afirmación aventurada ni original– que todo el horror posterior a Lovecraft es lovecraftiano, incluso –o particularmente– cuando detecta dos o tres cosas deliberadamente «no-lovecraftianas» (favorecer alguna forma de realismo costumbrista, operar desde lo cotidiano, incluir sexo y violencia en las tramas, etc.) y las coloca en el aparente centro de la propuesta. Porque la clave es que al incorporar lo presuntamente no-lovecraftiano, más que despejar la lovecraftianidad (perdón por el palabreo) lo que se hace es ampliarla: tal es la fuerza o la virulencia del contagio lovecraftiano. Pienso en Itde Stephen King, por ejemplo: el trasfondo realista-americano, la representación de la adolescencia en un pueblo relativamente pequeño, con sus miserias y felicidades, parece ajena en principio a tantos cuentos protagonizados por tenues académicos determinados a estudiar rituales ancestrales y que terminan topándose con entidades que les destruyen la razón y la presunta humanidad. Sin embargo, basta la inclusión de un horror proveniente del afuera radical a lo humano, enquistado en el tiempo y pautado en términos de un retorno persistente, para que tarde o temprano todo se vuelva lovecraftiano. La potencia, por así decirlo, de las ideas fundamentales de lo que tomamos por «lo lovecraftiano» es tan grande que nada puede imponérsele: ni siquiera la literatura.
–¿Crees que esta narrativa weird está llegando a un público lector más amplio que hace un par de años atrás?
Es cierto que este nuevo weird, sobre todo en su provincia más latinoamericana, ha logrado subirse a un aparato de propulsión especialmente poderoso, en tanto es fácil detectar componentes lovecraftianos o weird a secas en textos contemporáneos que han pasado a una circulación asombrosa: estoy pensando en los capítulos finales (y algo del medio) de Nuestra parte de nochede Mariana Enríquez, o incluso en Distancia de rescatede Samanta Schweblin. O también en la manera en que textos antes leídos como «raros» o de algún tipo difuso de «literatura fantástica» ahora son más productivamente tomados por weird: pasa con la obra de Mónica Ojeda, Solange Rodríguez Pappe y Giovanna Rivero. Me parece, e incluso diría, con algunas novelas y muchos cuentos de Mario Levrero. Hay un nuevo éxito editorial de lo weird, en cierto sentido, una nueva fase de su difusión pandémica, y esto también lo muta a su vez (como pasó hace unos años con la ciencia ficción: muchas escritores y escritoras del mainstream empezaron a incluir el género a sus textos y por tanto a ampliar sus canales de circulación, pero al hacerlo a la vez facilitaron la emergencia de una ciencia ficción diferente, que sigue contrastando con la publicada en un contexto más específico del género, con su fandom y sus comunidades de lectura).
–¿Es posible que tanta categorización dentro del género de lo extraño: weird, new weird, horror, splatterpunk, etcétera, confundan a algún lector poco avezado y lo intimide o incluso aleje de esta narrativa?
Supongo que es posible. Pero hay tantas cosas que pueden alienar lectores desde el weird –y más todavía en sus límites, sean los de la escritura experimental de Mike Corrao, por poner un ejemplo, o los del bizarro y otros géneros donde la noción de verosimilitud en la narrativa está tontamente demolida– que esa profusión de categorías solo se vuelve una más, y no sé si una de particular importancia. Después de todo, los fans del metal nunca dejamos de orientarnos entre todos sus subgéneros, que siguen proliferando (blackcore, blackgaze, drone metal, goregrind…), y no creo que la gente cuya sensibilidad rechaza el metal lo haga (solo) por ser una matriz inagotable y vertiginosa de subgéneros. Por tanto, quienes vayan a dejarse seducir por el weird no creo que tengan problema alguno con sus posibles variantes entendidas como «demasiadas» o incluso como una cartografía no del todo clara. Porque es cierto que no son mapas fiables: están todos en construcción, sin que exista consenso alguno sobre ciertas definiciones y territorios. Hay algo de magia en el weird en tanto categoría o, mejor dicho, de prestidigitación. O, si se prefiere, de teoría-ficción.
–En el prólogo nombras también muchas editoriales en nuestro idioma que están publicando obras enmarcadas en este género, pero existe el inconveniente de la distribución a otros países, lo cual no es sencillo ni barato y que a su vez genera que comprar los libros físicos resulte muy costoso. ¿Cómo se podría solucionar esto para que esas obras lleguen a más lectores?
Mediante la configuración del sistema literario que hizo posible en primer lugar, allá por 2016-2020, la emergencia de lo weird como modo particular de la ciencia ficción latinoamericana reciente: las redes de editores, que conectan emprendimientos de todos los territorios de la lengua y facilitan la reedición de textos más allá de sus fronteras originales de producción. Es el caso de Carcomade Layla Martínez, publicado por primera vez en España; el libro ya fue reeditado en Colombia y en Argentina (y quizá más territorios aún, que ahora no recuerdo o ignoro), logrando llegar a muchos más lectores y sorteando la dificultad evidente a la hora de pensar en que su primera editorial se las hubiese arreglado para distribuir en tantos otros lugares. También es cierto que el modelo «exportador» no está del todo agotado, o es aplicado felizmente solo con cuentagotas; pienso en editoriales transnacionales como Anagrama o Random House, que han distribuido algunos libros con componentes de ciencia ficción weirdificada –Mugre rosade Fernanda Trías, por ejemplo, o en la ya mencionada novela de Enríquez– en un mapa cada vez más amplio. Mundo Weird, de hecho, está presente en no pocos países de Latinoamérica, además de en España; quizá las condiciones no sean las ideales –las cantidades de ejemplares no siempre son grandes, y los ejemplares se encarecen una vez que hay que hacerse cargo del gasto de desplazamiento sumado a la ganancia convencional de distribuidoras y libreros–, pero hasta cierto punto los libros están allí. Mi primera idea para Mundo Weird, de hecho, fue que tenía que ser editada más o menos simultáneamente en distintos puntos de Latinoamérica por distintas editoriales, un poco a la manera de libros como Bogotá 39, que unió una buena cantidad de editoriales independientes, pero como te contaba recién la pandemia complicó demasiado esos planes.

–Hay muchos que, aunque podrían estar interesados en el new weird, solo han leído a Poe, King, Joe Hill, Anne Rice, etc., en otras palabras, lo más popular y asequible. ¿Un libro como Mundo Weird y otros parecidos podrían representar un shock, en el buen o mal sentido, para esos lectores?
Creo que cuando se habla de lo weird, al pensar en un «shock» se lo toma siempre en el buen sentido. O, mejor dicho, el shock de lo weird cambia a los lectores y los abre precisamente al weird, hasta el punto en que después terminan creyendo que siempre les gustó. En cualquier caso, Anne Rice y Stephen King representan ya las pautas más clásicas o convencionales del horror y la fantasía oscura; lo weird contemporáneo se aleja de esos modelos o les privilegia el siempre latente costado lovecraftiano hasta el punto de mutarlos radicalmente. En ese sentido representa una puerta de entrada de lo concebiblemente «nuevo» a muchos lectores, y ahí el shock, insisto, se construye en el mejor sentido posible, el de fascinación. O contagio.
–Hay cuentos muy especiales en Mundo Weird que son, digamos, exclusivos: “La tercera transformación” de Maximiliano Barrientos (mi favorito), inédito a la fecha, “Historias perras” de Stephany Méndez, del podcast Las escritoras de Urras, hasta un remix de Agustín Fernández Mallo. ¿Cómo cazaste esos textos y qué significa para ti que estén en el libro?
Sigo muy de cerca a todos los autores y autoras publicados en la antología, así que la selección se hizo o bien sobre lo ya leído, disfrutado y admirado o sobre lo que a veces esos autores/as me propusieron en términos de textos inéditos. A veces fue cuestión simplemente de decirles «quiero incluir tu cuento tal y cual» para que me dijeran «no, mejor probemos con este nuevo, que me parece todavía más weird». Hubo un par de excepciones, claro, cuentos ya editados con los que preferimos insistir, o incluso que terminamos ensamblado. Fue el caso de Agustín Fernández Mallo: yo admiro muchísimo la obra de Agustín, pero en primera instancia –y esto lo debatimos interminablemente con Federico Fernández Giordano– no parecía en una primera instancia tan vinculable a lo weird como la de, pongamos, su compatriota Germán Sierra. Sin embargo, no me quedé en paz hasta que pude formular su conexión en términos de una suerte de «potencial» weird presente en libros como la ya clásica trilogía Nocilla o incluso la novela inmediatamente posterior en su bibliografía, Limbo: libros que me marcaron en su momento y en los que siempre leí una apertura al cambio, a la mutación. Me pareció entonces que valía la pena seleccionar –de esos libros ya de por sí fragmentarios y en rearticulación permanente– aquellas secciones (o incluso párrafos) donde asomaba lo weird y reunirlos todos, como terminé por hacer en lo que Federico tuvo la feliz idea de presentar como un remix. Me alegró muchísimo que Agustín lo aprobara y se entusiasmara, y la producción de ese texto (que es a su vez experimental, si se quiere, en cuanto a esa pauta de colaboración y resignificación de la que emergió) fue uno de los mejores momentos, en lo que a mí respecta, de la preparación de la antología.
–Para los lectores que disfrutaron con Mundo Weird y quieren ahondar en el género, ¿qué obras les puedes recomendar?
Miles de ojos de Maximiliano Barrientos; Los inamovibles de Gary Shipley; Mugre rosa de Fernanda Trías; Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez; El foso de Mabuya de Erick Mota; El gusano de Luis Carlos Barragán; Traumatismo pancreático de Hank T. Cohen; Materiales para una pesadilla de Juan Mattio; La segunda lengua materna de Flor Canosa; Las redes invisibles de Pablo Farrés; Texto entraña de Mike Corrao; La casa de hojas de Mark Z. Danielewski; Ciclonopedia de Reza Negarestani; y, si leen en inglés, Vampyr de Louis Armand; There is no year de Blake Butler; Phyl-Undhu de Nick Land.
–¿Cuáles son tus escritores de cabecera actuales en el género Weird?
Los ya mencionados en la respuesta anterior me parecen ineludibles, por distintas razones a veces, pero hay que sumar sin lugar a dudas a Thomas Ligotti y a Laird Barron.
–¿Qué puedes contarnos sobre tus próximos proyectos?
Terminé hace unos días una novela que podría describir como de «hauntología weird», un poco en la línea de Beyond the Black Rainbow de Panos Cosmatos, pero con plataformas petroleras y mucho materialismo sónico. En estos momentos, además, estoy trabajando en un par de cuentos que me comprometí a entregar a unas antologías en proceso, y traduciendo textos breves para una novedad de Holobionte aun no anunciada por la editorial, pero que va a ser una bomba. A la vez, estoy desde hace tiempo tomando notas y planificando una novela muy larga y muy weird, que espero ponerme a escribir el año que viene. Y quiero terminar un libro sobre Brian Eno –en un enfoque posthumanista en la línea de mis libros anteriores sobre Bowie y las películas de Matrix– que empecé hace casi medio año ya y tuve que dejar en pausa por obligaciones más acuciantes.
Las obras de Holobionte Ediciones son distribuidas en Colombia por la Asociación Colombiana de Libreros Independientes (ACLI) y se encuentran disponibles en sus librerías asociadas.