El gran escritor estadounidense, ha muerto a los 90 años en Sag Harbor (Nueva York)

Tomado de ABC. La vida dura muchos años, pero es temporal». Esa temporalidad, a la que el escritor estadounidense James Salter (1925-2015) hacía referencia en su última entrevista con ABC, define, al fin y al cabo, nuestra condición de humanos. Nos aferramos a un tiempo que no sabemos si tendremos, si se nos agotará sin habernos bebido cada hora como si fuera la última.
Salter era muy consciente de ello y, por eso, vivió «quemando los días», como dejó escrito en el título de su autobiografía (Salamandra). Y fue así hasta que la vida se le agotó, el pasado viernes, cuando sufrió un infarto en Sag Harbor (Nueva York). Había cumplido 90 años el pasado 10 de junio y lo había celebrado junto a su segunda esposa, la también escritora Kay Eldredge. Hace unos meses, Salter fue sometido a un baipás sin mayores complicaciones y, desde entonces, acudía a rehabilitación. Se estaba recuperando bien e, incluso, había recuperado las ganas de escribir. Ningún síntoma hacía suponer que sus planes se truncarían. Pero, como Salter sabía, uno es dueño del argumento de su obra, pero no de su vida.

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