La exhibición de atrocidades

Maximiliano Barrientos. Foto de Sonia Cammarata II

El escritor boliviano Maximiliano Barrientos presenta Miles de ojos, su novela más apocalíptica, poderosa e inolvidable a la fecha. 


Muchos escritores han flirteado con la idea de cultos a deidades antiguas que buscan el regreso de esos dioses, que tratan de abrirles una puerta a nuestro mundo. En la mayoría de ocasiones esto no se logra y el mal debe seguir aguardando en ese otro lado, utilizando su capacidad de recurrencia para continuar orquestando su retorno. ¿Cómo cambiaría el mundo si uno de esos cultos tuviera éxito? ¿Qué pasaría si uno de esos dioses lograra entrar? El escritor boliviano Maximiliano Barrientos (Santa Cruz, 1979) escribió la novela Miles de ojos (Caja Negra Editora, 2022), donde se plantea esta situación. Lo interesante es que el libro de Barrientos no solo se centra en el culto a una deidad antigua, sino que describe toda una subcultura de adoradores de la velocidad y el black metal en Santa Cruz, utilizando un estilo austero, directo, con diálogos precisos y fluidos que hacen avanzar la historia con agilidad. Estos adoradores de la velocidad, los cuerpos mutilados y fundidos con el metal traen a la memoria las obras del escritor inglés J. G. Ballard (1930 – 2009): La exhibición de atrocidades (1972) y Crash (1973), además de las películas de Mad Max de George Miller, y eso solo en la superficie. En Miles de ojos un culto pretende utilizar un automóvil deportivo de 1970 como instrumento ritual para liberar a una misteriosa entidad capaz de transfigurar el mundo. Dos hermanos se ven envueltos con estos individuos en una serie de acontecimientos que incluyen visiones del más allá y una violencia descarnada que va aumentando de intensidad.

“Creo que, junto a En el cuerpo una voz (novela publicada por la editorial Eterna Cadencia en 2018), es lo mejor de Maximiliano: se voló la barda con ese mundo de una violencia primordial basado en el black metal y el culto a los autos. Están presentes muchas de sus antiguas obsesiones –el misterio del cuerpo, la búsqueda del origen, el viaje, la carretera– pero proyectadas en un imaginario fantástico, misterioso y brutal, y narradas con una oscura belleza” dice la escritora Liliana Colanzi (Vacaciones permanentes, Nuestro mundo muerto, Ustedes brillan en lo oscuro).

J. G. Ballard + Cormac McCarthy + Thomas Ligotti con black metal sonando de fondo. Leer Miles de ojos es ingresar en una pesadilla de la que solo se puede escapar leyendo rápidamente, con el acelerador hasta el fondo y en una suerte de delirio, hasta llegar a la última página. Al dejar el libro a un lado el lector respira agitado y mira con extrañeza a su alrededor, incapaz de creer que el mundo siga siendo igual al otro lado de la novela. Su poder de embrujo es tan poderoso que es difícil encontrar después algo que leer que logre simular las sensaciones y visiones que despierta. Esa idea de la huida por carreteras inhóspitas ya estaba presente en la obra de Barrientos desde su novela Hoteles (Editorial Periférica, 2012), y las narraciones vertiginosas que no dan tregua ni respiro al lector también (y con marcada influencia deMcCarthy) desde En el cuerpo una voz (2018). El boliviano es autor además de Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer (Periférica, 2011), La desaparición del paisaje (Periférica, 2015) y Una casa en llamas (Eterna Cadencia, 2015).

“Me parece un gran hallazgo narrar Santa Cruz desde el weird: Maximiliano convocó aquel ambiente tan masculino de veneración por los vehículos –Santa Cruz está lleno de motoqueros y de tipos que se compran enormes vagonetas Hummer como extensión de su poder económico y de su virilidad–, y lo llevó a otra dimensión, a un umbral mucho más raro y delirante. La Santa Cruz que imagina está atravesada por una realidad mutante y onírica, y sin embargo es más real en su violencia y en su poesía que muchos otros discursos sobre Santa Cruz” afirma Colanzi. 

Miles de ojos inaugura la colección de ficción “Efectos Colaterales” de la editorial argentina Caja Negra, caracterizada por publicar ensayos como género central. A continuación, un diálogo que tuvimos con el escritor acerca de esta obra.


Maximiliano Barrientos. Foto de Sonia Cammarata II
Maximiliano Barrientos. Foto de Sonia Cammarata II

– ¿Cómo surgió la idea de esta novela y cuánto tiempo tomó terminarla? 

Desde hace algún tiempo me pregunto por el lugar del cuerpo y cómo este ha sido subordinado por el sujeto. Todo aquello que con Derrida se llamó ‘la metafísica de la presencia’ y que la filosofía contemporánea ha intentado superar se repite en cierto realismo, replica esa polaridad jerarquizada. Mi interés por la literatura de género se debe a que cuestiona esa subordinación del cuerpo al sujeto e intenta representar al cuerpo como algo inmediato, pero al mismo tiempo misterioso, inaccesible en muchos casos: ahí entra el tema de lo monstruoso. Entonces, esa condición porosa en la que el límite siempre está recorrido y donde no sabemos cuándo acaba la carne y cuándo comienza la máquina, estuvo en la génesis de la novela. Luego vinieron algunas imágenes claves que detonaron la escritura: el árbol fusionado con el auto o el altar que sirve como un punto de contacto con esta divinidad de la velocidad que en la novela llaman ‘El Sueño’. El proceso de escritura demoró dos años aproximadamente.

– Desde la primera página de la novela se percibe una sensación ominosa y un ritmo vertiginoso. Mantener la tensión en literatura es de las cosas más complicadas. ¿Fue muy difícil lograr esto en Miles de ojos?

Creo que se debe al estilo que he ido desarrollando luego de muchos años de lector. Incorporé ciertas estrategias de escritores que me gustan y luego las apliqué de forma natural. El oficio implica ese trabajo de integrar en el cuerpo cierto aprendizaje. Es como un atleta: para nadar tiene que haber aprendido ciertas técnicas, pero cuando se lanza a la piscina no tiene que estar reflexionando sobre su próximo movimiento, aparece de forma instintiva. Siempre me interesó la narrativa que privilegia la acción a la descripción. El lenguaje es funcional a la imagen, intenta traducirla de la manera más precisa. 

– ¿Puedes por favor darnos ejemplos de esa narrativa que privilegia la acción sobre la descripción? 

La literatura norteamericana es un buen ejemplo de esto. Hemingway quizás sea el autor más emblemático: los dispositivos narrativos siempre están primando la acción sobre la descripción, y eso se debe a la apuesta por dejar que el lector complemente lo narrado. Lo opuesto sería Onetti, quien hace un buen trabajo en la construcción de atmósferas. Cuando se hace énfasis en la acción, hay más movimiento y la tensión depende de lo que hacen los personajes.

– La novela está dividida en cuatro partes y en cada una se hace foco en un personaje distinto o se cambia de narrador. Esto logra que la narración resulte más fluida y el ritmo no se pierda. ¿Cómo supiste o decidiste que esta era la estructura que necesitaba Miles de ojos?

Me interesa trabajar distintas temporalidades y múltiples enfoques. Me parece que el artefacto de la novela, a diferencia del cuento, permite esa intervención. La clave o el desafío es cómo puede darse una unidad en todo ese andamiaje. Para mí eso es importante, de lo contrario siento que estoy engañando al lector al presentar una multiplicidad de narraciones como novela.

– ¿De dónde vino la idea de que la velocidad podría utilizarse para liberar a un dios antiguo?

Creo que uno de los temas de la novela es la religiosidad y cómo esta subsiste en la modernidad, en un mundo posIlustración. Me interesaba que la religiosidad aparezca en un contexto de inmanencia, no como una posibilidad trascendente, por lo tanto la velocidad es una experiencia de intensidad cercana a lo divino. En ese momento perfecto se da la disolución del sujeto y del mundo. Algo que Paul Virilio define como picnolepsia y que es una experiencia que solo puede darse con la tecnología. Es por eso que el fetiche en la novela son los autos. 

– Esas imágenes de cuerpos fundidos con metal y con la naturaleza, creando seres híbridos va mucho más allá de La exhibición de atrocidades y Crash de Ballard. ¿De dónde surge esa visión?

La idea madre está en el cuestionamiento del límite del cuerpo. En explorar su condición porosa. El cuerpo extendiéndose en la prótesis. Esa fusión me parece clave ya que si considero a esta novela como posthumanista, la razón principal para sostener esto es la centralidad del cuerpo. En el momento en que rompamos la subordinación al sujeto, lo humano ya no podrá tomarse como un fundamento para el sometimiento del Otro animal. Ese límite entre cultura y naturaleza quedaría borrado. Creo que ahí está la apuesta de lo ético, ya que ese límite es el que legitimó una serie de violencias históricas que desencadenaron en prácticas coloniales, imperialistas, biopolíticas y racistas. Tenemos que volver a pensarnos como animales, y eso implica asumirnos como cuerpos y cuestionar la centralidad del sujeto calculador. 

– ¿Por qué elegiste el Plymouth Road Runner 1970 como protagonista de Miles de ojos? ¿Qué tiene este modelo en particular?

Originalmente había escogido un Thunderbird, ya que el nombre de esa línea de Ford es muy sugerente, pero lo cambié ya que no se trataba de un muscle car y a mí me interesaba que lo fuera por dos motivos: tienen motores potentes y son autos deportivos populares. 

– El libro está dedicado a Hidetaka Miyazaki. Para los lectores que no reconocen este nombre, ¿podrías decirles quién es y por qué es importante para ti?

Para mí es uno de los grandes artistas del siglo XXI. Es un diseñador de videojuegos japonés que revolucionó la mecánica del gameplay y el mundo de los videojuegos con la saga Dark Souls y Bloodborne. Hoy se ha convertido en mainstream con Elden Ring, pero durante años tuvo un aura de culto. Lo que me fascina de su trabajo está sintetizado en la dedicatoria: cuenta mundos, no historias. Es decir que las historias no aparecen de forma explícita; puedes acabarte el juego sin saber de qué va. Eso me resulta fascinante por muchas razones. La verdadera experiencia es la inmersión en esos mundos oscuros y bellos y terribles. 


Portada de Miles de ojos de Maximiliano Barrientos (Caja Negra)
Portada de Miles de ojos de Maximiliano Barrientos (Caja Negra)

– Puedo apreciar en tu estilo influencias de Cormac McCarthy y de Brian Evenson, y en la historia de Miles de ojos elementos de J. G. Ballard y H. P. Lovecraft, aunque debe haber otros.¿Fue alguno de estos autores importantes en tu formación o en la construcción de la historia? ¿Cuáles son esos libros y escritores que realmente están detrás de esta novela?

Los tres autores que fueron más importantes en la construcción del imaginario de Miles de ojos fueron Thomas Ligotti, Jeff VanderMeer y Vladimir Sorokin, aunque quizás deba también incluir ahí a autores que no son de literatura pero que sí tuvieron una influencia: Hidetaka Miyazaki y Katsuhiro Otomo. Soy muy un lector de McCarthy y de Evenson, pero no sé si han influenciado directamente en esta novela. McCarthy, sin duda, lo hizo en la anterior, En el cuerpo una voz.

– ¿Crees que en nuestro continente escritores como Ballard y Cormac McCarthy son bien leídos y respetados como debería ser?

Creo que como sucedió con Miyazaki, Ballard y McCarthy son escritores que cuentan mundos antes que historias, y eso los vuelve parte de los poquísimos escritores contemporáneos que han conseguido semejante proeza. 

– La música juega un rol importante en esta historia, aunque se trata de un tipo de música con la que la gran mayoría quizá no esté familiarizada. ¿Maximiliano Barrientos escucha black metal como los protagonistas de Miles de ojos? ¿Qué bandas podrían los lectores escuchar mientras o después de que concluyan la lectura?

Sí, sería imposible haber escrito esta novela si no lo escuchara. Escucho sobre todo la primera y la segunda ola del black metal: bandas como Venom, Bathory, Celtic Frost, Mayhem, Burzum, Darkthrone, Satyricon pero también algunas bandas más actuales como Mgla o Agalloch. La segunda ola del black metal fue la última vanguardia del rock, antes de que se convierta en parte de la ‘industria cultural’. 

– ¿Cómo ves el panorama de la ficción especulativa y el horror en nuestro continente?

Me parece que poco a poco empiezan a salir más y más libros interesantes. Y eso gracias a que se está dando la infraestructura para ello, con editoriales que apuestan por el género, como Caja Negra e Indómita Luz en Argentina o Vestigio en Colombia. 

– ¿Libro favorito de J. G. Ballard? 

Probablemente sus cuentos, ya que ahí están sintetizados mundos que luego ha desarrollado en novelas como Crash o La exhibición de atrocidades. Siempre releo y trabajo en los talleres de narrativa obras maestras como Playa terminal o Pájaro de tormentas, soñador de tormentas. 

– ¿Libro favorito de Cormac McCarthy? 

He leído toda la obra de Cormac McCarthy, pero soy incapaz de releerlo, quizás porque es una experiencia muy dolorosa. Esas novelas no tienen piedad. De escoger una, sin lugar a dudas, me quedo con Meridiano de sangre, no solo por el nivel de delirio que hay ahí, sino por cómo trabaja el lenguaje. Está cerca de cumbres narrativas como el Ulises de Joyce o Moby Dick.

– ¿Qué consejo les puedes ofrecer a los jóvenes autores hispanoamericanos que quieren abrirse camino en los géneros de la ficción especulativa y el horror? 

Yo creo que no hay consejo que valga en estos casos: si alguien tiene la necesidad de escribir, si hay una historia en el radar, la necesidad de contarla se impondrá no importa si el género es central o periférico. 

– Por favor recomienda a los lectores novelas ficción especulativa/horror/weird escritas en nuestra lengua.

La Comemadre de Roque Larraquy, Furia de la mexicana Clyo Mendoza, una novela extraordinaria en todo sentido. La mucama de Omicunlé de Rita Indiana y finalmente un autor boliviano, Juan Pablo Piñeiro, con Cuando Sara Chura despierte


Maximiliano Barrientos. Foto de Sonia Cammarata II
Maximiliano Barrientos. Foto de Sonia Cammarata II