Cobo Borda a las diez de la mañana

Juan Gustavo Cobo Borda. Por Libros y Letras

Juan Gustavo Cobo Borda no solo fue el subdirector de la Biblioteca Nacional, el diplomático, el consejero político, el director de la Bucholtz, el gestor cultural, el editor, el librero, el ensayista, el poeta de la generación sin nombre, el amigo de Borges y Mutis… también fue el Maestro.


Mientras escribo estas palabras me tomo un Malbec de Mendoza, de los que siempre que llegaba a Bogotá, compartía con Juan Gustavo Cobo Borda. No era solo el vino a las diez de la mañana –“Porque a esta hora son las seis de la tarde en alguna parte del mundo”, a decir de Cobo Borda–, sino las uvas, las galletas integrales con ajonjolí, el queso que peor oliera y unas rosas amarillas como esas que Mercedes Barcha le dejaba a Gabo en su escritorio para la buena suerte. Otras veces, no tantas, almojábanas y una taza de café –sonrío–. Ese era el preludio para visitar al maestro antes de las ferias del libro de Bogotá, la primera visita que hacía después de llegar a esa ciudad. Recuerdo con mucho cariño la sonrisa con la que me esperaba, siempre atento a lo que le había traído de regalo. Las rosas, el vino y el queso putrefacto –como le decíamos– siempre lo hacían muy feliz.

Mientras escribo estas palabras y me tomo un vino, recuerdo estar sentados alrededor de su mesita redonda en la esquina de su biblioteca, en el apartamento del poeta, porque quienes tuvimos el regalo de conocerlo sabíamos que él recibía a sus amigos en ese lugar tan entrañable para él, en la mitad de sus veintiocho mil libros.

Juan Gustavo Cobo Borda fue el subdirector de la Biblioteca Nacional, el director de la librería Bucholz; fue el diplomático, el ensayista, el poeta de la generación sin nombre junto a María Mercedes Carranza, José Luis Díaz-Granados, Daniel Jaramillo Agudelo, Jaime García Maffla entre otros; la voz del erotismo y un verdadero intelectual.


Juan Gustavo Cobo Borda. Por Libros y Letras
Juan Gustavo Cobo Borda. Por Libros y Letras

¿Perdí mi vida?1Poema para la Generación sin nombre de Juan Gustavo Cobo Borda.

Mientras mis amigos, honestos a más no poder,

derribaban dictaduras,

organizaban revoluciones

y pasaban, el cuerpo destrozado,

a formar parte

de la banal historia latinoamericana,

yo leía malos libros.

Mientras mis amigas, las más bellas,

se evaporaban delante de quien,

indeciso, apenas si alcanzaba

a decirles la mucha falta que hacen,

yo continuaba leyendo malos libros.

Ahora lo comprendo:

en aquellos malos libros

había amores más locos, guerras más justas,

todo aquello que algún día

habrá de redimir tantas causas vacías.


Me contacté por primera vez con Cobo Borda gracias a nuestro amigo mutuo, el fotógrafo Pablo Salgado. Estaba doblando ropa cuando entró a mi wasap un mensaje de voz. Era Pablo en plena sesión fotográfica con Juan Gustavo, y de repente la voz del poeta, pausada, elegante y llena de humor,con la que me invitaba a tomar café en su casa tan pronto llegara a la FILBo para el lanzamiento de mi primer poemario, Al desnudo. Cuando fui a visitarlo estaba muy nerviosa, pues yo, una aprendiz, me acercaba a un hombre lleno de poesía, de lecturas, de sabiduría y con un prestigio inigualable en el mundo de las letras hispanoamericanas. Esa mañana gris, bogotana, dio inicio a nuestra amistad y al siguiente de mis proyectos, un poemario que más tarde él prologaría. Fui la pupila a quien llenó de consejos, con la que discutía sobre el poder de las máscaras para poder sobrevivir; a la que le propuso lecciones y notas-llamadas desde la distancia. 

Recuerdo que en mis años de universidad solía intercambiar poemas de Cobo Borda con mi amigo entrañable, Jorge Escobar.¡Cómo disfrutábamos esa camaradería a través de los versos del poeta!

Cuando Libros & Letras me contactó para escribir estas palabras, quise tener otras miradas sobre Cobo Borda porque mi deseo es acercar al lector al hombre, al poeta de Cavafis y Kafka, al ser humano. Así que me tomé el atrevimiento de comunicarme con diferentes personalidades del país para que me hablaran sobre lo que Juan Gustavo había significado para cada uno. 


El maestro

“Juan Gustavo fue un gran maestro. Primero lo conocí a través de su obra, de la que aprendí el valor de la investigación rigurosa y a la vez afectiva. Al conocerlo personalmente tuve la fortuna de recorrer su biblioteca, entrevistarlo por horas, reírnos de sus anécdotas, hablar sobre Borges y, sobre todo, aprender de la generosidad de su conocimiento. Él me dio el primer impulso para escribir ensayos y me dio el respaldo para empezar en el mundo de la literatura”. Juan Camilo Rincón, periodista, escritor e investigador cultural.


El referente

“¿Quién abrirá de nuevo los libros […] para levantar, una vez más, la casa de la poesía?”

Juan Gustavo Cobo Borda

“Juan Gustavo Cobo Borda era, probablemente, el último gran monarca de la difusión cultural y literaria de nuestro país; el último de los grandes porque a raíz de su trabajo otros han surgido y lo han tomado como referente. Fue un gran poeta, un gran editor, un gran apasionado por la literatura, por el mundo de la cultura en general. Su legado va a perdurar porque permanece en los lectores y si bien es prematura su muerte, el trabajo que nos dejó será irrevocable”. Santiago Díaz Benavides, periodista cultural.


El amigo

“Juan Gustavo, como amigo, no tenía par. No es la primera vez que lo afirmo. Lo he dicho una y mil veces, incluso delante de él. Lo conocí a finales de 1966, éramos adolescentes y hacíamos un trío inseparable con María Mercedes Carranza por las calles de Bogotá. Cobo era generoso, nos invitaba a comer en su casona de la calle 93 con carrera novena, donde tenía un pequeño comedor para él y sus amigos. Nos regalaba libros, nos pedía poemas para publicarlos en todas las revistas culturales y en los suplementos literarios. En un momento crítico de mi vida me tendió la mano discretamente, en una aventura editorial maravillosa. Cuando viví el exilio en Cuba, él me fue a visitar con Griselda y Paloma. Hizo una escala en La Habana durante un día solo para verme y procurarme alimentos y utensilios a los que no teníamos acceso. Tengo muchísimos recuerdos de ese gran ser humano, a quien jamás vi melancólico, ni de mal genio, ni agresivo. Por el contrario, siempre de muy buen humor y optimista, aun en los momentos más difíciles en lo personal. Jamás olvidaré a ese amigo del alma, quien, además, fue un estupendo poeta, un lúcido ensayista y un polígrafo extraordinario de nuestra América”. José Luis Díaz-Granados, periodista, escritor, poeta.


El poeta

“En la poesía, uno necesita hurtar una voz ajena para ir poco a poco encontrando la suya, a partir de ahí uno encuentra el alfabeto que aún no tiene para amar.”2LOAIZA, Angélica María. Entrevista a Juan Gustavo Cobo Borda, realizada en 2014.

Juan Gustavo Cobo Borda

El poeta quindiano Andrés Matías, quien compartió con Juan Gustavo Cobo Borda diferentes instantes en torno a la poesía, los libros, las artes plásticas y la historia, dice: “Su muerte significa una pérdida inconmensurable para el mundo de la inteligencia, la sensibilidad, la belleza. Cobo Borda era una especie de Saturno dispuesto a devorar todo el conocimiento, su biblioteca con sus miles de libros, su constante conversación con los autores y artistas del mundo hispánico, su pathos y ethos que lo llevaron a escribir magistrales poemas y lúcidos ensayos hacen que su deceso sea un heraldo oscuro.”


El diplomático

“No conocí personalmente a Cobo Borda, pero lo siento muy cercano. Nunca coincidimos en los caminos de la poesía o la diplomacia, pero me une no solo el hecho de ser otro bogotano errante, sino el tomo humorístico en los textos y la ironía consigo mismo… Juan Gustavo Cobo Borda había titulado un libro de poesía Todos los poetas son santos e irán al cielo. En su caso, aunque él mismo lo habría dudado, seguramente por el peso de Isabel Sarli, es un hecho que, independientemente del sitio que le haya correspondido tras el suspiro final, tendrá un auditorio que lo estará disfrutando mucho, porque un basquetbolista que no sabe bailar pero que redacta versos, gusta del buen cine y sabe de literatura, no puede defraudar. Descanse en paz o mejor, en poesía”. Dixon Moya, diplomático y escritor.


El oráculo del mercader3Poema de Fermina Ponce para el poeta Juan Gustavo Cobo Borda. Inédito, septiembre de 2022

A Juan Gustavo Cobo Borda

Le imploré al oráculo de Delfos que me otorgara noches de sueño

mientras mis horas yacían inertes en la sinestesia 

de la cuenta inagotable del rugido 

de una pesadilla

El oráculo dormía

El insomnio era el espejo

Me incliné sobre mis pestañas orándole al cielo negro 

al conejo que buscaba una caja

a la cuenta regresiva de una a una estrella en paz

al reposo sobre mis extremidades inquietas

El cielo cargó estrellas en su bolsillo

Las vendió en un mercado negro

Aluciné a las tres de la madrugada un rosario de sus besos

besos 

por un instante me sentí mía 

como yo de él

fui rica

disfrutada 

arrullada

La madrugada se bebió mi café lleno de deseos

Me quedé llena de nada.