Pérez Reverte y El francotirador paciente

“Los personajes de todas mis
novelas son héroes marginales”

El novelista y académico español señala que la
marginalidad es común a sus criaturas, “ya sea un maestro de esgrima, un cura
que no cree en Dios, un narcotraficante o un bailarín de tango que se roba las
mujeres guapas”. Ahora les toca el turno a los grafiteros.
El cuchillo corta mejor cuanto más afilado está por el
filo de la tragedia y la venganza. Arturo Pérez-Reverte –tan elegante y amable
cuando saluda con un cálido apretón de manos– no parece un destripador serial
del mundo del arte. Pero está tan entrenado y curtido en la esgrima verbal como
en el campo de varias batallas que no cuesta mucho imaginarlo agazapado en una
galería subterránea de la estación de metro y ferrocarril de Mergellina
(Nápoles) –acaso sudando y maldiciendo ante la inminencia de que atrapen al
“académico” con las manos en la masa– para zambullirse en la adrenalina del
mundo clandestino de los grafiteros, donde hay que conquistar una reputación
esculpida por el riesgo de poner literalmente el cuerpo. El francotirador paciente (Alfaguara), novela que presentó en la Feria Internacional
del Libro de Buenos Aires, no es ajena al universo de héroes marginales
revertianos. Sniper, el grafitero más famoso del arte urbano, a mitad de camino
entre Banksy y Salman Rushdie, leyenda viva adorado por su credo –“si es legal,
no es graffiti”– es buscado por Alejandra Varela, alias Lex, una historiadora
de arte con intenciones que van más allá del intento de comprender el enigma y
desenmascar al hombre que lanza sobre la ciudad “dudas como si fueran bombas”.
El escritor y académico español traza un modesto
balance sobre un “empate técnico”. Obtuvo una victoria importante, pulseando en
la Real Academia
Española para lograr que se incorpore la palabra graffiti al diccionario. “El
grafitero escribe su nombre, por lo tanto está firmando su existencia. Uno de
los grafiteros me dijo: ‘Escribo, luego soy’. Que es como decir: ‘Pienso, luego
existo’. ¡Coño, este tío no ha leído nada, pero está escribiendo su vida! ‘Me
llamo Manolo y esta es la única forma que tengo de que sepáis que me llamo
Manolo’. Eso tiene mucha más literatura que muchos de los escritores argentinos
y españoles que conozco”, dice Pérez-Reverte a Página/12. Pero perdió otra batalla: lograr que grafitero sea
sinónimo de escritor. “Yo creo que son escritores y que hay muchas cosas detrás
de un nombre en una pared. Desde que escribí esta novela no veo igual las
paredes. Es un problema del escritor porque los temas que tocas luego no los
ves de la misma manera”.

¿Por qué lo piensa como un problema?
– Si hablo del amor, no es lo mismo que si escribo
sobre el amor. Esto me lleva a un análisis de piezas que luego ensamblas o no
ensamblas. El problema es que una vez que desarmas un reloj lo que ves son las
piezas, ya no ves la hora. Un relojero cuando ve un reloj, no ve la hora, ve el
mecanismo. Cada novela que hago es un tema que dejo de mirar con inocencia. Y
eso por una parte es bueno, pero por otra parte es triste.

“Escribe rápido y vete” es la norma básica de seguridad de los grafiteros.
Aunque quisiera, un novelista no puede escribir rápido. ¿Hay una sana envidia
por el modo en que interviene el grafitero sobre las paredes?
– Sí, realmente es envidiable que uno pueda hacer su
trabajo y marcharse en unos segundos. Ojalá pudiera hacer yo eso. Lo que más me
gusta de una novela es imaginarla, es una fase en la cual estás documentándola,
viajándola, soñándola, preparándola…Después, cuando ya te pones a escribir es
terrible, ¿no? Si un día inventan un escáner de esos que se enchufan en la
oreja y ya sale la novela escrita al ordenador, ese día dejaré de escribir. El
acto mecánico de escribir cada vez me gusta menos.
–La
novela tiene la intensidad de la leyenda que se construye en torno de Sniper.
¿Esta intensidad está dada por la clandestinidad y la ilegalidad?
–Yo quería trabajar con el concepto de graffiti, arte
y calle, que no son lo mismo. Arte callejero no es graffiti. El graffiti es una
variedad de la actuación callejera, pero no todo grafitero se considera
artista. De hecho muy pocos grafiteros reales, duros, se consideran artistas.
El artista callejero es otra cosa. A Banksy lo desprecian mucho, dicen que es
un artista domesticado por el sistema. La cuestión es que el mundo del arte
actual es una mentira terrible desde hace mucho tiempo. Si no estás en el
circuito de los marchantes, de los galeristas y de los periodistas de arte, no
existes, por bueno que seas. Si eres un mediocre pero estás dentro, tienes a
Damien Hirst, un gilipollas estafador. En la novela quería moverme por ese
territorio ambiguo: dónde empieza el arte, dónde termina. Por qué un político
que llena la calle con su cara el día de las elecciones es legal y por qué un
tipo que dice “me llamo Manolo” no es legal. Yo no estoy a favor del graffiti,
me parece vandalismo y debe ser perseguido y castigado legalmente. Pero es un
mundo que tiene una épica y códigos muy interesantes.

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