Por: Juan Camilo Rincón*
Manuel Zapata Olivella decía que la música colombiana es un sancocho de ritmos que nos dieron sabor y forma. Su belleza nos hace mover la cadera, y esos compases provienen del corazón; es la percusión de un sentimiento que nos lleva a una cadencia perfecta. La música es nuestro primer lenguaje; por ello, durante muchos años, antes de leer y escribir en este, un país aún analfabeta, hemos aprendido sobre nuestras costumbres, amores, sabores y orgullos a través de la música. La mujer nos ha guiado y dado fuerza con sus cantos, demostrándonos que una pena y un amor nos describen y nos forman. Esto es lo que logra Diana Tovar con sus canciones: despertar ese gen tropical que tenemos aquellos nacidos en este hermoso y convulso pedazo de tierra.
En su disco Canciones de mar y río la joven artista cartagenera hace un recorrido geográfico y afectivo por géneros musicales que evidencian, a través de nuestra diversidad cultural, el poder creador del agua como flujo creador constante que da vida y encauza el poderoso sentir y fundar de lo femenino.
Haciendo un acercamiento respetuoso y sentido a las músicas tradicionales, Diana Tovar logra, desde nuevos sonidos, hablar sobre temas vigentes desde hace siglos, que ahora son hablados y resignificados desde letras contundentes, arraigadas en la fuerza de la mujer como epicentro creativo.
El agua como metáfora de la vida, del fluir constante y del apego que no detiene sino que moviliza, es el eje del álbum, de sus letras y ritmos, algunos nostálgicos, otros alegres, que nos invitan a un recorrido por la añoranza y la reconstrucción de lo propio desde la distancia. Es un llamado catártico a los ancestros, y un reconocimiento de lo propio identitario.
Canciones de mar y río es su palenque, su fortaleza, su lugar de encuentros y partidas, su éxodo y su retorno, su forma de invocar ese aliento femenino, el alma mujer, el alma matria, la tierra que le dio vida y es su fundamento, su suelo, su arraigo, pero también su vuelo, sus pies y sus alas para nuevos viajes.
Desde el bullerengue, el joropo, el currulao, la cumbia, la champeta, el bambuco, el porro, e incluso desde canciones de cuna, nos lleva a una marcha por el alma femenina de nuestro país, con letras inspiradas que tocan el alma. Títulos como “Agua de rosas”, “Amanecer”, “Besos de junio”, “Estoy” o “Paciencia” develan un espíritu inquieto, sensible pero aguerrido que se materializa en cada nota y en cada letra. Diana Tovar es un producto independiente con sabor a mar. De su mano, una de las voces más ricas en la escena internacional de América Latina, Lucía Pulido, aporta tonadas sentidas y vibrantes.
El álbum Canciones de mar y río tiene un estilo nuevo pero que sentimos ya reconocer desde el vientre, entregándonos una sofisticación deliciosa y trabajada que huele a futuro. Sus canciones son un aporte a la cultura musical independiente que pide nuevos sentidos, sin olvidar de dónde viene.
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